Entre las muchas cosas que puede suscitar el arte, hay una particularmente temeraria: la incomodidad política. La historia registra numerosos casos de persecusión a creadores y pensadores por su arte o sus ideas. Quizá uno de los más célebres sea el de Sócrates, quien murió envenenado con cicuta por no reconocer a los dioses atenienses y por corromper a la juventud, según resolvió el tribunal que lo sentenció.
El caso más reciente es el del escultor iraní Parviz Tanavoli, quien enfrenta cargos criminales en Teherán. "Las acusaciones son que mi arte está basado en difundir la falsedad y crear ansiedad pública", declaró el artista. Los cargos podrían significarle una simple multa o el encarcelamiento. Desde el pasado 2 de julio las autoridades le prohibieron salir de Irán y le confiscaron el pasaporte cuando intentaba viajar desde el Aeropuerto Internacional Imam Khomeini en Teherán hacia Londres, donde participaría en una charla en el British Museum para presentar el libro Women in Persian Houses (Mujeres europeas en hogares persas), que recopila imágenes desde el siglo XVI hasta el XX, en las que aparecen mujeres desnudas. Desde la revolución de 1979 en Irán, toda representación de este tipo está prohibida.
Según Tanavoli, el gobierno iraní está dividido ideológicamente, pues mientras un sector busca estrechar sus relaciones con el Occidente, algunas fuerzas dentro de él se oponen categóricamente. Son los artistas cuyo trabajo es reconocido fuera de las fronteras iraníes quienes quedan atrapados en la línea de fuego.
El arte de la disidencia
Después de que los árabes conquistaran Persia en el siglo VII, la escultura murió como forma artística, pues modelar al cuerpo humano contradecía la idea musulmana de que el arte debía representar sólo lo divino. No obstante, Tanavoli migró a Italia en los cincuenta para estudiar escultura y cuando regresó a Teherán inauguró un estudio que se convirtió en un imán para jóvenes artistas.
Con más optimismo que garantías, Tanavoli tuvo que enfrentarse a un panorama complicado: el público no estaba acostumbrado a ese tipo de arte y había pocos coleccionistas en la ciudad. Debía lograr que la gente se familiarizara con su trabajo. Sólo unos años después ya era considerado un pionero del arte pop de su país, con lo que se situaría en la cúspide de su carrera.
A pesar de que para entonces ya era considerado el padre de la escultura iraní moderna y exponente de la escuela Saqqakhaneh —término acuñado en 1962 por el crítico y periodista Karim Emami para referirse a un movimiento neotradicionalista—, en 1965 las autoridades clausuraron su galería porque en su trabajo mezclaba elementos y materiales de Oriente y Occidente.
Durante la revolución de 1979 el panorama se ensombreció para los artistas. Las circunstancias lo obligaron a abandonar su trabajo como académico en la Universidad de Teherán y a mudarse a Toronto con su familia. Cuando los tiempos se calmaron, pudo regresar a su país y desde entonces pasa una parte del año en Irán y la otra en Canadá. Sin embargo, el artista profesa un profundo amor por su país, que lo ha inspirado a publicar, con espíritu de historiador, varios libros sobre la cultura iraní.
Su obra está considerada como la más cara del Medio Oriente. En 2008, una de sus esculturas fue vendida por 2.8 millones de dólares en la casa de subastas Christie's. Su actividad en el circuito artístico es constante; en marzo próximo, el Museo de Arte Contemporáneo de Teherán inaugurará la exposición El león en Irán y el arte de Parviz Tanavoli.