Nació en Ciudad de México pero a los siete años cambió residencia a Chetumal, Quintana Roo. Esta permuta se dio en la década de los años ochenta y Gabriel Robles siendo un niño se adaptó al paisaje del mar y de la selva; colgarse de los árboles fue luego parte de un discurso desconocido en la capital del país, donde la dinámica obligaba a horarios rígidos, lo que le impedía generar lazos de amistad.
“Sí fue muy grueso porque llegas y es otro tipo de gente, más cálida pero al mismo tiempo distinta a lo que estás acostumbrado. Fue empezar a tratar de socializar cuando en el entorno donde vivíamos era muy difícil".
“Entonces ahí crecí y estuve hasta la preparatoria en Chetumal y después se me metió la locura de volver a Ciudad de México, me fui a estudiar Ingeniería Electrónica en la UAM Iztapalapa, pero el gusto me duró como seis meses porque estaba bien difícil, el nivel académico era tremendo; afortunadamente quedé en esa universidad pero mantenerte ahí era muy difícil”.
Gabriel habló con sus padres y volvió a Chetumal. La influencia musical existía en la familia y si bien Robles apunta que no eran profesionales, su abuelo era pianista y su abuela cantaba ópera. Además por parte de la familia materna, unos tíos tocaban en una rondalla.
Se trataba de jóvenes, pero a Gabriel lo llevaban a las presentaciones. En los recesos él tomaba los instrumentos. Ese gesto de aprender jugando lo llevaría más lejos después.
“Ahí fue donde empecé el contacto con la música porque cuando ellos se iban a tomar un refresco, yo agarraba las guitarras y me ponía a jugar con ellas. Era un talento que tenía porque se me hacía sacar las canciones más fácil que a mis tíos que eran los que tocaban".
Gabriel escuchaba lo que cualquier niño en México: Parchis, Menudo, Enrique y Ana, lo que dictaba la televisión abierta e incluso pensó en dedicarse a la ciencia porque desde pequeño su inclinación era la inventiva, la ingeniería.
Afirma que de joven no tomó la música con seriedad por los estereotipos que dictan que los artistas se mueren de hambre. Sin embargo llegó el tiempo en que reconoció que la ciencia no era su vocación y comenzó a tocar con grupos de rock.
Los foros de los bares en Chetumal fueron sus primeros escenarios y el rock progresivo le permitió recibir ingresos porque el rock de los setenta y la psicodelia junto a sus tíos fueron desayuno, comida y cena para el músico.
“Es una música muy interesante que a la par con la clásica tiene muchísima influencia por todos los cambios de tiempos y dinámicas y creo que fue una gran escuela el haber escuchado a estos grupos. Comencé a tocar en bares como año y medio y de repente pusieron una escuela de música y casualmente el director de esa escuela, no sé qué estaba haciendo allá pero era el maestro Manuel de Elías, seguramente recuerdas que ha venido aquí con Camerata, y pues yo entré y dije: ‘Toco el bajo eléctrico, pues me voy a meter a ver qué más aprendo, pero la verdad el solfeo y todo era terriblemente difícil y lo veía como un abismo”.
Y un cambio de residencia más
La familia de Gabriel Robles volvió a cambiar de residencia. Y fue en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas donde pensó en estudiar arquitectura. Era el año de 1994, justo cuando estalló el movimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, lo que gestó no sólo cambios sociales sino de una riqueza cultural impresionante que impactaron al joven artista.
“Después del 94 se abrieron muchos foros para los jóvenes y empezaron a soltar toda la verdad y a quejarse a través de los grupos de rock urbano que había allí. Por supuesto que al llegar a Tuxtla Gutiérrez en vez de meterme a arquitectura me metí a una banda de rock, fue lo primero que hice y conocí a gente muy valiosa, de muy buen nivel y empecé a hacer ahora sí rock progresivo, formamos una banda que se llama Nauyaca, que creo que fue de las primeras de metal”.
Robles estudio primero el piano, intentando seguir los pasos de su abuelo. Pero se necesitaba un contrabajista en la orquesta de la escuela. Encontró uno nuevo en la bodega e intentó hasta que pudo entenderlo. A los cuatro meses entró a la Orquesta Sinfónica de Chiapas. Luego se fue a Xalapa, Veracruz estudiando música allá perfeccionando la técnica de su instrumento. Lo que siguió fueron audiciones.
Una recomendación con Shade
Con el cambio del siglo alguien lo recomendó al maestro Ramón Shade. En resumen, el músico afirma que la Camerata de Coahuila ha sido su verdadera escuela.
“Después de estar siete años en Xalapa recibo una llamada de Torreón de parte del maestro Shade diciéndome que me invitaban a venir a audicionar para la plaza de principal de contrabajos, por supuesto que como buen sureño no tenía idea de dónde estaba Torreón ni cómo era el norte… Llego aquí es otro mundo desde el punto de vista musical, es una exigencia tremenda, era una orquesta mucho más pequeña que ahora, éramos como 17, más o menos y era el único contrabajo cuando yo estaba acostumbrado con ocho o diez, como sección".
“Fue ganarme la rifa del tigre, sí, qué padre, ya soy el principal en una orquesta profesional pero, llegas, yo llegué de 30 años y dije: ‘No sé nada’, realmente sí estudié en la escuela, sí tengo experiencia y todo pero ahora es otro mundo porque es una orquesta más pequeña donde todos los detalles… no te puedes esconder. En esta orquesta, aún con el número que somos ahora, todavía es imposible que tú puedas cometer un error porque se nota y tienes que estar todo el tiempo de que debes tocar perfecto porque todo absolutamente se oye”.
Gabriel Robles es un hombre feliz y le tocó la fortuna de compartir desde el 2003 el escenario y trabajo con Tatul Yeghiazaryan y Natalia Riazanova.
De sus actuales compañeros confirma que son todos en extremo talentosos y eso eleva las metas personales y colectivas en cuanto al discurso musical. De la selva al desierto y del progresivo al clásico este músico ha vivido, se ha adaptado y ha sabido conformar una familia.
Se casó con Michelle Chaurand, bibliotecaria de la orquesta, y a la par con un proyecto musical que rinde frutos en cuanto a la enseñanza de jóvenes. En el caso de Robles, éste fundó la Escuela de Música Silvestre Revueltas en tanto ha gestado proyectos personales y ahora, debido a la pandemia, ofrece hasta clases particulares virtuales.
CALE