Teófila Toledo Hernández abre sus ojos y sonríe todas las mañanas cuando ve la gama de colores que se desbordan de las prendas que vende, estampadas de flores azules, rosas, rojas, lilas, moradas, naranjas o amarillas, cada una tiene su toque personal y el deseo profundo de que sus hijos salgan adelante.
Empezó a bordar a los 19 años, cuando se casó. Su suegra le transmitió el conocimiento del bordado como lo hizo con sus hijas y, mientras iban naciendo sus hijos, Teófila se hizo una experta en esta técnica proveniente de Huejutla, donde los colores renacen cada amanecer en cualquier rincón.
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“Me siento orgullosa de ser indígena, de bordar estas piezas que, cuando las veo por las mañanas, me nace el orgullo de mostrar mi mercancía, que se reconozca en ferias, sobre todo las de Veracruz, y ahorita en Pachuca, en el Pabellón Artesanal de la Feria San Francisco”.
“Mi suegra sabe bordar, porque a ella también le enseñó su mamá, pero hacía camisas para los indígenas y ya luego comenzamos a hacer diferentes prendas, pero yo le agradezco que me haya enseñado, es mi vida y con él he sacado adelante a mis hijos, con apoyo de mi esposo”, expresa, mientras hace una pausa al darle una puntada más al pétalo amarillo que borda sobre una tela morada que será, al final del día, un vestido que pondrá a la venta en esta exposición.
Teófila nació en Jaltocan, Hidalgo, pero Huejutla le ha dado la oportunidad de hacer crecer el negocio familiar, en el que participan sus cuñadas y su suegra.
“La verdad es que se ha hecho más visible el trabajo que realizamos los indígenas, por ejemplo, mi esposo y yo trabajamos para sacar adelante a nuestros hijos; la mayor ya se casó y su esposo se hace cargo de ella, pero también tiene una carrera de estilista, aunque en este momento se dedica a cuidar a su hijos”.
“Tenemos dos hijos más que aún dependen de nosotros, mi hijo que va a la Universidad para graduarse como licenciado en gastronomía, y mi hija, la más pequeña, está en el Colegio de Bachilleres (Cobaeh), pero ella quiere estudiar medicina, ¡imagínese tener una mujer médica!, pues qué orgullo y la vamos a apoyar mientras ella le siga echando ganas a las escuela; ella es capaz de llegar a donde sea, yo soy capaz de seguir bordando para impulsar sus sueños”, insistió Teófila, quien se atreve a dar una puntada más con hilo amarillo a la flor que borda desde la mañana.
Teófila asegura que ella tiene el don de bordar y que, si tuviera la oportunidad de escoger una actividad a realizar en la vida, sería esta misma, porque “me siento bien, siento bonito cuando termino una de mis prendas”, dice, mientras confiesa que a su hija mayor la está convenciendo de que aprenda, “ahorita que tiene a sus hijos chiquitos, para que no se pierda la herencia”, asegura.
Ella se distrae y deja de pensar en las preocupaciones que atañen a la vida cotidiana, mientras en cada puntada le da vida a las flores que borda en cada vestido, blusa, falda o camisa que realiza diariamente.
“Me distraigo mucho, pero siempre atino a los colores para las flores que hacen que se vuelva llamativa para los clientes, y a nosotros nos da mucho gusto que la gente valore el trabajo que hacemos”.
“No es fácil el trabajo”, suspira, “porque como artesanos debemos salir a diferentes plazas a vender nuestro trabajo, a veces se puede, a veces no, porque luego sí cobran caro en algunas ferias; afortunadamente en ésta no nos cobran el piso, pero hay que sacar para la comida, el albergue, el baño y el transporte”, indica.
Al año, participa en tres ferias diferentes, la mayoría en Veracruz donde más se venden sus artesanías, y solo espera seguir creando flores de colores porque aún le queda su pequeña hija, a quien le darán todo el apoyo para que estudie medicina y sea la primera mujer de la familia, en titularse en una carrera universitaria.