En la novela El nombre de la rosa, la emblemática novela de Umberto Eco, se relata la investigación del franciscano Guillermo de Baskerville y su discípulo, el novicio benedictino Adso de Melk, sobre una serie de misteriosas muertes, la cual gira alrededor de un libro que, al ser tocado, produce el envenenamiento de quien lo hace.
Ante la aparición del covid-19, una de las principales preocupaciones de quienes están en el mundo del libro es cómo enfrentar el desafío de tener que limpiar, o no, de manera constante cada una de las publicaciones, ya sea de las que se encuentran en las librerías o bien bajo resguardo de una biblioteca.
“Nunca nadie había imaginado que sucedería algo así. Siempre hemos vivido entre muchos bichos, sobre todo el papel, un material que absorbe la humedad, la acidez… es muy susceptible, en condiciones no idóneas, a adquirir agentes patógenos. Por lo general esto sucede con libros patrimoniales o lo que llaman fondos antiguos, que han estado en diferentes lugares o en temperaturas no apropiadas, y eso provoca la adquisición de diferentes agentes patógenos”, cuenta Francisco Salvador Nava, subdirector de Servicios Bibliotecarios de la Biblioteca Vasconcelos.
El asunto, explica Alejandra Odor, académica del Departamento de Conservación y Restauración de la Biblioteca Nacional, es que el SARS-CoV-2 es muy distinto a otros patógenos que sí dañan a los libros, como los hongos o las bacterias, mientras en el caso del coronavirus se requiere de un huésped para reproducirse, como el ser humano, “sobre la superficie permanece cierto tiempo, pero no se puede reproducir ni mantenerse.
“Lo que se ha visto hasta el momento, aunque siguen cambiando las cosas todos los días, es que el virus puede permanecer en una superficie de papel hasta cinco días, en madera, alrededor de cuatro días, en plástico, unos dicen que cinco días y otros que nueve”, dice Odor.
Desarrollar protocolos
Especialistas de diversas instituciones se han reunido para desarrollar protocolos que permitan tomar caminos para los libros, no solo para los de bibliotecas, sino incluso para librerías, siempre con la certeza de que, como en toda nuestra vida, los tiempos serán distintos, siendo una de las principales recomendaciones evitar la desinfección de los libros, “mucho menos desinfectar toda la biblioteca si ha estado cerrada durante varios meses”.
“Para la desinfección sería difícil decidir cuáles sí o cuáles no, porque no puedes determinar, como en los humanos, cuál estaría infectado; además, todo implica recursos humanos y económicos, emplear sustancias medianamente tóxicas, dificultades que realmente creemos no son necesarias, porque el virus se inactiva solo, con el tiempo. En la Biblioteca Nacional, por ejemplo, a sabiendas que tenemos colecciones patrimoniales, preferimos no desinfectar si no es absolutamente necesario”, a decir de Alejandra Odor.
Francisco Salvador Nava reconoce que uno de los principales problemas es que se han confundido ciertos términos como la limpieza, la desinfección y la fumigación, aplicable a diferentes tipos de libros, en distintos lugares.
“En el caso de libros contemporáneos podemos hablar de una limpieza que siempre debe ser en seco, con un paño o una brocha y eso es suficiente: nunca se había enfrentado el medio del virus a una situación como el covid-19; la desinfección debe ser de aislamiento de materiales, no de aplicación de ningún tipo de químico, porque en su momento puede afectar al material y al personal”.
En ambos casos, las reflexiones se han dado con bibliotecarios o restauradores, pero también con expertos en bioseguridad, a quienes se les ha planteado la pregunta: ¿Cuánto dura el virus en el papel? La respuesta siempre se basa en el tipo de material del que se esté hablando.
Recomendaciones para las editoriales
Alejandra Odor reflexiona sobre lo que tendrían que replantear editoriales y librerías, como reducir el personal por turno, para que no haya tantas manos en contacto con los libros. Las librerías tendrían que actuar como otros espacios comerciales: reducir aforos, mantener limpio y pedir a la gente que dosifique el contacto con los libros.