A punto de cumplir 40 años el próximo 21 de diciembre, Blanca Ríos (Monterrey, 1983) celebrará su cumpleaños mientras protagoniza por última vez con la CND el tradicional ballet de época navideña compuesto por Piotr Ilich Tchaikovski, en su vigésima temporada decembrina en el foro de Reforma, con funciones del 15 al 23 de diciembre, en una producción con 200 artistas en escena y música en vivo, por la Orquesta del Teatro de Bellas Artes bajo la batuta de la maestro española Julia Cruz.
“Ha sido un ballet muy especial en mi carrera. A los ocho años fui elegida para hacer Clara en la Escuela Superior de Danza de Monterrey; eso me abrió las puertas para entrar a los 18, en 2001, a la Compañía Nacional de Danza (CND), donde interpreté varios roles”, comenta Ríos a MILENIO, quien anunció su retiro para marzo con La Esmeralda.
Define la danza como una adicción en su vida y a sí misma como “una primera bailarina fuerte, segura, entregada; además de mamá feliz, plena, madura, que da el corazón a toda la gente”. Con casi cuatro décadas bailando (inició a los cuatro años) y con experiencia también en la enseñanza de la danza, aconseja a los más jóvenes que no permitan que nadie les diga que no pueden lograr sus sueños.
El ballet es su escape a otro mundo. “La danza me ha dado salud mental y emocional”, dice Ríos.
Siempre elegante hasta en su manera de llorar de emoción cuando habla de su legado y su retiro de los escenarios, Blanca Ríos dice sin titubear que sus máximos sueños, retos y satisfacciones fueron ser primera bailarina, convertirse en madre, y poder desempeñar en ambos papeles al mismo tiempo.
“Siempre quise ser mamá, quería cumplir ese sueño. Fue un gran reto poder balancear estar con mis hijos y seguir trabajando; ser madre me hizo madurar muchísimo como bailarina, no sería la misma sin mis hijos. De mi primer embarazo me recuperé bien; el segundo fue mucho más difícil y tardé más.
“Vino la pandemia, me costó mucho recuperarme, pero seguí trabajando. No hablo mucho de esto, pero también tuve un problema de salud con mi hijo mayor, dejé de bailar por seis meses para dedicarme a él, eso me hizo pensar mucho y poner en la balanza qué era lo que valía más. Mi hijo ya está bien, pude volver a bailar y la danza me hizo salir adelante en ese momento tan difícil”, comparte la artista.
Y Blanca no sólo es primera bailarina y madre, también volverá a ser, por última vez, hada madrina. El Hada de azúcar.
¿Cómo ve a la Clara que interpretó de niña?
Era una niña llena de sueños, sin miedo. Me identificaba mucho con ella cuando era niña y adolescente; era feliz, tierna, dulce. Ahora me conmueve ver a todas las niñas que hacen los roles de El Cascanueces, iniciando sus carreras, con muchos sueños y sin miedos, porque me recuerdan esa época. Me da mucha nostalgia y al mismo tiempo mucha emoción.
¿Qué soñaba de niña?
Era tan joven. Cuando empecé como Clara tuve la oportunidad de trabajar con bailarines profesionales y ese momento me abrió los ojos y me inspiré en ellos. Fue cuando dije: “Quiero llegar ahí, ser como ellos, pertenecer a la CND; quiero hacer carrera”. Eso me sucedió.
¿El Cascanueces fue determinante en su carrera?
Totalmente. Es un ballet que te enriquece muchísimo desde que eres niña. Tiene una gran variedad de personajes que puedes interpretar, eso te hace crecer. No recuerdo cuándo estrené el Hada de azúcar, creo en 2006, pero ya tengo bastante tiempo interpretando el rol. Es uno de los papeles más difíciles que he hecho; lograr esa elegancia y esa parte técnica en las piernas y, al mismo tiempo, llenar el escenario. Debes tener la estamina para lograrlo, es muy difícil, muy largo, técnicamente muy fuerte.
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¿Cuál es el sello de Blanca Ríos en el ballet?
Lo que más busco, a través de mi arte y mi expresión artística, es tocar los corazones de cada uno de los niños y las niñas o del público, para acercarlos a este maravilloso mundo, inspirarlos a querer estudiar danza.
¿Cuáles eran sus preocupaciones cuando inició, y cómo ve las preocupaciones de niños y niñas con los que trabaja?
No tenía preocupaciones, bailaba, era feliz. Era una niña que no tenía miedo de nada, algo diferente a lo que vivo ahora como primera bailarina, porque tengo la responsabilidad de que me están viendo todos los jóvenes y de que tengo que hacerlo bien, ser muy responsable con la categoría que tengo. El nervio es diferente, la responsabilidad es mucho más grande y difícil. Las niñas y los niños de ahora tienen mucho acceso a la danza con grandes bailarines que ven en redes sociales. Están creciendo, madurando el tema del ballet mucho más rápido de cuando yo comencé.
"Eso es positivo y a la vez negativo. Tienen acceso a cosas muy buenas donde pueden aprender y otras que no están correctamente hechas. Me he topado con niños que están estudiando, ensayando nuevos pasos cuya estructura ni siquiera saben o no conocen la técnica correcta para hacerlos. Sin embargo, también veo que van creciendo, en la parte técnica van haciendo más cosas. Pero, lo importante es que siga prevaleciendo esa parte artística de los personajes, que junto con los pasos, las piruetas, los saltos, se trabajen los personajes de manera limpia y prevalezca la parte artística”.
El Auditorio Nacional, siempre se llena con El Cascanueces, ¿cómo repercute esto en el desarrollo de la danza en México?
Es muy importante este espectáculo en ese lugar porque llegamos a mucha más gente con nuestra danza. Participan alumnos de la Academia de la Danza Mexicana y la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea en los papeles de Clara y Fritz, soldados, ratones, bombones y angelitos. Es un espectáculo que todo mundo tiene que ver. Con nuestro arte, podemos tocar los corazones de nuestros jóvenes, que ahora lo necesitan mucho en este país. Es muy interesante integrar a los alumnos, como me sucedió a mí de niña, en un espectáculo ya tradicional de las familias mexicanas. Es muy importante que vengan, se acerquen, para regalarles un poquito de nuestra experiencia en este mundo, que se empapen de este amor, bondad y unión familiar que despierta este ballet.
¿Qué tan importante son los padres en la determinación de una vocación por el ballet?
Mis padres me apoyaron mucho, me dejaron venir a los 17 años desde Monterrey a Ciudad de México. Sin ellos no sería lo que soy ahora, les agradezco mucho. Ahora también yo he formado una familia, tengo dos hijos, que me están apoyando, gracias a todos ellos he podido seguir bailando. Ser mamá y a la vez ser bailarina es el reto más fuerte que he tenido en mi carrera, pero me siento muy afortunada por poder seguir dando este arte y cumplí mi sueño de ser mamá. Ahora he tomado la decisión de retirarme, es el momento de devolverles ese tiempo que me dieron en mi trayectoria.
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¿Qué es para usted ser primera bailarina?
Es el sueño de toda bailarina, es llegar a ser la mejor bailarina de todas, poder interpretar los roles más soñados por cualquier bailarina. Y es una responsabilidad muy importante cada vez que te paras en el escenario; eres el ejemplo de todos, para todos. Eso es lo que significa para mí ser primera bailarina.
¿Qué debe tener una primera bailarina?
Debes ser muy dedicada, constante, disciplinada, enfocarte; sin eso, es imposible. Y si no lo trabajas, es difícil de lograr. Eso va encaminado a tener una salud mental y emocional.
Nureyev decía que un bailarín recurre a la técnica cuando le falta la inspiración.
Pues sí, a mí me ha pasado. A veces tienes desafíos, a lo mejor ensayas y audicionas y no logras el objetivo, no eres elegida, pero eso no significa que seas buena o mala, y a veces te desmotivas, te deprimes y eso te quita la inspiración. Pero vuelves a la danza clásica, a los pasos básicos, a la técnica, y vuelve a surgir la inspiración. Eso lo he aplicado y me ha ayudado a salir adelante.
¿Qué inspira a Blanca Ríos?
Qué difícil pregunta. Me inspiro ahora mucho en mis hijos, en bailar para ellos, para mi familia. Ya bailé, ya logré, hice lo que quise, hice la carrera que jamás imaginé, llegué a ser primera bailarina en la Compañía Nacional de Danza, la principal del país. Ha sido un gran regalo. Han sido muchos años. No te digo que no ha habido ratos en que pierdo la inspiración, pero trato de enfocarme y seguir persiguiendo mi sueño, que ha sido éste y que va a terminar y también eso voy a tener que afrontarlo.
¿Cómo inspira a otros?
A través de mi danza. Y dando clases, acercándome a ellos. Tengo una escuela de danza, Ballerina Center, donde puedo transmitir un poquito de mi experiencia.
¿Cuál es su mayor satisfacción?
Tengo varios momentos de grandes satisfacciones. El más hermoso fue cuando me nombraron primera bailarina, jamás lo esperé ni imaginé. Fue justo durante una temporada de El Cascanueces; me mandaron llamar y me nombraron primera bailarina. Hasta pregunté: “¿Cómo? ¿A partir de cuándo? ¿Me van a preparar? Y no, desde ese momento ya era primera bailarina. Fue una gran sorpresa para mí. Y ha valido la pena tanto esfuerzo, haber dejado a mi familia por tantos años.
¿Cuál es su ballet favorito?
No tengo uno favorito, todos tienen algo muy especial y me encantan. El sueño de toda bailarina es hacer Giselle. Cuando logré bailarlo fue mi culminación como primera bailarina después de que me nombraron. Debió de ser en 2009 o 2010. Debuté en él con el primer bailarín Érick Rodríguez (que se retiró de la CND en octubre pasado). Había audicionado para otro ballet y no fui elegida, pero de pronto me llegó esta oportunidad con Giselle y fue algo indescriptible. Ya lo he interpretado muchas veces y siempre lo he disfrutado y hecho diferente, por la madurez en mi vida personal que he tenido.
¿Por qué Giselle es el sueño de todas las bailarinas?
Tiene retos técnicos y artísticos muy difíciles, que no cualquiera puede lograr. Después de que has bailado, interpretado, el primer acto, tienes un desgaste emocional tremendo con el momento en que Giselle pierde la razón por amor; interpretar esa locura hasta la muerte es bastante duro. Es un ballet que me hizo crecer muchísimo y que tuve que trabajar demasiado frente al espejo. Pero, conforme pasaron los años fui disfrutándolo más. Y eso lo hace muy, muy especial para cualquier bailarina.
¿Qué ve Blanca Ríos frente al espejo?
Ay, qué difícil. Es difícil como bailarina verse todos los días en el espejo porque te vuelves muy dura y muy crítica contigo misma. Trato de verme y de trabajar duro y de motivarme, y si no me gusta lo que veo, luchar contra eso.
¿Cuál es el legado de Blanca Ríos a la Compañía Nacional de Danza?
Fui la primera regiomontana en ser la primera bailarina de la compañía más importante del país. Y siempre bailé con el corazón. Voy a llorar. Nunca fui la bailarina con todas las condiciones físicas para bailar, fui bailarina de mucho trabajo, pero siempre bailé con el corazón y con esta expresión que pudiera llegar al público.
¿Cuál es la mayor satisfacción?
Pudiera ser lograr mi sueño de ser primera bailarina y al mismo tiempo cumplir las responsabilidades de ser una mamá y tener una familia.
MGR
Anunció que se retira en marzo con el ballet La Esmeralda. ¿Qué sigue después?
Sí, me estaré retirando con La Esmeralda. Es un ballet muy bonito que no se baila en la CND desde su estreno hace años. Me gustaba la idea de retirarme con una producción grande, donde toda la compañía participara. Así que tomé la decisión de retirarme con él. Además, sabía que la compañía quería hacerlo pronto y me pareció muy interesante poder despedirme con él después de El Cascanueces. A futuro, ahorita lo que pienso es dedicarme a mi familia, devolverle el tiempo, ver a mis hijos crecer, que no me pierda un segundo más su crecimiento; también, poder dedicar más tiempo a mi escuela de danza. No descarto por completo ni de golpe seguir bailando, buscar por ahí alguna propuesta de un año o dos seguir bailando, y explorar algo más en mi vida personal fuera de la danza.
¿Qué es la danza para usted?
La danza es una adicción para mí. De hecho, me es muy difícil decir que voy a dejar de bailar, porque el ballet forma parte de mí desde muy niña. Se ha vuelto adicción. Nunca voy a dejar de bailar. Es mi escape a otro mundo; me convierto en otra persona cuando estoy en el escenario. La danza me ha dado salud mental y emocional.
MGR