Bandas sonoras con Pasión

Cuatro obras que conjuntan emociones, espiritualidad y un despliegue musical que eleva el cometido de las imágenes en que se inspiraron, con el objetivo de tocar millones de almas; cuatro soundtracks que establecen una liturgia director-músico

Foto: Especial
Israel Morales
Monterrey /

Las películas las arroparon como telón de fondo a escenas que son un credo de imágenes. La Pasión llevada a las partituras de John Debney por encargo de Mel Gibson. La censura que pasó a la historia en La última tentación de Cristo y el musicólogo Peter Gabriel anotándose un acierto más con la banda sonora Passion. Cuando al rock lo miraban como soslayo llegó la genial adaptación musical de Lloyd Webber y las letras de Tim Rice: Jesus Christ Superstar. Además La misión marcó una nueva concepción de Ennio Morricone con un score profundo, y hoy se constituye en verdadera fuente de inspiración de quienes siguen su camino. Todos ellos bendecidos por partituras que son ya consagradas en la historia de la música (hay muchas, por supuesto, ahora solo escogemos cuatro de entre muchas genialidades) y aquí un repaso por esas gloriosas y por demás veneradas notas desde la pasión y el alma.

Jesucristo Superestrella

Si al rock lo catalogaban como modo de resistencia, para el teatro sus poderosos efectos sonoros representaban el ámbito en que se apelaría al dramatismo en su expresión total. Los productores vieron en el atrevimiento un modo de ofrecer una visión contemporánea de la Pasión de Jesucristo, y quienes llevaron a buen puerto esa necesidad fueron Andrew Lloyd Webber como compositor y Tim Rice como autor de tan geniales textos. Jesus Christ Superstar: A opera rock (MCA, 1970) posee extraordinarias voces, buen background sonoro, bondadosa presencia escénica, todo de extracción de la psicodelia de esos años 60 (como Deep Purple o la Joe Cocker Band), pero las críticas dejaron de lado lo que para gusto personal es una de las mejores óperas rock de la historia. Escuchar a Ian Gillan, quien personificó a Jesucristo, con su voz aguda y desgarradora; los gritos de Murray Head (Judas Iscariote); la potencia de Yvonne Elliman (María Magdalena), entre otros, permiten apreciar la música con espíritu y sin los recovecos que inundaron otras adaptaciones. En su totalidad las partituras y los diálogos de canciones como “Superstar”, “I don’t know how to love him”, “Heaven on their minds” y “Everything’s alright” recobran su poder con el que fueron concebidas cuando se reproducen ya sea en CD o en el añejo vinil, si se es coleccionista de rarezas. Hay muchas versiones y cada quien tendrá su favorita y definitiva, basta nombrar el disco tomado de la obra de Broadway de 1971 protagonizada por Jeff Fenholt o el soundtrack de la película dirigida por Norman Jewison, todas joyas de la creación, pero que tal vez se apegan mucho a la ortodoxia con que fueron inspiradas.

Las partituras de una Pasión

John Debney hace de The Passion of the Christ (Sony Music, 2004) un soundtrack serio y cuidado. Esta musicalización lo llevó a tocar notas celestiales, profundas, introspectivas, dramáticas, que iban de la densidad a la depuración, de lo meramente incidental al acopio de estilos, arropado en las directrices de un productor como Mel Gibson, que dejó el alma en su producción cinematográfica, y para el disco las necesidades sembraron por mucho un acierto genial a como lo exigía la propia trama. Basta acudir a la película y esa procesión recreada en Jerusalén para denotar los significados y los vuelcos conmovedores y de fe que dan temas como “Bearing the cross”, “Peaceful but primitive/Procesion” o “Song of complaint”, con lamentos y voces suaves, con recovecos que llevan a las exigencias de las escenas con una salida a fin de cuentas decorosa que brilla en los momentos más estremecedores. Un disco que resume lo que es Debney como músico y como espectador, lo que lo hizo inmiscuirse aún más en un trabajo que de seguro le provocó un sinfín de emociones, tanto que con el tiempo se hizo una versión extendida. Un disco que te lleva a la reflexión máxima de la Pasión de Cristo.

Las posibilidades de La tentación

Genial banda sonora de La última tentación de Cristo que puso a Martin Scorsese como un director polémico y controvertido. El credo del musicólogo Peter Gabriel fue para este llamado Passion (Geffen Records, 1989), el cual llevó más allá de la labor netamente compositiva y recorrió la historia con libre albedrío sin dejar lugar para el aliento, pese a que con significantes pausas ya se encontraba el clamor por la música en la que el ex Genesis marcó una era. Así con la tentación a cuestas, Gabriel hizo de la película un ejercicio de pasión al ejecutar y dictar las directrices musicales, quedando el score a como lo requería el director, para llevarlo a otros planos. Con sonidos tribales y ambientales, estructuras complejas y desgarradoras, con voces y coros espirituales que marcan los lineamientos que su experiencia le daba al ser un ciudadano del mundo, este es un disco que se puede escuchar también como una obra aparte de la película. Gabriel no beatificó el world music, pero sí dio un cauce directo y notable, al que Passion se transforma en el mejor ejemplo de un músico que nunca agota posibilidades. También se lanzó Passion -Sources, una compilación de canciones de varios artistas de Armenia, Egipto, Etiopía, Guinea, India, Irán, Marruecos, Pakistán, Senegal y Turquía, en el que Gabriel no participa en el álbum, solo produjo o coprodujo varias pistas.

La misión como soundtrack

Ya lo dijo Hans Zimer, otro hacedor de bandas sonoras respecto a Ennio Morricone y su excelente trabajo en The mission (Virgin, 1986): “Siempre que pienso en una razón de ser para este oficio de componer bandas sonoras de películas, acudo en mi mente a The mission”. Emotivas, cargadas de ingenio, dramáticas y con la pauta de ser creadas a partir de una historia en que el sacrificio y la bondad juegan un papel determinante, las notas del maestro Ennio fluyen en sus diversas etapas, constituyéndose como un score vital en las imágenes y desencadenante al momento de escucharse por sí mismo, como estar atados al plano original en que Robert de Niro y Jeremy Irons daban muestras de su calidad como actores con sonidos incidentales que sustentaban la carga estremecedora. Esta cinta que evoca el misticismo y el dolor de unos sacerdotes jesuitas por el Nuevo Mundo es la base en que el autor deja notar su gran labor como compositor, notable en piezas como “Falls” (“Cascadas”) y “Gabriel’s Oboe”. Este trabajo marcó a quien fuera compañero de clase de Sergio Leone y músico trompetista en el Conservatorio de Santa Cecilia de Roma al poco tiempo de terminar la II Guerra Mundial, en pocas palabras un autor de la considerada mejor banda sonora de la historia: El bueno, el malo y el feo, que con The mission develó un auténtico soundtrack de culto. Ennio Morricone falleció el 6 de julio de 2020.

Israel Morales

isaavedra10@yahoo.com


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