Andy Warhol, tan cerca y tan lejos de los millennials

Pasamos un día en la exposición 'Andy Warhol. Estrella oscura', en el Museo Jumex, que es visitada por muchos jóvenes, y descubrimos que muchos de ellos apenas se conectan con este arte pop.

Julieta Hernández Camargo, activista de Durango.
En Durango, proponen a Julieta Hernández para Fiscal Anticorrupción.
Editorial Milenio
Ciudad de México /

¿Quién asiste a la exposición Andy Warhol. Estrella oscura en pleno jueves caluroso, a los dos de la tarde y en el siempre congestionado rumbo de Polanco donde se encuentra el Museo Jumex?

Pues además de este cronista, numerosos grupos de jóvenes preparatorianos, algunos rubios turistas no tan jóvenes, también personas de la tercera edad en grupos de tres o cuatro, y hasta un par de investigadoras de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales que realizan una encuesta entre los asistentes para saber si conocen a Warhol, si les gustó alguna de sus obras en especial y cuál fue el motivo de su visita.

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Sobre la explanada de acceso al Museo Jumex cae a plomo el sol de las dos de la tarde. Detenerse por un refrigerio en la cafetería exterior sirve de preámbulo al recorrido de la exposición gracias al mural que cubre una de sus paredes, donde se ve a un muy joven Andy Warhol de perfil ante un micrófono.

[OBJECT]Por fortuna hoy no hay tantos asistentes, lo que evita hacer largas filas para acceder al vestíbulo-tienda, donde se exhiben varios objetos warholianos: la camisetas de la exposición, libretas con portadas de Elvis, Marylin o del mismo Andy, el somero catálogo de la muestra, costosos libros de arte y souvenirs como tazas, saleros y demás memorabilia de la exposición, que se presenta desde el 2 de junio y hasta el 17 de septiembre.

Los preparatorianos no se detienen a comprar nada. Echan un vistazo con rapidez y continúan su camino. Son jóvenes mayormente de clase media. Muchachos vestidos con bermudas, tenis y camisetas coloridas y muchachas de shorts, pantaloncillos hasta la pantorrilla o frescos vestidos primaverales con la espalda y los hombros descubiertos. Quienes sí se detienen y adquieren una camiseta, un libro o el catálogo, son los turistas y los adultos con poder adquisitivo.

[Vista de la cafetería del Museo Jumex. Foto: Alejandro de la Garza]

La muestra se recorre del tercer piso hacia abajo, así que accedemos al elevador donde un equipo de apoyo da instrucciones: hay que subir y empezar el recorrido allá arriba para ir bajando poco a poco sin alterar la ruta. Se insiste, como regla no sujeta a excepciones, en la estricta prohibición de tomar fotos en cualquiera de las salas de exhibición y a cualquiera de las obras.

Algunos se quejan, querían tomarse selfies con su pareja, con los compañeros de la prepa, acaso registrar también alguna obra interesante. Pero la medida es tajante. Los únicos espacios donde pueden fotografiarse con sus teléfonos inteligentes son dos: frente al mural de vacas que da acceso a cada sala y en una galería apartada en el sótano, donde se juega con globos platinados que flotan en una suerte de performance protagonizado por los asistentes.

En la sala del tercer piso están los acrílicos con tinta, las serigrafías con pintura metálica, las caseínas con grafito y más serigrafías. Ahí lucen las célebres latas de sopa Campbell’s, varias versiones de retratos de Liz Taylor, el gigantesco cuadro de polímetro sintético y serigrafía de Mao, el retrato de actor Troy Donahue y la inolvidable imagen de Marlon Brando como protagonista de la cinta El salvaje, además de varios de las más famosos autorretratos de Andy en sus varias versiones.

[Silver Clouds es una instalación que Warhol realizó en 1965 en colaboración con el ingeniero Billy Klüver. Foto: Alejandro de la Garza]

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Lo más interesante aquí, son las imágenes de nota roja que recuerdan las fotos de Enrique Metinides: Pie y llanta, Cinco muertos en turquesa, Choque de ambulancia, Auto blanco ardiendo.

[OBJECT]Estas últimas obras se conectan con las del inicio de la sala 2, luego de bajar por la escalera nos reciben las variadas versiones de una silla eléctrica, un suicidio, imágenes procesadas en serigrafía sobre lino de algunos de los “hombres más buscados” por la policía, otras serigrafías sobre papel de disturbios raciales donde la policía reprime a manifestantes de raza negra, además de una estatua de la libertad deslavada, degradada, vencida. Destaca también la obra Dieciséis Jackies, conformada por retratos en acrílico sobre lino de Jackeline Kennedy en momentos de alegría contrastados con su rostro durante el funeral de su esposo, el presidente, asesinado.

Algunos de los turistas disertan sobre las obras. Otros adultos contemplan en silencio. Los jóvenes observan con atención pocos segundos, leen las fichas informativas, miran otra vez como buscando algún significado. Uno comenta “Eso lo copió de las fotografías que están allá. Qué chiste” y señala un aparador donde se muestran materiales de trabajo de Warhol y donde se incluyen, en efecto, las fotos de donde tomó ese rostro.

Hay también una sección de dibujos donde Warhol reproduce irónico portadas de revistas y primeras planas de periódicos estadunidenses, como el diario de chismes National Enquirer o el American Journal, trastocando su contenido. Hay también algunas de sus ilustraciones para revistas y otros dibujos de trazos rápidos de billetes de dólar.


En el primer piso hay una sala oscura con cuatro pantallas gigantes, una en cada pared, donde se proyectan fragmentos de algunas de las cintas de Warhol, pero sobre todo las pruebas de cámara de personajes como la cantante y modelo Nico, Bob Dylan, el poeta beat Allen Ginsberg, el inconfundible Lou Reed y más músicos y artistas. Personajes todos de la farándula a partir de los años sesenta, pero que a los jóvenes asistentes no les dicen mucho o que, de plano, les son desconocidos.

Las investigadoras universitarias que hacen la encuesta comentan que los jóvenes “no se conectaron” con Warhol. A muchos no les dice nada, pero aseguran que vinieron por los promocionales que han salido en la televisión. Parece que estos jóvenes ‘millennials’, gracias al avance tecnológico, han adquirido ya mucha información visual y de muy diversos tipos y calidades. Por ello, las obras con las que Andy Warhol innovó el arte pop en los años sesenta y setenta les parecen hoy rebasadas en términos iconográficos y estéticos, aunque desconocen su importancia en la historia del arte contemporáneo.

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Al final, en el sótano del museo, los jóvenes se divierten un rato con el performance de los globos. Algunos incluso echan una ojeada al centenar de fotografías de Andy y sus amigos que se ubicaron al fondo, rumbo a los baños del museo.

“Sí estaba reloco ese Andy Warhol”, comenta a su compañera un chico veinteañero, ya de salida del Museo Jumex.

¿Será que Warhol ya está lejos de los jóvenes millennials?

[Un joven interactúa con su teléfono debajo del letrero de bienvenida a la exposición: Foto: Alejandro de la Garza]


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