Betsy creía en la otra vida. Así se explica el nombre de su último espectáculo, Ave Fénix, que presentó el año pasado luego de un largo periodo de inactividad a consecuencia de una enfermedad conocida como disfonía espasmódica, que le había atacado las cuerdas vocales y le impedía cantar. “Cuando tocas fondo, buscas una salida y, en mi caso, fue reinventarme”, me dijo antes de su concierto en el Teatro de la Ciudad donde no cantó, pero se dedicó a recitar poesía y hacer experimentos con la voz.
Hoy, la música independiente está de luto: Betsy falleció de un paro cardiaco, informó su vocera, Angélica Ruiz. Se pierde una de las voces distintivas no sólo del blues en México, sino también de otros géneros, merced a sus experimentos —con tintes blueseros—, con el son, la música ranchera, la música sinfónica, la canción catalana, las canciones de los Beatles y Agustín Lara, así como la musicalización de poemas.
El cuerpo de la cantante que grabó discos memorables como Betsy Pecanins canta blues, La reina de la noche, El efecto tequila, Sólo Beatles y Ésta que habita mi cuerpo será velado en la agencia García López.
Betsy, con quien me unía una hermosa amistad, nunca mostraba amargura en sus palabras sobre su estado de salud. En nuestra última entrevista decía sobre la pérdida de la voz: “Ser cantante no era únicamente lo que hacía, sino lo que yo era. Es algo que me dio identidad, me dio fuerza y salud durante muchos años. Me enfermé de un problema físico muy fuerte porque tenía secuelas de salud de cuando era bastante pequeña —y que he toreado muy bien a lo largo de mi vida—. Y entre la pérdida de parte de mi familia y de la voz, casi me muero, porque la tristeza fue también un factor fuerte”.
Con buen humor, tituló “Ave Phoenix” a una de sus últimas canciones, porque nació en la capital de Arizona. Nací en el desierto de Arizona, un sitio de belleza misteriosa/ Le llaman la antesala del infierno porque todo lo que nace ahí es extremo/ Entre monstruos de gila y alacranes me arrullaron los cantos de chamanes/ Fui creciendo a la par de los indios con vergüenza y dolor por su exterminio. Y más adelante: Y mi voz se volvió mi identidad, mi fuerza, mi salud y mi verdad. [OBJECT]
Su voz se ha apagado, pero no sus grabaciones, que habrán de ser escuchadas con atención, pues sabía reinventarse en cada disco, como en Sones, de 2010. Al hablar sobre esta grabación, dedicada a la reciente muerte de su madre, interpreta una desoladora versión de “El tren”, canción de Rafael Mendoza que adquiere dolorosa actualidad. Todo se muere algún día,/ tarde o temprano, es la ley./ Esta canción que es la vida/ se hace silencio también.
De padre estadunidense y madre catalana, su vida fue un cruce de nacionalidades y geografías musicales y culturales. Creció entre tres idiomas: español, inglés y catalán. “Viví una mezcla de fonéticas y de músicas que hicieron la cuestión multicultural muy fuerte —expresó en una entrevista cuando celebraba 30 años de cantante—. Desde los 13 años a los 23 o 24 viví repartida entre México, Estados Unidos y Barcelona”.
Recuerdo su sonrisa tibia, sus palabras amables, su amor a la vida, su pasión bluesera. Liberemos la tristeza con un blues por Betsy Pecanins, quien definía el género como un canto de libertad: “Todos nos sentimos muy oprimidos por nuestro mundo: entre la guerra, la desigualdad y la situación ecológica. Muchas cosas nos afectan y nos hacen sentir una desesperanza. En este sentido creo que el blues es un canto de libertad del alma, un canto que reivindica lo que somos como seres humanos dignos”.
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