Durante los años en que no hubo relaciones diplomáticas entre México y España, la ciudad de México contó con una embajada en la calle de Culiacán, en la casa de los Taibo, donde “mis padres abrieron sus puertas a todos aquellos españoles y de otras latitudes para brindarles solidaridad, apoyo, un plato de comida o una palmada en la espalda”, recuerda Benito Taibo.
Entre los visitantes a la casa y la mesa de los Taibo se encontraba Joan Manuel Serrat, no sólo entre sus giras en México, sino incluso por más tiempo, cuando el cantante y poeta tuvo algunos problemas con el gobierno español y debía mantener cierto bajo perfil.
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“Serrat llegó a México por primera vez a principios de los 70 a hacer una serie de programas especiales escritos y dirigidos por mi padre. Desde ahí se hizo una amistad indestructible hasta el día de hoy. Papá (Paco Ignacio Taibo I) y Joan Manuel eran íntimos amigos y nosotros lo queremos como de la familia. Vivió un tiempo en nuestra casa de Cuernavaca, porque hubo algún conflicto político y él tuvo que salir de España y tener un bajo perfil, así que se quedó en la casa de mis padres, no te puedo decir si poco o mucho tiempo, pero cada vez que venía a México una parada obligatoria era en casa de mis padres”, cuenta Benito.
Un bonito desmadre
A la memoria de su hermano Paco Ignacio Taibo II llegan otros recuerdos: él ya no vivía en casa de sus padres y el cuarto que había ocupado se había convertido en una recámara de invitados, por donde pasaron infinidad de “compañeros y colegas”, a decir del director del Fondo de Cultura Económica.
“Algunos días Joan Manuel se quedaba ahí, entre gira y gira. Lo vi en casa de mis padres de forma intermitente, porque en aquellos días hizo muchas giras por el interior del país: la casa de mis padres era un bonito desmadre, era como la embajada informal de España en aquella época todavía franquista, donde se acogía a intelectuales”.
En el 70, Taibo II dejó de vivir en la casa de Culiacán 6, que luego se convirtió en Culiacán 76, porque su familia se mudó 30 casas más para arriba, sobre la misma calle, si bien nunca dejó de estar abierta la puerta para quien lo necesitara, “mi madre tenía una gran habilidad para improvisar grandes comidas y recibir a ocho, 10, 12 personas”, evoca.
“A la hora de comer, a la que regresaba frecuentemente, porque además era una época en la que mis posibilidades económicas eran muy chiquititas, siempre había un debate, la presencia de escritores, poetas. Recuerdo haber visto en la casa de mis padres no sólo a Joan, sino también a Víctor Manuel y a Ana Belén, en otra época”.
Benito Taibo reconoce la importancia de la vida y la obra de Serrat desde diferentes frentes; primero, dice, hay que agradecerle la recuperación de Miguel Hernández, de Federico García Lorca o de Rafael Alberti, pero él mismo es un gran poeta, “un constructor de comunidades, un tipo de una pieza políticamente, que se atrevió a cantar en catalán cuando era considerada casi una lengua prohibida”.
“Joan Manuel siempre ha estado del lado de las causas correctas y nobles: un tipo de una pieza, entrañable y maravilloso. Para mí, hablar de él es como hablar de uno de mis hermanos o de mis tíos”, finaliza el escritor.
nerc