Desde el Teatro Isauro Martínez de Torreón, la Camerata de Coahuila deleitó a los asistentes al tercer concierto de la temporada Primavera-Verano, al presentar una noche de ‘Danzas’ y todo el arte musical que las envuelve, con melodías como “El amor brujo”, “La Gioconda” o las danzas húngaras y rumanas, bajo la batuta del director Ramón Shade.
En punto de las 20:30 horas de este viernes arrancó el concierto que contó con una asistencia que estuvo muy cercana al lleno, y qué mejor que iniciar la noche con la Danza Ritual del Fuego de “El amor brujo”, de Manuel de Falla, español cuyas composiciones han servido como bandas sonoras de algunas películas.
El TIM se llena de danzas
Siguieron las Danzas Húngaras de Johannes Brahms, interpretadas de manera sublime por la Camerata de Coahuila, que entre cuerdas, vientos y el sonar del piano de la maestra Chabukiani, en una obra escrita en 1853 luego que Brahms conoció la música gitana y realizó algunos propios para piano, pero también preparó versiones orquestales, hasta llegar de las más conocidas de su catálogo.
De igual manera, las danzas húngaras son conocidas también por ser parte de algunas escenas de cine, una de ellas en la película El Gran Dictador, de Charles Chaplin, específicamente en la escena de la barbería donde en el radio suena la danza húngara número 5.
Los ánimos no pararon y siguieron las danzas ahora tocó el turno del italiano Amilcare Ponchielli con la Danza de las horas de “La Gioconda”, que se originó como secuencia para el ballet y se hizo popular en la ópera, obra que presenta momentos de aparente calma que hacen recordar a las películas animadas.
Después del intermedio del concierto fungió como solista en el violín Ismael Estevané para ponerle su estilo particular a la Danza Macabra, en la cual se lució ante los presentes al mostrar la energía que requiere esta obra de Camille Saint-Saëns compuesta en 1874, y que recrea el suspenso de ser considerada como la danza de la muerte.
Estevané hizo uso del tritono en su violín, con lo cual baja la afinación de la cuerda del instrumento a mi bemol para formar un sonido más que tétrico y lleno de suspenso. Incluso se dice que el día de su estreno en 1875, la obra causó algo de escándalo por los sonidos que emitía la orquesta.
Para cerrar el concierto de danzas la Camerata de Coahuila deleitó con la obra del húngaro Belá Bartók y sus Danzas Populares Rumanas, así como las Danzas Polovtsianas de “El Príncipe Igor” de Alexander Bodorin, científico que hacía música en su tiempo libre y que escribiría una ópera que quedaría inconclusa tras su muerte en 1887, pero que sería retomada por Nikolai Rimsky-Korsakov y Alexander Glazunov, para estrenarla finalmente en 1890.
EGO