Desde pequeño sus padres le enseñaron que la movilidad era vital para sostener el equilibrio en su tierra, pues nadie emigra del paraíso si no es empujado por la necesidad.
Su nombre original es Rejoy Wichimoba y es conocido en Torreón como Gabino González, artesano tarahumara que de la mano de Eduardo “Guayo” Valenzuela y de Olivia González Zamarrón, encontró en la pintura el formato para expresar su preocupación por la naturaleza.
Del primero, es decir, de Guayo, dice sonriente que lo acercó a su maestra Olivia, de quien aprendió técnicas y soportes pictóricos, pero además, ella le mostró el camino que se discurre entre el artesano y el artista, vinculándolo a otras regiones al visitar por vez primera algunos museos y al acercarlo al pintor Francisco Toledo.
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Olivia González Zamarrón, a través del Instituto Municipal de Cultura y Educación, lo presenta ahora con su primera exposición llamada WICHIMOBA (NATURALEZA), que se exhibirá el próximo 30 de agosto, y también dentro de la asociación Ecogrupo Arte Natura, pues con Rejoy o Gabino, invirtió recursos y tiempo aún después de que la pandemia los distanció, recurriendo a la comunicación por mensajería para continuar las clases.
“La asociación se propone que a través del arte se haga una reflexión ambientalista, sobre los problemas ecológicos”, apuntó la artista visual que radica en la Ciudad de México, pero que es originaria de Torreón.
Rejoy Wichimoba tiene 32 años cumplidos, aunque pareciera mucho menor, comenzó a pintar en Torreón tiempo atrás, pero en uno de sus viajes se quedaría más tiempo del previsto, pues recién bajó de la sierra se decretó la emergencia sanitaria ante la llegada a México del covid-19.
Era marzo de 2020 pero ya conocía la ciudad, incluso mejor que muchos de sus habitantes, pues desde chico su familia le enseñó a tomar otras rutas para evitar los apuros económicos.
“Me quedé aquí en Torreón porque ya no pude regresar. Antes de la pandemia yo ya estaba aquí, estaba viviendo por la Antigua Aceitera y de ahí me cambié y ahorita estoy viviendo por el Cerro de la Cruz. Aquí tengo familia, no tengo hijos y pues se podría decir que (la pintura) fue como una sorpresa que me tocó el corazón, se podría decir... encontré un folleto donde decía que daban un curso de dibujo y entonces le pregunto a un amigo que se llama Guayo y entonces me lleva donde estaba dando clase Olivia González Zamarrón, entonces fue ahí la conexión donde empecé a entender el dibujo, a la forma y cómo se hacía, porque hablando de cuando estaba en la sierra pues prácticamente yo no sabía qué era una pintura o qué era un dibujo, o sea, de lápiz, me refiero, porque sí dibujaba pero con el carbón que se terminaba en la leña; a veces hacía tipos de garabatos en las cuevas, ahí dibujaba”, indicó.
La intención de comunicarse a través de la plástica para Rejoy fue natural, pero en el taller de Olivia estuvo trabajando durante un año y medio.
Él se reconocía feliz con la enseñanza de su maestra, por lo cual la clase se convirtió en lo más esperado, incluso hicieron algunos viajes de estudio, pero con la pandemia y al dictarse el distanciamiento social, se separaron.
“La pandemia llegó y nos dividió un poquito, porque yo estaba muy contento de dibujar, aprendiendo con Olivia porque me estaban enseñando súper bien y le entendía a la forma como enseñaba, me gustaba mucho y entonces la pandemia fue la que nos dividió un poquito, se podría decir, pero cuando se empezó a normalizar, entonces fue ahí donde otra vez se comienza”, mencionó.
González Zamarrón da contexto de la relación con su alumno, al cual acompañó en viajes de estudio al Museo Nacional de Antropología e Historia, al Nacional de Culturas Populares y al Museo del Palacio de Bellas Artes.
Las calles de la Ciudad de México de igual forma configuraron un nueva panorámica en el novel artista, que además tuvo la oportunidad de visitar la zona arqueológica de Monte Albán y algunos museos de Oaxaca, donde recibió consejos del mismo Francisco Toledo.
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“En la pandemia y en la casa seguía dibujando y pintando porque mi maestra me seguía a través, en el celular, me ponía ejercicios y así seguimos. No eran tutoriales, más bien tarea… se podría decir que (fui) como un niño que siempre hace lo suyo, y a veces no cumple, pero a veces sí cumple, pero cuando me dice mi maestra que empezara a dibujar como si fuera un niño pues me sentía feliz porque era como regresar a la infancia”, opinó.
Rejoy Wichimoba tiene ahora 30 cuadros que evocan a la naturaleza en exuberancia y en riesgo, en particular le preocupa el desplazamiento de los árboles y con su trabajo pretende concientizar a la población sobre su importancia ambiental en el mundo, porque son, literal, un respiro para la humanidad.
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