Stefano Bollani no conoce nada sobre el jazz de México, pero sí algunas canciones populares. Ayer, durante su presentación en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, además de mostrar diversos rostros del jazz de varias épocas y estilos, incluyó un saludo a la música mexicana.
Horas antes, mientras probaba los pianos para decidir cuál tocaría, repasó clásicos del jazz como “Jitterbug Waltz”, de Fats Waller, para luego abrir “La puerta”, de Luis Demetrio, y echar a volar la nostalgia de “Cucurrucucú paloma”, de Tomás Méndez. Pianista de formación clásica, encontró en el jazz la herramienta para entremezclar sus gustos musicales.
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El músico italiano afirma que estudió música clásica porque quería ser cantante pop, pero se tropezó con Charlie Parker y su vida cambió: “Me enamoré de la idea de hacer algo diferente cada noche. Cuando era pequeño, tocar la misma pieza de Chopin, Brahms o Haydn era para mí un poco fatigoso. Lo clásico no me gustaba, aunque muchos años después grabé la música de Poulenc, Gershwin y Ravel... Lo que no me gustaba era el ambiente y tocar todos los días lo mismo. No era cuestión de las notas, sino de tocar siempre con la misma dinámica. A mí me gusta hacer la música en el momento”.
Su encuentro con el trompetista Enrico Rava fue fundamental:
“La primera cosa importante que aprendí de él fue su manera de guiar a un grupo. La primera vez que tuve uno, yo era muy preciso: aquí el bajo hace esto, allá la batería toca aquello, la guitarra esto... Con Enrico aprendí que, si elegiste unos músicos, tienes que confiar en ellos. Ahora a los músicos les digo pocas cosas, como cuál es la atmósfera de una pieza, y después los dejo volar. Algo que me gustó de Rava cuando me eligió para tocar con él, es que me estaba escuchando: todo lo que acontecía era interesante, materia para dialogar”.
Con un estilo que permite a la música respirar, algo que comparte con Rava, el también compositor destaca la importancia del silencio:
“Sin él, la música no existe. Enrico es particularmente poético con la trompeta y está muy atento a esas cosas y a establecer un diálogo en la música. Pero incluso un monólogo necesita de pausas para que el público pueda interiorizar lo que acaba de acontecer”.
Stefano considera perfectos los conciertos de piano solo: “Puedo tocar lo que quiera en ese preciso momento y no necesito hablar con nadie ni requiero ensayos. Puede ser difícil si una noche no hay inspiración, pero generalmente es cosa de relajarse. Para mí es fácil no ser distraído cuando toco, y es más fácil descuidarme en la vida”.