“Antes de pintar hay que quitarse todos los prejuicios”: Josefa García

Colección Milenio Arte

En su taller de San Andrés Guayapán, en Oaxaca, platicamos rodeados de obras en proceso, gatos y fósiles.

Con la formación que recibió en el Taller Tamayo, en grabado, litografía y estampación, abrió el tercer taller de grabado en Oaxaca.
"El ciclo de la memoria" Óleo y temple sobre tela. Josefa García
Ciudad de México /

Ser mujer y artista en Oaxaca

Generalmente los medios de producción, sobre todo talleres gráficos, están a cargo de hombres, pero ellos ponían la maquinaria y yo la trabajaba. Tuve todas las libertades, cuando tenía oportunidad de trabajar los consideraba mis talleres. El abstracto entra en Oaxaca en los años ochenta, con la formación del Taller Tamayo y con el maestro Luis Velazco, con él se marca un hito y empiezan los abstractos. Me movía entre la escuela oaxaqueña y los que nos estábamos formando en Bellas Artes y en el taller Tamayo, fue una entrada muy natural, no he tenido restricciones por ser mujer. Firmaba “García”, me decían y García ¿quién es? O me decían, tú pintas como hombre, porque me gusta que la obra sea fuerte y por eso no pinto algo tan femenino.

El maíz y Josefa

En mi familia no hubo hombres, la primera imagen que tengo del maíz fue una relación muy directa con la tierra y con mi padre. Los primeros grabados que hice, la iconografía era el maíz, pero era un elemento compositivo, simbólico. Regreso hace diez años a Guerrero y veo esa relación tan fuerte que había entre la tierra, mi padre y yo misma y abordo una temática que fue el “Mitote del maíz tierno”. Consideraba mi obra espinosa porque manejaba el alambre de púas, algo que hiere, corta, limita, y todo eso se volvió más amable, esas diagonales de la vida, de la muerte, se fueron reduciendo. Cuando trabaje el maíz en una obra que se llama “Grafía de sol” se redujo a pequeños triangulitos llenos de color y decidí que era la punta del grano del maíz, el ADN del maíz y se integró a la pintura.

Tiempo de regesar

Al regresar a Oaxaca abordé el “endemismo”, la planta del maíz es una planta endémica. Se me abrió el panorama porque no es nada más el origen mítico sino también el origen cronológico de todo. Es lo que plasmé en esta pintura, una idea mítica, como el infinito y esos horizontes que se van borrando, se van sumando en diferentes capas, nos lleva a una estructura y a una textura. Hace poco tropecé con un texto de Barnett Newman y decía que la pintura se podía hacer como si fuera un textil, y esta pintura la trabajé con esa conciencia. Antes de abordar cualquier pintura es muy complicado, porque hay que quitar todos los prejuicios, lo que ya hice en esa línea y a la vez nutrirme de ella. Aparecen estos elementos, la luz porque sin sol, no hay germinación, y no hay vida. El elemento central dentro de esas capas que se van superponiendo, para no trabajar en ese vacío, me apoyo de elementos reales, que son los fósiles y representan el tiempo.


  • Avelina Lésper

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