Betsabeé Romero recibió la noticia de que su obra Espiral sin fin entraba a la Bienal de Venecia 2024 durante la Semana del Arte en Ciudad de México, mientras exhibía piezas en ZsONAMACO, la última casa de Porfirio Díaz y la galería de Lourdes Sosa, e intervenía la casa de Nina Menocal.
Justo en la edición de ZsONAMACO del año pasado conoció a la directora del Museum of Latin American Art (Molaa) de California, la puertorriqueña Lourdes Ramos-Rivas, y a la curadora argentina Gabriela Urtiaga, quienes propusieron a Betsabeé Romero (Ciudad de México, 1963) un proyecto para Venecia.
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“Me ha sorprendido haber sido seleccionada. Es una invitación de un museo de Estados Unidos, el Molaa, el único de arte latinoamericano en California y uno de los pocos con esa línea en el mundo. Su directora y su curadora tuvieron la idea de presentar un proyecto paralelo para la Bienal, que entran a concurso para ver si son seleccionados como parte oficial de la muestra”, refiere en entrevista la artista.
“Yo he tenido el sueño de participar en la Bienal de Venecia desde hace muchos años, nunca lo había hecho ni había sido seleccionada antes. Ellas tuvieron la idea, me convocaron, trabajé en el proyecto sin saber si iba a ser aceptado y se hizo ya oficial que somos uno de los 30 proyectos paralelos que entran también a la selección oficial de la Bienal de Venecia”, agrega Romero sobre este logro en el mayor encuentro de arte contemporáneo del mundo.
Migración y divisiones
Espiral sin fin se verá en Fundación Bevilacqua de Piazza San Marcos del 20 de abril al 1 de septiembre; compartirá la edición 60 de la Bienal de Venecia con el proyecto seleccionado para representar al país en el Pabellón México Nos marchábamos, regresábamos siempre, de la curadora Tania Ragasol y el artista Erick Meyenberg, ambos dentro de la temática general “Extranjeros por todas partes” planteada por el director del sector de artes visuales de la muestra, el brasileño Adriano Pedroza.
“Se trata de una obra individual en seis salas, con narrativa sobre la idea de fronteras y divisiones que separan, excluyen, dividen no solo desde el punto de vista geopolítico, sino de divisiones o fragmentaciones de la identidad desde lo más íntimo y personal, a nivel de género, hasta una reflexión de las decisiones que existen en el diálogo, incluso familiar”, comenta la artista visual mexicana.
“Trato de llevar en cada sala una dimensión y reflexión distinta para abordar el tema de las fronteras, que es un tópico que he trabajado desde hace mucho tiempo, en relación con la movilidad y la migración. La migración es el tema general de esta edición de la Bienal de Venecia, curada por primera vez en su historia por un latinoamericano, el brasileño Adriano Pedroza, que puso como tema central Extranjeros por todas partes. Así que un proyecto como Espiral sin fin, que representa a una extranjera mexicana, curado por una argentina y presentado por un museo de Estados Unidos dirigido por una puertorriqueña, era muy acorde con el tema general de la Bienal”, comenta Romero con cierta ironía.
La artista visual (que el año pasado participó también por primera vez la Paris Fashion Week con una serie de penachos en la colección Flor migrante de Regina Dondé) dijo que tuvo el acercamiento con el Molaa gracias amigos extranjeros que aprecian su trabajo, como la coleccionista Michelle Heras.
Durante este febrero, culminó su muestra Sombras suspendidas, en la galería de Lourdes Sosa y también participó en la exposición colectiva No se vende en la que supuestamente fue la última casa de Porfirio Díaz en el 28 de la calle de Allende, en el Centro Histórico, como artista invitada por la Galería Errante de Alessandra Migliano; intervino una caja registradora antigua.
“En esta Semana del Arte tuve mucha suerte. En No se vende intervine una caja registradora como parte de una maquinaria económica ya anticuada para guardar o cobrar un dinero, aunque en la actualidad ya se cobra sin moneda ni papeles. Intervine la pieza con mucha nostalgia, pero pensando en la inseguridad y en que los blindajes suelen ser muy caros. Mi blindaje es rústico, con ironía”, comenta Romero, quien forró la pieza con pedazos de vidrios rotos de cerveza para hacer imposible tocarla.
Un gesto de paz
Romero participó este año también en Zona Maco, invitada por la YAM Gallery de San Miguel de Allende, solo con Cisco Jiménez, otro artista mexicano que igual intervino una máquina registradora en No se vende.
“Estoy muy contenta con YAM Gallery. Otra vez son extranjeros los que me apoyan, aquí con la pareja de un chileno y una francesa; para la Bienal de Venecia fue el museo Molaa y también Nina Menocal, que me permitió intervenir su casa, somos muy amigas, ella como embajadora del arte cubano ha traído mucho arte de allá. Tuve el honor de estar yo sola en su casa para intervenirla toda”, añade.
Romero, que ha trabajado mucho los temas de migración, fronteras y feminismos, tituló la intervención en casa de la galerista como Me desperté y la casa todavía estaba allí, inspirada en el microcuento El dinosaurio, de Augusto Monterroso, “porque siento que Nina se duerme pensando en qué van a hacer los artistas con su casa (en Alpes 1470, Lomas de Chapultepec), la pone a la intemperie a la decisión de los artistas que exponen, con la idea de que cuando despierte la casa siga ahí”, expone entre risas la artista visual.
De su trabajo en Zona Maco, comenta que montó “unos laberintos, como círculos viciosos entre cerebros y mapas, que son figuras atávicas escritas en una forma zen con lápiz en papel picado. También, tótems hechos de llantitas de go-kart, con serpientes prehispánicas”. Dice que así buscó recuperar la estética de la historia indígena.
“Y como joya inédita en una feria tan visitada, hice un gesto por la paz: un penacho con plumas blancas, en el que dibujé palomas heridas de bala. Es una expresión de cómo me levanto en la mañana con la cabeza de plumas heridas de paloma de la paz, que ha sido violentada y que no veo cómo se va a recuperar. La gente en Zona Maco podía ponerse el penacho y ser parte de este gesto de paz”, concluye.
Mexicanas talentosas en el mundo
La elección de Betsabeé Romero para la Bienal de Venecia coincide con otras buenas noticias en febrero sobre la presencia de la cultura mexicana a escala global, en específico de mujeres mexicanas: Amanda de la Garza fue elegida como subdirectora del Museo Centro de Arte Reina Sofía en España; Alondra de la Parra fue designada nueva directora artística y titular de la Fundación Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid; Gabriela Ortiz fue nombrada Carnegie Hall Debs Composer’s Chair para una residencia en la sala neoyorquina; y, a finales de enero, la arquitecta Frida Escobedo recibió el premio Charlotte Perriand 2024 de Créateurs Design Association & Awards.
evt