Cuando apenas rondaba los seis años de edad, Angelina Muñiz-Huberman llegó a México, desde donde logró reencontrarse con su propia identidad, reflejada no sólo en sus intereses literarios, sino en la forma de aproximarse a la palabra, al lenguaje: un esfuerzo ahora reconocido con su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua (AML).
“Por un lado, es un gran honor, lo máximo, pero también es una gran responsabilidad: hay que estar a la altura, hay que contribuir, hay que dar, hay que estudiar… es la lengua: siempre he procurado usar la palabra, la letra, en todas sus posibilidades, saltándome géneros y, al mismo tiempo abriendo otras perspectivas. Me ha gustado mucho jugar con las palabras y ver todas las posibilidades que tiene la expresión”, confiesa la autora de libros como El atanor encendido. Antología de cábala, alquimia y gnosticismo, Las raíces y las ramas: Fuentes y derivaciones de la cábala hispanohebrea, El sefardí romántico y En el jardín de la Cábala.
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Ensayista, narradora, poeta, tiene la certeza de que, de todos los géneros, la poesía tiene mayores niveles de interpretación: al llevar el significado más adelante de lo que se piensa, eso propicia que el lector la pueda leer en distintos niveles: “pueden pensar de un modo o de otro qué es esa palabra, porque puede funcionar en varias vertientes. Eso es lo que hace la poesía. La poesía es mucho más libre que la prosa”.
“Al pertenecer al exilio español de 1939, los que llegamos de niños, toda una generación de escritores a la que llaman ‘hispanomexicanos’, tuvimos la oportunidad de combinar lo perteneciente a la república española como lo perteneciente al pueblo mexicano: vivíamos en dos circunstancias y, aunque algunos se quejaban y lloraban, yo tuve la actitud de asimilar, de incorporar tanto una cosa como la otra y de enriquecer la perspectiva y poder transgredir si era necesario; criticar si era necesario, inventar también y sacar adelante mi obra”, expresó.
En general, una de las grandes preocupaciones formales de Angelina Muñiz-Huberman ha sido transgredir los géneros, porque en la novela puede tener partes no sólo descriptivas, sino de reflexión; puede intercalar un poema o la poesía en una novela para que sea ficción; incluso, inventó un género, el de las seudomemorias, “en donde trataba de explicar este problema de la identidad, pero visto no desde la perspectiva del adulto, sino del niño”.
“El juego de la memoria es que puede recordar muchas cosas, pero al mismo tiempo puede agregar otras. Eso es muy interesante para la literatura, porque está entre la ficción y la verdad, lo que sí es y lo que no es; ese juego entre memoria, olvido e invención lo he aprovechado mucho para mis libros. Sería como la autoficción: uno se inventa a sí mismo, aunque todo el mundo se inventa a sí mismo”.
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Angelina Muñiz-Huberman se mantiene en su departamento, ubicado en un séptimo piso, desde donde trata de entender este momento, aunque “como tengo mucho gusto por la vertiente medieval y renacentista de la literatura, veo que eso ocurrió en otras épocas, igualito: algunos salieron adelante y otros no, igual que ahora”, reconoce la escritora, frente a lo cual también la escritura juega un papel importante en este proceso.
“Estoy tratando este punto de la pandemia en dos versiones: una es la poética, porque me da mayor libertad de asociarme con otras cosas, otras palabras, de transgredir. Al mismo tiempo tengo otro punto de vista, en prosa, como pequeños relatos sobre lo que veo a través de la ventana: cómo veo al mundo, a la calle, desde el séptimo piso donde está mi casa: son pequeñas fotografías o imágenes que se desarrollan”.
La elección de Angelina Muñiz Huberman se dio en la primera sesión plenaria de 2021 de la Academia Mexicana de la Lengua, celebrada de manera remota el 14 de enero.
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