Cien años, de Rubén Fuentes y Alberto Cervantes, ha persistido en la memoria durante décadas. El dibujo es de un artista de Coahuila, con una estética distinta de ese romanticismo, que tomó el reto: Antonio Ferlun.
Ferlun es dibujante de corazón, con una interesante historia: “Empecé con un lápiz y un papel, desde que estaba en la primaria, lo primero es la libreta de cuadritos con un lápiz. Es mi primer amor y el primer amor nunca se olvida. Con el dibujo no puedes engañar, en el momento en que una línea va sobre otra, va generando una trama. Esa trama genera un volumen, ese volumen se convierte en algo. El dibujo en sí es un fin, no sirve a otras técnicas, en sí mismo es un arte base. En la historia de los grandes maestros, todos eran dibujantes. No conozco un gran maestro que no fuera un excelente dibujante”.
“Pasaste a mi lado, Con gran indiferencia, Tus ojos ni siquiera voltearon hacia mí, Te vi sin que me vieras”.
Cien años trae una historia, una sucesión de recuerdos en la memoria de Antonio: “Cuando llegó la canción, mi mamá vino a mi mente. No hubo más. Mi mamá siempre ha sido una persona trabajadora. Cuando llegaba del trabajo, se sentaba un ratillo a ver la televisión. Le gustaban las películas de Pedro Infante, Jorge Negrete y todos ellos. Pedro Infante cantaba Cien años. Era impresionante ver cómo disfrutaba eso y en ese momento se perdía de la vida cotidiana y de la vida laboral. Le daba un sentido en ese momento a su vida”.
La vida tiene historias que se cuentan con una canción, dice Antonio: “Empecé a investigar, y la canción fue registrada en el 53, mi mamá y mi papá se conocieron en el 53, en la Ciudad de México. Obviamente toda la historia era bonita, de amor, y después salió el macho mexicano golpeador. A mi mamá esa canción le recordaba esos primeros días de enamoramiento”.
“Me duele hasta la vida pensar que me olvidaste, Saber que ni desprecio merezca yo de ti, Sin embargo sigues unido a mi existencia, Y si vivo cien años, cien años pienso en ti”.
El dibujo es una compleja combinación, en donde el retrato de su madre es el centro: “Es un radio visto desde el interior, de bulbos. Mis padres tenían un radio, no tenían ni para tocadiscos. Tiene un pequeño detallito de Pedro Infante, es un camafeo donde se guardaba la foto de un ser querido. En el pecho está la cerradura del corazón, porque mi mamá era una persona que le costaba mucho abrirse, por la vida que tuvo: fue una niña huérfana que trabajó para vivir. Una vida triste la hizo muy cerrada, ya de grande tenía esa dureza”.
“Me gusta cuando el proceso te lleva a la modificación. Hice un altavoz de vitrola, como si fuera una corona, simulando el aspecto divino. Atrás son los pequeños mosaicos de talavera que representan a Puebla, ella era de Puebla. La representación de los Cien años, que esos van a llegar con las generaciones futuras. Puse de manera simbólica el signo del zodiaco de mis hijos, ellos son los que van recordar todas esas historias”.
El dibujo es una representación evocadora de su propia vida, del amor a su madre, del amor que perdura cien años.