La inoculación es la práctica de introducir conceptos y acciones para hacer del arte una estrategia de cambio y esta vez el concepto Inoculación lo utiliza el artista chino Ai Weiwei en su gran exposición itinerante en Santiago de Chile.
Más de mil bicicletas de acero unidas entre sí abren en esta muestra que representa el debut del artista en Chile y con una obra crítica, de activismo social y político, que rememora sus nexos con el poeta comunista Pablo Neruda.
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“Siento que he vuelto a algún tipo de origen, porque mi padre vino hace 64 años a Chile y dijo haber conocido a Pablo Neruda. Probablemente esos fueron sus momentos más felices”, aseguró Weiwei en Santiago al inaugurar su más reciente exhibición, una de las más relevantes de la escena contemporánea.
Su muestra plantea un recorrido por sus principales obras y sus ingeniosas confrontaciones con el gobierno de su país. Se trata de una treintena de piezas realizadas en diferentes soportes. Estas instalaciones, fotografías, videos, objetos de impacto político y simbólico, brindan un panorama amplio de sus trabajos más icónicos y dan cuenta de sus principales temáticas y preocupaciones, que han sido recurrentes a lo largo de su carrera: las tradiciones, la cultura, las condiciones de vida en su país, la censura, la libertad de expresión, la inmigración, el devenir de la humanidad toda.
Una colosal embarcación (patera) de refugiados (EFE)
Curada por el brasileño Marcello Dantas, la muestra concentrará hasta el 9 de septiembre algunas de sus obras más emblemáticas en la Fundación CorpArtes y luego viajará Brasil.
Destacan obras icónicas como Semillas de girasol, un conjunto de 15 toneladas de semillas de porcelana, hechas a mano y esparcidas por primera vez en la Tate Modern de Londres, y Ley de viaje, una colosal embarcación (patera) con figuras inflables que denuncia la emigración forzada bajo el aserto: “no hay crisis de refugiados, solo una crisis humana”.
El trabajo de Weiwei denuncia las violaciones a los derechos humanos alrededor del mundo; la crisis detrás del éxodo, la censura y la apatía a través de un sinnúmero de materiales y plataformas, con una “audacia y solidez” que solo se entiende al conocer el camino que el creador asiático ha recorrido.
Inoculación, del latín “en sus ojos”, incluye también una selección de versos del célebre poeta chino Ai Qing, padre del artista, quien conoció a Neruda en 1954, antes de ser desterrado a 20 años de trabajo forzado en granjas de Manchuria y Xinjiang, en el noreste y noroeste de China.
“Venir a Chile es un gran viaje, mi último viaje (...) Esta es una nación larga y angosta que no ha desechado el arte, que tiene un carácter muy fuerte representado por el arte y la literatura”, expresa Weiwei, quien ha presenciado en esta travesía los parajes del fin del mundo que su padre le describió en escritos y dibujos.
Emocionado, recuerda a sus 61 años haber crecido en el desierto, censurado por el régimen chino de aquella época, lo que forjó el carácter irónico y crítico de su obra, influenciada por sus estudios posteriores en Nueva York, donde se volvió férreo admirador del máximo artista pop, Andy Warhol.
(EFE)
Pese a la versatilidad de su arte, comparada con la del ecléctico francés Marcel Duchamp, Weiwei fue en los años ochenta “un miembro de la China comunista tratando de ser parte de una élite capitalista”, una “mala broma” que lo llevó a ejercer de carpintero y dibujante de retratos durante su estadía en Estados Unidos.
De vuelta en su China natal, se sintió nuevamente un “extranjero”, pero esta vez fue más fuerte la atracción por el mercado de las antigüedades, la reconstrucción de la historia, el trabajo de los materiales y lo moldeable del oficio artístico.
“Nunca soñé que volvería a ser un artista en China. En esa sociedad no se mencionaba el arte contemporáneo; publiqué libros promoviendo ese arte y me involucré en la arquitectura y el diseño”, relata, en relación a su labor como asesor artístico en el Estadio Nacional de Pekín para los Juegos Olímpicos de 2008
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Reconocido por su expresión política, que se masificó a través de internet y derivó en dos arrestos ilegales, años de vigilancia y 81 días en prisión por supuestos delitos económicos en 2011, Weiwei vivió la opresión en carne propia, y solo pudo volver a viajar en 2015, no obstante su mensaje ya había llegado al mundo.
“Todo está conectado”, dice el creador al hablar sobre su preocupación y obra en torno a los desplazados, motivado por el veto que él mismo Weiwei experimentó en China.
“La mayoría de mis obras empezaron a partir de la curiosidad (...) 65 millones de personas que perdieron sus hogares y cómo esta tragedia se relaciona con nosotros como humanidad”, explica respecto de su último desafío, que lo llevó a campos de refugiados en Irak y Turquía, y resultó en el aclamado documental sobre el éxodo Marea humana (2017).
Ai Weiwei en santiago 'Inoculación' (Especial)
“Soy tan artista como ser humano, y en ese aspecto todos hemos sido abusados por el poder y ningún solo individuo puede decir que está seguro”, subraya Weiwei, y recalca humilde que “ante este tipo de tragedias en el mundo, ser artista no es tan relevante”.
La trayectoria de Ai Weiwei lo ha llevado a recibir varios galardones, como el Premio de Arte Contemporáneo Chino (2008) y el título a la persona más influyente del arte que recibió de parte de la revista inglesa Artreview, en 2011.
Algunas de sus vitrinas han sido el Centro Pompidou en París, la Tate Collection en Londres, el Museo Guggenheim y el MoMa en Nueva York, entre otras.
En esta primera itinerancia por la región, que ya tuvo lugar en Argentina y se dirige a Brasil, se espera que el “compromiso social, testimonio histórico y modo de resistencia” de Weiwei promueva “el comienzo de una transformación”, señala el curador Marcello Dantas.
AG