Cambió de continente para compartir la vida a través de la música en toda la extensión de la palabra, es decir, como intérprete clásico y como formador de nuevos instrumentistas. Así es el perfil del músico ruso Ioseb Gamilagdishvili, quien se adaptó a la cultura lagunera y por veinte años ha sido parte de la Camerata de Coahuila.
En veinte años ha visto crecer esta orquesta a la que ve como su hogar, y en dos décadas ha impulsado la enseñanza a través de la Escuela de Música que se mantiene en el Centro Cultural La Jabonera y en la Orquesta Sinfónica Juvenil de Torreón (Osijut).
Originario de Georgia, la música era parte del discurso cotidiano. A la edad de seis años ya sabía tocar al menos dos instrumentos y aunque su mamá hubiera querido que se dedicara a la medicina, la tradición familiar se impuso.
“Mi familia es de músicos, mi mamá es violinista, el papá es chelista y los dos estaban trabajando en el Teatro de Ópera y Ballet, el Teatro Nacional. A los seis años empecé con violín y piano y posteriormente en el oboe. La verdad mi familia soñaba con que fuera un doctor o alguna cosas así. Ellos tomaban muy enserio la práctica musical; tenía mis exámenes, mis conciertos en la escuela infantil y cosas así, pero mi mamá quería que yo fuera doctor”.
En su juventud ingresó a una escuela orientada a las ciencias exactas, físico-matemáticas, pero Ioseb Gamilagdishvili entendió que la música era lo que deseaba. No es que no pudiera con otra especialidad. Se trató de un llamado de verdadera vocación.
“La decisión fue mía. Desde niño ellos me llevaban al teatro de ópera y yo estuve esperándolos en los ensayos, en las funciones; ahí me juntaba con otros niños, me metía a la fosa orquestal, iba a las giras con ellos porque el teatro con las giras viajaba a las repúblicas vecinas, era mi ambiente, era muy familiar”.
Sus inicios en el oboe
Ioseb observa su vida en retrospectiva y dice que tuvo momentos extraordinarios que lo acercaron a la música. Así fue parte de un grupo musical de jóvenes, adolescentes que iniciaban a los doce años, viajando constantemente a las repúblicas socialistas y a otros países como Polonia, la Alemania Democrática, Checoslovaquia o Rumanía.
“El organizador, el que creó el grupo, era nuestro vecino y era muy amigo de mis papás y después se creó un grupo con niños más chicos, de 8 a 9 años. En algún momento ellos tenían una gira de los chiquitos pero por toda la costa del Mar Negro, y él pidió permiso por una semana y me dejaron ir mis papás. Yo tenía nueve años y muchos niños iban de una ciudad a otra y viajaban mucho".
“Disfruté mucho y cuando regreso en algún momento salgo a la tienda y me encuentro al vecino mío y me pregunta si quiero tocar en su grupo, le respondí que sí, que era un sueño. Entonces diles a tus papás que te consigan un oboe. Con el oboe se batalla mucho, es muy escaso. Les dije a mis papás y a los dos o tres días me consiguieron el oboe, lo trajeron y empecé. Desgraciadamente a los dos meses este vecino tuvo un problema cardíaco y falleció, el grupo se deshizo pero yo me quedé con el instrumento. Esa fue la historia”.
De la URSS a México
Ioseb Gamilagdishvili fue invitado a México por una prima, violinista, quien aún toca en la Filarmónica de la Ciudad de México. Él tenía 19 años y estudiaba en el conservatorio. Al llegar fue Gordon Campbell quien lo invitó a trabajar en la orquesta de Aguascalientes.
“De alguna forma me ayudó a terminar mi carrera porque venía aquí a trabajar desde septiembre hasta que empezaba la feria de San Marcos, que era en abril; me dejaba ir sin goce de sueldo. Así fue”.
Este trabajo le permitió conocer otras ciudades como Guadalajara, Guanajuato, Querétaro, Toluca y Estado de México. La música generó su movimiento al ser invitado a trabajar, dice, como un extra. Así conoció la ciudad de Torreón, donde necesitaron un oboe extra para un programa donde participó Eugenia León. Luego el director, Ramón Shade, le dijo que necesitaba un oboísta y Ioseb pensó que podría durar seis meses que son ahora 22 años pues llegó a la región en marzo de 1999.
“Cuando apenas inició la orquesta era más chica, no teníamos varios instrumentos de los que tenemos ahora, cuerda era más reducida, creo que eran dos oboes, dos cornos, un fagot, una flauta y acaban de contratar un clarinete, César Encina, que ya no está aquí. La orquesta era bastante reducida.
“Pero me decidí y me gustó, es una ciudad linda. Mucha gente está llegando a Torreón, nacionales y extranjeros y al principio es la misma opinión que escuchas, que hace mucho calor, tierra, tú sabes. Pero curiosamente se quedan después. De otras ciudades no se quejan tanto pero se van, esa es la paradoja. Algo encuentran aquí”.
La Camerata de Coahuila
Al mismo tiempo en que se dedica a formar jóvenes en el Centro Cultural La Jabonera y en la Osijut, con la que presentarán al cierre del presente año La Ópera de Puccini, Ioseb Gamilagdishvili le expresa un profundo agradecimiento a la orquesta que ha sido la extensión de su hogar y de su pasión musical.
“Quiero mucho a esta orquesta, muchísimo, es como si fuera mi casa, yo la disfruto mucho y quiero que siga su desarrollo, tocar en los conciertos que presente. Independientemente si estoy o no aquí, la verdad quiero lo mejor para esta orquesta porque lo merece. Yo la quiero. Hay un buen desarrollo, más instrumentos y hay programas más variados que al principio”
aarp