Amigos, colegas y editores que trabajaron con el escritor Luis González de Alba, recién fallecido, se reunieron anoche para presentar el libro Tlatelolco, aquella tarde y así rendirle un homenaje en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL). La mesa de diálogo la integraron José Woldenberg, Rafael Pérez Gay, Rogelio Villarreal y Héctor Aguilar Camín.
Rafael Pérez Gay, quien trabajó como editor de González de Alba, dijo respecto a la muerte de quien fue colaborador de MILENIO: “Antes de pegarse un tiro, escribió un tuit, anunciando que viajaría a Poros, una isla griega. Grecia se convirtió en su mente en el Edén perdido para González de Alba, abrió un restaurante de comida griega y escribió una novela, cuyo título está en el idioma de ese paraíso. Bailaba danzas griegas que yo nunca entendí”.
Luego prosiguió, “González de alba no era un autor fácil... se quejaba con frecuencia de sus editores, de que sus libros no tuvieran un lugar de privilegio en las librerías. Cuidaba mucho los detalles de cada uno de sus libros. El primer libro que Cal y arena le publicó se llamó La ciencia, la calle y otras mentiras, en el año de 1989, una compilación de sus escritos de divulgación científica en La Jornada, diario del que fue cofundador, articulista y que no le dedicó una sola línea a su muerte. La generosidad no crece en la maceta del fanatismo”, sentenció el editor. Tlatelolco, aquella tarde es en rigor un testamento sobre lo que Luis pensaba del movimiento estudiantil y sobre todo de la tarde del 2 de octubre de 1968, no dudo de que se convertirá en una referencia clara para los que quieran saber lo que pasó lejos del mito”, indicó Rafael Pérez Gay.
Por su parte, Rogelio Villarreal inició con la referencia a “Mi último tequila es la biografía procaz del escritor, con la que Luis se despedía de sus amigos y del mundo. El 2 de octubre se dio un tiró en el corazón”.
El ensayista José Woldenberg resumió el libro: “aquella tarde marcó la vida de González de Alba, la de él y la de sus compañeros los que participaron en los movimientos estudiantiles. Luis siempre estuvo obsesionado con la verdad, y en especial de aquella tarde, se rebeló contra las mentiras, medias verdades y las mitificaciones y él como testigo y sobreviviente cree que hay cosas que deben ser contadas. Este libro puede leerse como una especie de testamento, contiene un resumen de los acontecimientos de 1968 y como lo que se pensó como un pleito entre estudiantes se convierte en una auténtica tragedia”.
Héctor Aguilar Camín, en cambió, narró cómo para él ese fue el primer aniversario luctuoso, porque “veníamos a la FIL desde hace unos años y me reunía a cenar con Ángeles Mastretta y con él que ya no podía visitar el D.F por cuestiones de salud. Sufría de vértigo”.
El escritor lo recordó como “un hombre libre hasta el punto de escandalizar, libre al punto de dar miedo. Spinoza escribía: al hombre que no tiene límites en su libertad el Estado debe detenerlo y clausurarlo. Luis era el hombre en estado puro de libertad. Libre en su orientación sexual, en sus preferencias específicas: científico, escritor, poeta, filósofo, ciudadano, periodista”.
Pérez Gay recordó: “hablé con él por teléfono el domingo anterior al lunes de su suicidio, me dijo que ya tenía la liberación de los derechos de su libro sobre orientación sexual”. “Ya sé”, le dije, “es en el que tratas de demostrar que todos somos bisexuales y en un descuido gays al borde de la acción homosexual, me reí y el contraatacó: tú no sabes nada”
SRN