“Mi nombre de bautizo fue José Amado Nervo Ordaz, pero desde pequeño mi madre sólo me decía Amado, así que crecí siendo el Amado de mi dulce madre. Mi padre tenía un almacén, El Puerto de San Francisco, desde donde se relacionaba con las familias tepiqueñas de la época”.
Con esas palabras describió su infancia el poeta Amado Nervo, cuyo centenario de muerte conmemoramos este 2019, en un texto publicado en el periódico El Estado de Jalisco.
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En 1906, a los 36 años de edad, contó —con sobrada modestia— más detalles de sus primeros años:
“Mi vida ha sido muy poco interesante. Nací en Tepic (hoy capital del territorio del mismo nombre) el 27 de agosto de 1870. Soy descendiente de una vieja familia española que se estableció en San Blas a principios del siglo pasado. Hice mi instrucción primaria en las modestas escuelas de mi ciudad natal; muerto mi padre cuando yo tenía nueve años, mi madre me envió a un colegio de Padres Romanos, al de Jacona, en Michoacán, que entonces gozaba de cierta fama. En este colegio y después en el seminario de Zamora, Michoacán, hice mis estudios preparatorios, empezando, naturalmente, por el latín…”
No obstante, como escribió Carlos Monsiváis en el libro Yo te bendigo, vida. Amado Nervo: crónica de vida y obra, el poeta, “a veces no es tan exacto y, digamos, declara fallecido a su padre cuando él tenía nueve años de edad (tenía trece)”.
Sobre sus inicios en la literatura, el poeta escribió mientras estuvo en Madrid, en 1907:
“Empecé a escribir siendo muy niño, y en cierta ocasión, una hermana mía encontró mis versos, hechos a hurtadillas, y los leyó en el comedor a toda la familia reunida. Yo escapé a un rincón. Mi padre frunció el ceño. Y eso fue todo”.
La anécdota sobre cómo aprendió a leer es curiosa. De nuevo Monsiváis:
“Nervo, según cuenta, aprende a leer revisando exhaustivamente el libro de cocina de su madre. La reiteraciónde unas cuantas imágenes y vocablos lo lleva ‘a sentir el peso de las palabras impresas, las tocaba con los dedos y trataba de memorizarlas’”.
Tras su paso por el Seminario de Zamora, viajó a Mazatlán, donde se inició en el periodismo. En la Ciudad de México se dio a conocer en revistas y diarios. Ingresó a la carrera diplomática y residió en Madrid y París.
En 1919, Nervo llegó a Montevideo, Uruguay, para asumir como ministro, pero un problema renal crónico terminó con su vida el 24 de mayo.
Su cuerpo fue trasladado a México por la corbeta Uruguay, escoltada por barcos argentinos, cubanos, venezolanos y brasileños. En todos los lugares donde pisaba tierra, se le rendían tributos multitudinarios, incluso al llegar a nuestro país prácticamente se fue directo a lo que se llamaba la Rotonda de los Hombres Ilustres.
Casi hasta el lugar común, se ha dicho que tras ese funeral vino una especie de olvido de la vida y la obra de un poeta que se recitaba lo mismo dentro de los salones intelectuales que en la vida cotidiana.
En el centenario de su muerte, fue el protagonista del Festival Letras en Tepic.
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