Amparo Dávila gana el Premio Ibargüengoitia

Letras

El jurado reconoce en la autora “una obra imprescindible en la literatura mexicana y de indudables ecos en la cuentística fantástica en lengua española dentro y fuera de México”.

La escritora zacatecana ha publicado títulos como "Tiempo destrozado", "Música concreta" o "Muerte en el bosque". Especial
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

Por su destacada trayectoria como cuentista, la zacatecana Amparo Dávila fue galardonada con el Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura, otorgado por la Universidad de Guanajuato, y que debía ser entregado en el contexto de su feria del libro, pospuesta debido a la contingencia por el Covid-19.

A sus 92 años de edad, Dávila es reconocida, de acuerdo con el jurado, “por el amplio prestigio como decana del cuento mexicano, pues toda relación de nombres de cuentistas clásicos en México la incluye de modo obligado: indiscutiblemente su propuesta es una aportación al universo del género literario, al producir una obra imprescindible en la literatura mexicana y de indudables ecos en la cuentística fantástica en lengua española, dentro y fuera de México”.

El jurado estuvo integrado por Sara Poot Herrera, investigadora y académica de la Universidad de California; Claudia Gutiérrez Piña, especialista en cuento y autobiografía, profesora adscrita al Departamento de Letras Hispánicas de la Universidad de Guanajuato; y el escritor y editor Geney Beltrán Félix.

El Premio Jorge Ibargüengoitia de Literatura fue instaurado por la Universidad de Guanajuato en 2018 en memoria del autor guanajuatense, así como en conmemoración de los 90 años de su natalicio, con el objetivo de entregarlo cada año a un género literario distinto.

En la primera edición, el ganador fue Juan Villoro, en crónica, y el año pasado Guillermo Sheridan, por su trabajo ensayístico. 

La magia que perdura

En una entrevista para MILENIO con el escritor y promotor cultural Jonathan Minila, realizada en 2018, la escritora aseguraba que no tenía miedo a la muerte, pero sí le asaltaba una duda: “¿Qué será el más allá?”.

Escucharla contar en la entrevista su vida infantil es como leer uno de sus cuentos: “En la casa donde viví mis primeros años vivió un señor feudal que perdió una pierna y le pusieron una de palo. En las noches yo podía oírlo, ‘taconeando’. Este hombre, como era muy rico, se casó varias veces y se le morían las esposas misteriosamente. Y fíjese usted que la última de ellas, todavía con su traje blanco, por las noches deambulaba por la casa. Ella con una vela encendida y él, con su pata de palo. Eso me causaba terror, pero un terror grandísimo. Lo único que lo mitigaba eran mis perros y mis gatos. Ellos me dieron calor en los primeros momentos de mi vida: los gatos. Así que para siempre quedaron conmigo”.

Educada religiosamente en San Luis Potosí, se encontró ahí con la materia prima para su carrera literaria, pues en el convento donde estudió conoció las obras de San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Cervantes, Quevedo y sor Juana Inés.

En ese convento, refirió, “nos empezaron a dar catecismo, historia de la iglesia, y yo no sabía nada de nada. Yo nada más sabía de los muertos que transitaban en la noche, de las apariciones y de los grabados de Doré. No sabía nada de religión. Entonces conocí las traducciones de Fray Luis de León del Cantar de los Cantares de Salomón y me enamoré perdidamente para siempre. Lo primero que escribí fue Salmos bajo la luna, que no son precisamente religiosos; nada más tienen el paralelismo hebreo. Son profanos, se puede decir”.

Autora de títulos como Tiempo destrozado, Música concreta o Muerte en el bosque, Dávila ganó en 1977 el Premio Xavier Villaurrutia por Árboles petrificados. Para Minila esto “representó un reconocimiento definitivo no solo a una escritora cuya obra se había construido desde sus primeros cuentos de manera sólida y contundente, fuera del establishment literario, sino también a un género relegado —aun ahora— como lo es el cuento, y sobre todo a una temática que aborda el lado más oscuro del imaginario”.

El promotor cultural refiere que en 1965 la autora explicó la temática de su obra en estas palabras: “Yo sencillamente hablo del clima que me tocó habitar y observar, de la atmósfera en que he vivido y padecido siempre. Quiero y puedo confesar que nunca he conocido el equilibrio ni la cordura; nací y he vivido en el clima del absurdo y del desencantamiento, por eso mis personajes van o vienen de ahí”. 

Para Amparo Dávila, como le respondió a Minila en la citada entrevista, el amor, la locura y la muerte “son tres cosas misteriosísimas. El amor que llega y se va, cuando uno menos lo espera. La locura que trastorna a la persona como un hilo que se rompe. Y la muerte, que llega un día y siempre nos acompaña”. 

Maestría y técnica

“He tenido un gran placer con la lectura de ‘Tiempo destrozado’. En la solapa se habla de esta obra como de su primer libro de cuentos; si es así, admiro la maestría y la técnica que se advierten en cada página”, le escribió Julio Cortázar en una carta a Amparo Dávila.

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