Siempre polémico, el arte de Yayoi Kusama detona un fenómeno peculiar en cada país que lo aloja: la fiebre de la selfie. Cuando se exhibió en México Obsesión infinita entre 2014 y 2015, la longitud de las filas afuera del Museo Tamayo sólo competía con las incontables imágenes repletas de puntos que circularon en Twitter, Instagram y Facebook.
Sin embargo, a pesar de las más de 2 mil personas que visitaron esa exposición a diario, no se registró un incidente tan embarazoso como el que ocurrió en el Museo Hirshhorn, en Washington.
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Según el sitió Hyperallergic, una persona que intentaba tomarse una foto dañó una de las calabazas de vidrio de la instalación “Infinity Mirrored Room — All the Eternal Love I have for the Pumpkins” (2016) —cuyo valor se estima en 800 mil dólares y que forma parte de la muestra Infinity Mirrors—.
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Aunque los reportes de Hyperallergic indicaban que otros visitantes habían atestiguado el incidente, el New York Times citó a Allison Peck, una vocera del museo, quien confirmó que parte de la instalación había sido dañada, pero dijo que no había manera de saber qué estaba haciendo el responsable en el momento en que ocurrió el percance.
Tras un par de días cerrada al público, la muestra fue reabierta “luego de que la pieza dañada fue retirada y la instalación se reconfiguró con las recomendaciones de la artista [Kusama] para exhibirse con una calabaza menos”, aseguró Peck.
La vocera también le contó al diario neoyorquino que el personal del museo interrogó al visitante (cuya identidad no fue revelada) y elaboró el reporte correspondiente. No hubo arrestos ni repercusiones de otro tipo, porque “todo se trató de un accidente”, concluyó.
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