Eugenia León, el lado más humano del amor

FIC 2024

Con un recorrido por la historia de los boleros, la icónica cantante mexicana evocó el amor - y el desamor - en el Teatro Juárez.

Eugenia León en el Cervantino, una noche amorosa | Ariel Ojeda
Guanajuato /

Apenas se asomó al escenario, la llenaron de aplausos. El Teatro Juárez, repleto, recibió a Eugenia León con ese arropo que solo la trayectoria, conjugada con talento, brindan. Y ella, sabedora de que la noche cervantina de aquí en adelante era suya, despojó su corazón y mostró el lado más humano del amor con un recorrido musical por la historia de los boleros.

Su vestido negro y su capa del mismo tono, pero con motivos florales, combinaron con la elegancia morisca del recinto. A su lado, cual confidente, el pianista cubano Miguel Núñez, quien minutos antes, al filo de las 21 horas, abrió la noche con una pieza en solitario, muestra de ese talento que lo ha llevado a acompañar a otros íconos como Pablo Milanés y Mercedes Sosa.

Foto: Ariel Ojeda


¿Cómo fue el concierto de Eugenia León en el Cervantino?

Eugenia tomó el micrófono, se posicionó en medio del histórico escenario – data de finales del Siglo XIX -, dejó que las luces apuntaran sobre ella y comenzó a cantar Llorando por dentro, a derramar sentimientos; de esos que el amor y su contraparte, el desamor, desatan en cualquiera.

“Miguel y yo conserváremos esta noche a través de la música. Miguelito, como le decimos todos los que lo queremos tanto, con su piano único, hace una re-visitación de este género tan universal. El bolero en Cuba Nace. El bolero en México crece. El bolero en América Latina y el mundo florece. Gracias por estar con nosotros”, dijo al presentarse ante los cientos de espectadores de uno de los actos estelares de la edición 52 del Festival Internacional Cervantino.

Cantó El día, del compositor yucateco Luis Demetrio, y recordó que tuvo “el placer” de conocerlo, “incluso tenerlo en mi casa 10 días antes de su triste fallecimiento. En ese momento me contó que compuso 86 canciones dedicadas a la historia de México, desde la conquista hasta el siglo XX, una verdadera joya”.

Foto: Ariel Ojeda
Foto: Ariel Ojeda

Tras Toda una vida, la ganadora del Grammy Latino 2016 a la Excelencia Musical interpretó Si me comprendieras, mientras ocho lámparas de buró descendieron, con cuerdas apenas perceptibles, hacia el escenario, dotándolo de luz e intimidad. Finalizada la canción, comentó que su compositor, José Antonio Méndez, fue de los fundadores del ‘feeling’, concepto que Miguel explicó: “Es una manera de vivir, una manera de decir todo lo que uno siente ante todas las cosas de la vida”.

Sonó Yo sin ti, compuesta por Arturo Castro, y siguió el considerado primer bolero de la historia, Tristezas (1883), de José Pepe Sánchez. Entonces, entre las butacas, alguien soltó un comentario apenas perceptible: “¡Qué bien va!”. Pequeño reflejo del goce general y mayor por Eugenia, y por su homenaje a ese que desde el 5 de diciembre del 2023 es Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

“Son más de 140 años (del bolero) y sigue vigente”, celebró la cantante, y con Piénsalo bien, Quiero hablar contigo, Mar y cielo, Longina y A que no te atreves, continuó evocando pasiones imperecederas.

Entonces, ocurrió un intermedio en el que no hubo silencio: el pianista volvió a exhibir la destreza de sus dedos. Y cuando Eugenia volvió al escenario, ahora con un elegante y brillante vestido azul, soltó un clásico de Roberto Cantoral, Delirio.

"Cuando escuchamos esto, nos queremos más, ¿apoco no? Aunque sea por un instante. Estar enamorada no se parece a ninguna otra cosa; una gota de estar enamorada en cualquier relación la hace incomparable, la colorea vivamente. ¿Y qué me dicen del beso? Pues quien da y besa, no peca, eso lo dice nuestra Décima musa (Sor Juana)".
Foto: Ariel Ojeda
Foto: Ariel Ojeda

Eugenia León cerró el manjar musical cantando Veinte años, Veracruz y Como yo te amé. Con una sonrisa, y agarrada de la mano de Miguel, intentó despedirse de Teatro Juárez, pero éste, caprichoso, le gritó "Otra, otra", tanto que la cantante cedió gustosa. El final, con Lágrimas negras, la puso a bailar, y al pianista a cantar el coro. Y más de un espectador pensó, como durante toda la velada, en un viejo o nuevo amor. ¡Ay, qué rico sentir!


hc

  • Yair Hernández
  • juan.hernandez@milenio.com
  • Es periodista especializado en temas de cultura y entretenimiento. Actualmente trabaja como reportero para Milenio.

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