El 5 de mayo de 1862 en los Fuertes de Loreto y Guadalupe, el Ejército de Oriente, conformado por hombres con cierta experiencia militar, otros improvisados, así como milicianos de la Sierra Norte de Puebla, escucharon el discurso del general Ignacio Zaragoza.
Estas palabras de aliento tomaron relevancia en los pasajes de la historia nacional, pues pusieron en evidencia la desventaja que las tropas mexicanas enfrentaban ante el entonces ejército más poderoso del mundo, no obstante, también reflejaron la única verdad que serviría para derrotar a los invasores: “Vuestros enemigos son los primeros soldados del mundo, pero vosotros sois los primeros hijos de México. Soldados, leo en vuestras frentes la victoria y la fe. ¡Viva la independencia nacional! ¡Viva la patria!”, dijo el general a los mexicanos.
En las litografías proporcionadas por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) se pueden observar las condiciones de los soldados que combatieron en la Guerra de Reforma y en la Batalla de Puebla, quienes solo alentados por el sentimiento de amor a la patria pudieron continuar en la lucha por la defensa de la soberanía.
Agotados tras la Guerra de Reforma, los militares retornaron a sus hogares, sin embargo, el descanso sería breve ya que la amenaza de invasión por parte de Francia ya estaba presente en febrero de 1862. De esta forma, el presidente Benito Juárez ordenó activar el Ejército de Oriente, conformado por 11 mil 500 elementos bajo el mando del general José López Uraga, sin embargo, al poco tiempo solicitó su relevo, siendo sustituido por el general Ignacio Zaragoza. La mayoría de estos combatientes carecía de instrucción y disciplina militar, aunado a que vivían en condiciones de analfabetismo y pobreza, no obstante, creían fervientemente en los ideales de una república soberana.
En este pasaje de la historia sobresale la participación del Sexto Batallón de la Guardia Nacional de Puebla, conformada por cuatro compañías de Tetela, una más de Xochiapulco y otra de Zacapoaxtla, bajo el mando los Tres Juanes: Juan Nepomuceno Méndez, Juan Crisóstomo Bonilla y Juan Francisco Lucas.
Armados con solo machetes, piedras y palos, milicianos de las diversas provincias de la Sierra Norte de Puebla y algunos elementos del Ejército de Oriente fueron los primeros en enfrentar al ejército francés en la Batalla de las Cumbres de Acultzingo, sin embargo, la Batalla del 5 de Mayo fue el escenario para mostrar la gallardía de las fuerzas nacionales, quienes demostraron que el arma para combatir al enemigo fue el amor a la patria.
Soldados de la Reforma (1858)
Autor: Primitivo Miranda.
Técnica: Óleo sobre tela
El autor realizó esta obra en 1858, año turbulento para el país, ya que el entonces presidente Ignacio Comonfort desconoció la Constitución, lo que permitió que el grupo conservador representados por Félix Zuloaga usurpar el poder y que motivó la Guerra de Reforma. De acuerdo con la investigadora Angélica Velázquez, Miranda ofrecía su obra para ser leída desde el ámbito de lo político, en la cual mostraba su postura ideológica: compuesta por soldados humildes, analfabetas, sucios, desnutridos, pero con la carga de defender la Carta Magna y la institucionalidad liberal. El cuadro original se exhibe en el Museo Nacional de Historia-INAH.
La vuelta del soldado a la casa paterna después de la guerra (1902)
Autor: Ignacio Rosas
Técnica: Óleo sobre tela
Se trata de una imagen costumbrista donde se muestra el manejo de luz y sombras. Esta obra le valió a su autor, originario de Veracruz, una beca para estudiar en Europa por parte de la Academia de San Carlos. Así como muchos artistas visuales de finales del siglo XIX, el estilo costumbrista dominaba la escena intelectual. Actualmente, la pieza se encuentra en la Escuela de Bachilleres Ateneo Fuente y forma parte de la Colección Pinacoteca del Ateneo Fuente, de la Universidad Autónoma de Coahuila.
Batalla del Cinco de Mayo (1862)
Autor: Sin datos
Técnica: Litografía
AFM