El cielo azul contrasta fuerte con las rocas amarillo blanquecinas de la montaña, y contrasta tanto que en días soleados el paisaje llega a lastimar la vista cuando el tiro se va al infinito, hasta el confín de esa montaña hermosa que solaza a los cientos de visitantes diarios que se internan por sus senderos, gente que viene a caminar, ciclistas que buscan el hermoso e inspirador paisaje rocoso de La Huasteca para estimular su rodada, o alpinistas que vienen al turismo de aventura.
Qué orgullo tener en Nuevo León esa montaña tan hermosa, ese paisaje que extasía la vista y que nos invita a internarnos en sus parajes y a reflexionar que somos un pequeño grano de arena en el planeta, en esta isla llamada Tierra que flota en el espacio, en este ecosistema al que tanto agredimos.
La Huasteca es un remanso de paz en donde los Huicholes hacen contacto con sus dioses. Es nuestra montaña, es nuestro orgullo. Cuidémosla.