Ángel Boligán, un artista al servicio del periodismo

Boligán recibirá el Homenaje de Caricatura La Catrina en la FIL de Guadalajara en el Auditorio Juan Rulfo.

Ángel Boligán
Marcos Daniel Aguilar
Ciudad de México /

Durante los más de 20 años de vivir en México, el caricaturista de origen cubano Ángel Boligán Corbo ha visto las transformaciones sociales, políticas y mediáticas que han cambiado al país y al mundo. Con un fino estilo estético, recurre a la metáfora y no a las palabras para ejercer la crítica editorial en los periódicos nacionales. Por su trayectoria, que le ha dado más de una decena de premios internacionales, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara le rendirá el Homenaje de Caricatura e Historieta La Catrina, que en el pasado ha sido otorgado a Joaquín Lavado Quino, Roberto Fontanarrosa y Eduardo del Río Rius, entre otros. Platicamos con él acerca de su trayectoria y su visión como editorialista en la prensa mexicana.

—¿El lugar en que naciste marcó tu destino?

Soy cubano, de origen campesino, de un pueblo que se llama San Antonio de los Baños. Y sí, ahí, en 1979, se fundó el Museo Internacional del Humor en América Latina y se hizo una bienal, que se hace todavía. Siempre tuve inclinación hacia el dibujo. En esa bienal llegaron los caricaturistas de toda Cuba y para mí fue una gran sorpresa ver sus trabajos. Ahí supe lo que quería hacer. San Antonio se proclamaba como la Villa del Humor, porque en ella fue la primera exposición de caricaturistas en Cuba en 1917. Además, los principales personajes de caricatura fueron creados por dibujantes de San Antonio de los Baños como Eduardo Abela y René de la Nuez. Abela, por ejemplo, hizo un personaje que se llamaba El Bobo, que fustigó a la dictadura de Gerardo Machado. Después René de la Nuez creó a El Loquito, quien criticó al dictador Fulgencio Batista. Eran críticos sociales y políticos. Además, San Antonio de los Baños es el pueblo donde nació Silvio Rodríguez, incluso él hacía también caricatura. Yo quedé perfecto para seguir la tradición del pueblo.

—¿Qué significó Silvio Rodríguez para tu formación?

Silvio es mi mayor influencia, además de todos los caricaturistas que te mencioné, porque me encanta la forma en que dice las cosas, con esas metáforas. Habla de política y del amor y de otros temas. Escucho una canción de Silvio y en cada ocasión entiendo algo diferente. Eso trato de hacer con mi gráfica. Ahora los dos estamos en una asociación que se llama Amigos del Río para salvar a un río de nuestro pueblo.

—Tu primera exposición fue en 1980, ¿qué pasó después?

Estudié. Me titulé como profesor de Artes Plásticas en la Escuela de Artes de La Habana. Comencé a trabajar como profesor para sobrevivir. Y comencé a colaborar en periódicos nacionales en La Habana. Publiqué en casi todos los medios de humor cubanos. En Bulgaria gané mi primer premio importante en 1987. Pero la política siempre interviene con el desarrollo. En esos años cayó Europa del Este. Muchos periódicos cerraron, hubo una crisis increíble en Cuba, los semanarios pasaron a ser mensuales y los diarios… semanarios. Porque 80 por ciento de la economía cubana dependía de los comunistas. En ese momento tuve una invitación para ir al Museo de la Caricatura en México. Conocí a Paco Ignacio Taibo y me invitó a colaborar en El Universal. Así comenzó esta aventura que todavía no acaba.

—En tu etapa cubana, ¿cómo ejercías la crítica en los diarios?

Siempre hice humor. También trabajé el tema político, pero dirigido contra el imperialismo. Trabajaba en un periódico llamado Pa’lante. Había temas como el aniversario de la Revolución, pero me enfocaba más en el humor blanco. Me interesaba mucho la forma, no solo el contenido. Como no uso textos en mis dibujos, pongo atención a la gráfica. Todos los caricaturistas usábamos el doble sentido.

—¿En qué año llegas a México y cómo recuerdas a ese México? ¿Es diferente al de ahora?

Llegué en 1992. Lo primero que me sorprendió fue ver periódicos tan grandes. También me maravilló la cantidad de revistas que había en los estanquillos. Me tocó también la etapa pesada del asesinato de Luis Donaldo Colosio. Me decían que aquí no había libertad de prensa. No entendía muchos términos como “el tapado”, “el dedazo”. Fue difícil en ese sentido. Pero me enfoqué en el humor costumbrista, dibujar a los limosneros, los payasitos en los semáforos, la mezcla racial, las vendedoras en la calle. Todo eso lo plasmé de alguna manera y se convirtió en una crónica gráfica de mi sorpresa. Me di cuenta de lo malo y bueno que tenemos en México. Critiqué el consumismo, la publicidad, a los medios de comunicación que querían hacernos consumir todo.

—¿Cuáles fueron tus temas además de la cultura popular de la Ciudad de México?

Muy pronto comencé a trabajar en La Prensa e hice una tira cómica sobre el personaje de Ausencio Cruz, Margarito Pérez. El programa de televisión estaba en pleno auge. Después este mismo diario me dio el espacio editorial, pero sin hablar de política, pues no estaba naturalizado aún y no podía hablar de eso en vista del artículo 33. Hacía con mucho cuidado mis dibujos, incluso para hablar de política. Trabajé también en La Crónica. Cuando en El Universal me abrieron el espacio deportivo, me di cuenta de que en el deporte pasaba lo mismo que en la política: había corrupción, sobornos. Los periodistas de finales de la década de 1990 eran muy ácidos y buscaban notas en torno a la selección de futbol. Ahí tuve más libertad, aunque la selección llegó a censurar una caricatura mía porque había dibujado a los clásicos ratoncitos verdes. Me naturalicé en 2001, así que cuando entró Vicente Fox pude hacer caricatura política.

Fue esa una época muy favorable para la crítica.

En ese sexenio hice muchos dibujos sobre el presidente. Pero pronto me di cuenta de que en México es fácil hacer caricatura política, porque siempre pasa lo mismo, siempre hay fraude, siempre hay poco presupuesto, los políticos roban siempre. Uno ve los dibujos de Helio Flores y de Naranjo de los años setenta, puedes publicarlos hoy y son vigentes. Con criticar a los políticos no pasa nada. Tal vez lo que vale es cuando votamos por ellos, porque ya vimos que no funciona criticarlos directamente. Ahí fue cuando comencé a hacer una crónica de lo que hacemos como sociedad e individuos todos los días, que es lo que hago hasta hoy. Dibujo, por ejemplo, cuando somos manipulados por los medios y la tecnología, cuando nos convertimos en robots con los teléfonos celulares, los efectos de la globalización y cómo las redes sociales borraron las fronteras. Critico cómo hay actores o aparatos que quieren manipularnos. Ya no critico a los políticos, porque ellos no gobiernan, son los grandes empresarios, y nosotros somos fichas que ellos mueven.

—¿Crees que en Internet y en los avances tecnológicos esté el futuro de la caricatura periodística y artística?

Internet y las redes sociales han saltado las fronteras, y también a la censura; ahí cada quien decide qué publicar y qué no. El problema es que no es fácil vender el trabajo por medio de Internet, pero ya estamos en camino para que eso sea posible y podamos alcanzar la independencia total. Estamos en un momento en el que se pueden proponer cosas nuevas, animaciones, películas, cortos con nuestros dibujos. Siempre he creído en la gráfica original, la cartulina, el papel, la acuarela, y había estado renuente a utilizar el Photoshop o colores digitales, pero fui entendiendo y encontré ahí mi gama de colores. Lo que importa es el mensaje final. La caricatura sobrevivirá a esta era digital.

—¿A pesar de que ahora casi todos los periódicos estén en línea?

No me considero periodista, soy un artista al servicio del periodismo, pero si mañana no estoy en un periódico entonces pondría una galería para vender mi obra. Mi trabajo no se reduce a los monitos: tiene una interesante parte gráfica para exponerla. No creo que desaparezca la caricatura de prensa o de periódico ni los libros impresos, pero sí veo un buen futuro online para ganar espacios y libertades. La caricatura es noble porque puedes hablar no solo de política; puedes hablar del amor, de la familia o los valores de la sociedad, y por la caricatura puedes llegar a la mente o a los corazones sabiéndola encauzar.

Hablas de ganar más libertades y saltar a la censura. ¿Cómo has visto a la crítica y a la censura en México en estos años?

No he tenido problemas de censura por mi formación en Cuba. No he querido burlarme de un personaje ni desacreditarlo o desfigurarlo. Trato de hacer mi trabajo con fundamento, aunque creo que mis dibujos a veces son muy duros; hay que saberlos entender. Cuando llegué en 1992 no podía hacer política. Sentía que había libertad, pero era la ilusión que traía porque allá no se podía criticar al gobierno. Me sorprendí con una caricatura de mi maestro Rogelio Naranjo, cuando retrató al presidente Carlos Salinas con una banda que decía “impostor”. Yo dije “¿cómo es posible esto?”. Conforme pasaron los años me di cuenta de que no había tanta libertad, que había una censura encubierta. Cuando llegó Vicente Fox se presentó una avalancha de críticas hacia él y dije: “ya se llegó al máximo de libertad”. Pero no era cierto, porque ahora vemos que si algún medio critica al gobierno éste le corta la publicidad y lo desaparecen. Es otra manera de censurar. La censura ha existido siempre, pero siempre hay manera de afrontarla.

Ahora recibirás el Homenaje de Caricatura La Catrina en la FIL de Guadalajara. ¿Cómo te sientes?

Es una sorpresa agradable, porque no me considero merecedor de este premio. Me siento aún ese niño del año 1979. Estoy aprendiendo todo el tiempo, debo recorrer aún mucho camino, pero llegó este reconocimiento y estoy feliz. A la vez me asusta porque se le ha otorgado a personas con trayectorias increíbles: Naranjo, Helio Flores, Quino, Fontanarrosa. Todos fueron mis maestros a la distancia.

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