Alguna vez Astor Piazzolla, a quien hoy el mundo celebra por el centenario de su nacimiento, afirmó que “la música es más que una mujer, porque de la mujer te podés divorciar, y de la música no. Una vez que te casas, es tu amor eterno, para toda la vida y te vas a la tumba con ella encima”.
Su muerte, el 4 de julio de 1992, separó al revolucionario del tango de Laura Escalada, su esposa. Para mantener el vínculo y seguir compartiendo su música con el mundo, su viuda dio vida a una fundación que mantiene su legado a través de sus grabaciones y las interpretaciones del Quinteto Astor Piazzolla, formado por ella.
A cien años de su nacimiento, desde el 5 de marzo el Teatro Colón de Buenos Aires celebra al bandoneonista y compositor con una serie de conciertos que incluye hoy la presentación del Quinteto Astor Piazzolla para tocar su disco más reciente: Triunfal.
En entrevista, Laura Escalada menciona que serán ocho los conciertos en el Teatro Colón, “que solo recibirá a 400 personas en cada uno por la cuestión del virus. Además del quinteto de la fundación, se presentará el quinteto que formó uno de mis nietos, Pipi Piazzolla, y después va a haber orquestas y otras agrupaciones. ¡Va a haber tantas cosas que ya me estoy mareando!”, dice entre risas.
Al inquirirle sobre su forma de trabajar, Laura Escalada dice: “Astor Piazzolla era como un obrero: se sentaba al piano a las ocho de la mañana, hacía un pequeño break para comer y cerraba la tapa del piano a las cinco en punto de la tarde. Todos los días, cuando no trabajaba, por supuesto. Astor más bien era un trabajador de la música, era un obrero de la música, aunque lo llame después artista”.
¿Cómo era verlo en concierto?
Ante su muerte, hemos perdido el hecho de verlo tocar, era algo único. En todas las giras que fui, jamás escuché la misma obra tocada de la misma manera. Él se daba el lujo de darle más vida a su música; si le gustaba el público, la obra podía durar muchísimo. Era fascinante verlo tocar: la concentración que tenía era tan aguda, tan fuerte, tan intensa, que uno se quedaba embobado.
¿Cómo era en los ensayos?
Se reunía con los músicos, pasaba la obra una vez, pero no ensayaba, le fastidiaba. Cuando tocaba con orquesta solo pedía dos ensayos. Nunca le gustó ensayar, y menos tocar el bandoneón en nuestra casa, a no ser un día para desearme feliz cumpleaños.
¿Podríamos decir que Piazzolla es un puente entre la música popular y la de concierto?
Sí, pero más que nada, no se olvide que él es de Buenos Aires, y Buenos Aires es el tango. Él decidió que la música de tango no podía quedarse en el compás de 3/4 y había que evolucionarla, llevarla más allá. Eso fue lo que hizo que trascendiera profundamente, sobre todo en el exterior. Cuando fuimos a vivir a París verdaderamente los argentinos supieron que ahí había un genio y se llamaba Astor Piazzolla.
Al principio de su carrera solista la gente lo rechazaba.
Eso era en Buenos Aires. La gente del tango del 3/4 no lo quería porque según ellos estaba haciendo una evolución que ellos no querían. A ellos les gustaban las obras de tres minutos de 3/4, nada más. En Argentina no fue rechazado, pero sí criticado y fastidiado, por eso nos fuimos a París, y ahí cambió totalmente la vida.
¿Qué es lo que más atesora de Piazzolla?
Nunca se me olvidará que tuve el privilegio de haber vivido con un genio; no se me va a olvidar ningún día. Ha sido para mí un privilegio, que no creo que puedan tener muchas personas en la vida: verlo trabajar, verlo conectarse con el universo. Ha sido sorprendente, no solo como músico, sino como ser humano. Aprendí tanto, pero también me dio tanto, lo mismo que yo a él.
Una relación de calidad y cantidad
“Tuvimos la suerte de convivir años de gran calidad –refiere Laura Escalada–. Lo que importa es la calidad, no la cantidad, pero nuestra relación fue de calidad y cantidad. Teníamos peleas, como todos los matrimonios, pero casi siempre eran peleas tontas, generalmente provocadas por mí”, dice entre risas.
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