Llegamos con los dos jóvenes mexicanos a Ámsterdam para documentar su aventura, una que compartieron con chicos de Argentina, Colombia y Chile, y que los llevó, por su propia iniciativa y talento, a hacer un viaje de reconocimiento histórico y a reflexionar sobre las lecciones que esto nos puede dar para nuestros propios países en el presente.
Tabatha García y Andrés Vallejo, ambos de veintiún años, fueron los ganadores de la beca patrocinada por el Centro Ana Frank y por la farmacéutica Merck México, y ambos viajaron hasta los Países Bajos para adentrarse en la casa e historia de Ana Frank, y también a las de las abuelas argentinas que aún buscan a sus nietos desaparecidos, entre muchos temas de relevancia social actual.
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“Mi ensayo se titula ‘Esperanza en un mañana’, hice alusión a la Segunda Guerra Mundial, a la historia de Ana Frank, y destaqué quiénes son las víctimas y quiénes las personas que violentan, en este caso los judíos, los gitanos y las personas homosexuales, entre otros más –nos contó Tabatha al terminar la semana en la que se vivieron experiencias que jamás hubiese imaginado–. Le dediqué mi ensayo a mi familia, a mis profesores y hasta mis amigas”, dijo la joven, que seguía repitiendo que no podía creer estar ahí.
Andrés nos comentó: “Mi texto hablaba de la exposición de Ana Frank en el Museo de Memoria y Tolerancia en Ciudad de México. En el texto exponía cómo impacta la vida de Ana Frank y cómo podría ayudar a un joven mexicano”, narró el joven, quien celebró su cumpleaños durante el viaje.
Sin perder la fe
La historia de Ana Frank es una de millones de vidas que fueron arrebatadas por los nazis en Europa en los últimos años de la Segunda Guerra Mundial. Ella, escondida en un espacio reducido por más de dos años con su familia y otras personas, escribió con esperanza, como bien entendió Tabatha en su ensayo. Pero del papel al lugar donde se dieron los hechos hay vidas llenas de experiencias.
“Cuando conocí el escondite donde estuvo Ana Frank fue complicado para mí porque sentía dolor, sentía frustración y podía ver todo lo que ella vivió, y también cómo no perdía la esperanza; eso fue lo que más me impactó de todo lo que vivimos, que no perdió la fe”.
El mensaje para Andrés, un brillante emprendedor, fue también una revelación que le ayudó a seguir formando sus objetivos para traer lo aprendido para el bien de México.
“Encontré bastante resiliencia y capacidad para resolver los problemas; para encontrar una salida, tener esperanza y sí, más que nada, la resiliencia ante nuestros problemas”.
Durante la semana en la que convivieron con otros chicos, un grupo de educadoras, dos diputadas argentinas y tres periodistas, la experiencia fue mucho más que solo una visita, les permitió convivir con Estela de Carlotto, quien encabeza al grupo de abuelas que buscan a sus nietos desaparecidos durante la dictadura en Argentina. Doña Estela, quien recibió homenajes de la ciudad de Ámsterdam, la embajada de Argentina y el centro de Ana Frank también fue galardonada en La Haya.
Las oportunidades de hablar con gente que tiene estas experiencias por compartir fueron emotivas y emergentes, como el caso del rabino Awraham Soetendorp, quien narró la forma en que su padre logró salvarlos de los nazis cuando él apenas era un bebé.
Las conversaciones con el director ejecutivo del Museo Ana Frank en Amsterdam, Ronald Leopold y con el experto educador en la materia Menno Matselaar dejaron huella. Así como la segunda y muy conmovedora visita a la casa de Ana en la noche solo para la delegación, además de varios homenajes a los grupos de víctimas del genocidio nazi.
En este viaje, los jóvenes entendieron que serán la última generación en poder hablar con un sobreviviente y que la historia está en sus manos.
“Me quedo con mucha esperanza en la juventud latinoamericana; somos personas haciendo, somos ángeles en la tierra. Voy a invitar más jóvenes a que se sumen a la red iberoamericana, que vean que somos muchos preocupados por el futuro de México; los buenos somos más”, comentó Andrés y ante eso, misión cumplida.