Arqueología subacuática: Bucear en busca de nuestro pasado

Edición Fin de Semana

Especialista en buceo técnico en cuevas, con 20 años explorando los cenotes, Carmen Rojas Sandoval, Coordinadora del Centro INAH en Quintana Roo, enumera hallazgos y explica los retos de una actividad tan meticulosa como fascinante.

Arqueología subacuática: Bucear en busca de nuestro pasado (Especial).
Guadalupe Alonso Coratella
Ciudad de México /

“Lo que somos es parte del devenir histórico, de ese desarrollo; los arqueólogos somos un puente”.

Antes de que floreciera la civilización maya, al final de la última era glacial, cuando el mar se encontraba 65 metros por debajo del nivel actual, llegaron a América los primeros pobladores. Fue un largo recorrido, desde el Estrecho de Bering hasta la Península de Yucatán, donde se asentaron hace miles de años. Son los primeros habitantes del continente americano, cuyos restos fueron encontrados en cuevas, al fondo de cenotes.

El esqueleto más arcaico data de hace 13 mil 721 años y pertenece a una mujer, Eva de Naharon. Estamos hablando de la prehistoria, del Pleistoceno, cuando grupos de cazadores-recolectores convivían con una fauna de proporciones inmensas en extensiones formadas por bosques y praderas. Gonfoterios de 3 a 5 metros, perezosos y armadillos gigantes, camellos, jaguares, caballos. Así habría que imaginar la vida en lo que hoy es Quintana Roo, donde un grupo de arqueólogos subacuáticos ha surcado kilómetros de ríos subterráneos para indagar en nuestros orígenes.

Carmen Rojas Sandoval, coordinadora del Centro INAH en Quintana Roo, es especialista en buceo técnico en cuevas. Junto con su equipo, lleva 20 años explorando los cenotes. “Antes, Ramón Piña Chan había trabajado en el cenote sagrado de Chichén Itzá”, dice, “pero eran investigaciones aisladas. En el 2000, comenzamos a hacer un Atlas de cenotes, registrando toda la información: coordenadas, mapas, fotos. Estos datos se turnan al área de Registro Público del INAH y al Archivo Técnico de la Coordinación Nacional de Arqueología para garantizar que cada sitio tenga su archivo completo”.

El encuentro con los primeros restos humanos se dio en el año 2000, cuando Octavio del Río y Gerónimo Avilés reportaron a la mujer de Naharon y, más adelante, al hombre de Muknal, que data de hace 13 mil 346 años. Al día de hoy, los hallazgos reportan un total de 10 personajes, el último es el hombre del Templo, con 8 mil años. “Al principio se planteó que por las diferencias morfológicas, podría tratarse de varias oleadas migratorias a Tulum”, apunta Rojas, “pero el antropólogo físico Alejandro Terrazas, concluyó que fue una sola y ya venía con muchas cargas genéticas de adaptación”. 

Se sabe que estos pobladores vivían en la superficie y solo acudían a las cuevas para colectar agua o depositar a sus muertos. “No se hallaron áreas de actividad doméstica al interior de las cuevas”, dice Rojas, “habría que dragar muchos metros de sedimento para llegar a la base donde estuvieron asentados”.

Hace 13 mil años la última era glacial estaba por terminar. Al derretirse los cascos polares, se incrementó el nivel del mar y las costas se fueron inundando. “En Quintana Roo las cuevas se sumergieron. Los lugares a donde entraban para refugiarse quedaron sellados y las futuras generaciones ya no pudieron entrar, tampoco los animales. Los mayas conocieron los cenotes casi con el mismo nivel de agua que nosotros encontramos”.

Además de los 10 esqueletos, se han localizado otros, no de la antigüedad de los anteriores, sino de un periodo que aún falta por definirse, esto es, del año 8000 hasta los mayas. “Es muy importante”, asegura Rojas, “porque es la transición del pleistoceno al holoceno, donde hay un incremento de la temperatura y pueden darse los primeros grupos sedentarios que aprovechan los recursos de la agricultura y la domesticación de animales. Ese tramo siempre ha sido muy interesante para la humanidad en todo el planeta, porque no solamente se trata de conocer lo más antiguo sino de llenar los huecos en la escala temporal. A la fecha, no podemos decir que estas poblaciones primarias estén relacionadas con los mayas prehispánicos o con los mayas actuales de manera directa. Tienen semejanzas, pero son más sus diferencias. Sería interesante saber qué pasa en esos años de los que todavía no tenemos evidencia. Hoy conocemos algunos sitios y esqueletos, tenemos fotogramas, ahora necesitamos conseguir recursos para colectarlos, tomar muestras, fecharlos y continuar con la investigación de rigor”.

Trabajar con los restos de esqueletos sumergidos supone una labor meticulosa, “no es nada más sacarlos”, explica Rojas, “hay que cambiar de agua, deshidratarlos lentamente, estabilizarlos, el traslado debe ser muy cuidadoso. Se requieren recursos, contratación de personal, renovar convenios con instituciones, restablecer dinámicas con restauradores. Desde el año pasado se ha vuelto difícil, es una carrera de paciencia porque hasta que no reúnes todo no se puede armar una pieza”.

Carmen Rojas se mudó de la Ciudad de México a Quintana Roo con el propósito de disminuir los costos de las investigaciones. Esto le permite llegar con tiempo a explorar nuevas zonas antes de que las compañías desarrolladoras construyan casas u hoteles. “Estando aquí es fácil detectar estas cosas. Por eso es importante la sistematización, que los informes no se queden a nivel local sino que vayan a instancias superiores, porque son el acta de nacimiento de un sitio y la manera de protegerlos ante cualquier riesgo”.

Sobre el proyecto Tren Maya, Rojas comenta: “Sería ideal que nos mandaran al campo a buscar en los sitios por donde va a pasar la vía. Los trazos aún son muy generales. La cuestión es si van a ampliar la carretera 307, de Cancún a Chetumal, o pasará por arriba. Colegas buzos proponen que sea elevado, para evitar el impacto en sitios arqueológicos que no conocemos en su totalidad, aunque en su momento se hicieron algunos salvamentos. Hay muchos en superficie: plataformas habitacionales de los mayas, pirámides, y también por debajo. Era importante conjugar el trabajo para hacer las prospecciones a tiempo, antes de que se impacten las cuevas”.

“La arqueología es un modo de vida”, dice Carmen, “un afán de mirar hacia el pasado y proyectarlo al futuro. Al ir más lejos encontramos raíces más profundas, completamos el mapa de nuestra identidad de una manera más elaborada. Lo que somos es parte del devenir histórico, de ese desarrollo. Los arqueólogos somos un puente”.

Rojas no descarta que estos hallazgos pudieran exponerse en la Sala 1 del Museo Nacional de Antropología o en el Museo Maya de Cancún. “Es difícil que viajen, porque su curaduría es delicada, te arriesgas a que se hagan polvo, pero la idea de exponerlos.” Por el momento, los esqueletos se encuentran en resguardo en las colecciones de paleontología y de humanos en el INAH. 

Hallazgos

El encuentro con los primeros restos humanos en cenotes se dio en 2000, cuando Octavio del Río y Gerónimo Avilés reportaron a la mujer de Naharon y, más adelante, al hombre de Muknal, que data de hace 13 mil 346. Al día de hoy, los hallazgos reportan un total de 10 personajes, el último es el hombre del Templo, con 8 mil años.


Los esqueletos 

Localizados por los arqueólogos subacuáticos se encuentran en resguardo en las colecciones de paleontología y de humanos en el INAH.

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