El violinista lagunero, Mauricio Ocampo Vázquez, regresó de sus estudios en Italia para integrarse a la sección de violines segundos de la Camerata de Coahuila en 2012, orquesta que lo recibió para desarrollarse profesionalmente hasta la actualidad, desde su casa, en su tierra, con su familia y amigos, con su gente.
Al terminar la preparatoria empezaría su preparación musical fuera de su hogar. La ciudad de Guadalajara ya lo esperaba al igual que las clases con maestros de la talla de Vladimir Milchtein y Konstantin Zioumbilov.
Mau Ocampo se trasladaría a la ciudad de Milán, Italia, para terminar sus estudios en la “Accademia Internazionale della Musica”, bajo la tutela de Matteo Pastori y Victoria Terekiev, así como cursos con Cuauhtémoc Rivera.
Luego estudiaría en el “Istituto Superiore di Studi Musicali Claudio Monteverdi” de Cremona, considerada como la ciudad del violín, el paraíso para cualquier violinista, sitio en el que recibió clases de Laura Gorna y del maestro Rober to Noferini.
“Es muy importante para un músico joven que tiene la posibilidad de estudiar fuera y tener esa experiencia, pero no es indispensable ya que hay extraordinarios músicos que no han salido de su país. A mis alumnos siempre los impulso a buscar una oportunidad, aunque sea probar un tiempo”.
El violín
De tan mencionado instrumento resalta, además de su inconfundible sonido que se asemeja a la voz humana en su esplendor, la capacidad expresiva que tiene una fuerza llena de emociones dirigidas por el músico hacia quien lo escucha.
“Siempre he dicho que el violín es el instrumento más expresivo, el que más se puede expresar como si fuera la voz humana, hacerle sentir alguna emoción con su variedad de sonidos, se me hace el instrumento más hermoso de todos, además considero que es de los más difíciles de dominar".
Sus inicios
Su madre, una apasionada de la música y especialista en guitarra y piano, le mostraría el camino hacia el mundo musical, un sendero que Mauricio siguió hasta toparse con la figura de aquel moldeado instrumento que de inmediato formaría parte de su vida.
“Mi mamá me enseñó a tocar la guitarra y el piano desde muy pequeño. Recuerdo que por las noches no llegaba y me contaba cuentos, sino que tomaba la guitarra y me cantaba una canción”, comparte el nacido en Torreón.
Llegaría el momento de sus primeras clases de violín de manera particular con el maestro armenio Tatul Yeghiazaryan al violín, entonces concertino de la Camerata de Coahuila y con Francisco Valdez, quien le enseñaría teoría musical, solfeo y armonía. Escuchar conciertos de Vivaldi y Tchaikovsky donde el violín era el protagonista fue lo que más atrapó a Mau Ocampo a definirse, a especializarse y a entregarse de lleno al instrumento que le ha traído sin fin de experiencias y momentos inolvidables.
A cada uno de sus maestros les aprendió lo bueno y hasta lo malo, sin embargo, Mau Ocampo dice que siempre se enfocó en absorber sus virtudes. Ahora, en su espacio como docente, busca transmitir a sus alumnos todo un paquete de lo mejor que aprendió de sus maestros.
“Un maestro de instrumento musical te enseña de todo, desde la vida y cosas que la cambian como lo es la disciplina, orden o respeto, hasta cosas específicas como la forma de mover un dedo para tocar algo que antes era difícil. A mis maestros les debo todo lo que tengo”.
Como docente, comparte que su mayor satisfacción son los resultados, cuando sus alumnos llegan a salir del país a seguir con sus estudios, aquellos que sobresalen en sus actuaciones o aquellos que llegan a formar parte de una orquesta importante.
De Italia a la Camerata de Coahuila
Tras algunos días en La Laguna y con la idea de regresar a Cremona, Mauricio Ocampo participó como extra en la Camerata de Coahuila en algunos conciertos, hasta que surgió la oportunidad de hacer un casting que no dejaría pasar y se quedó con el puesto.
“Yo pensaba regresar a ese paraíso para un violinista, pero me quedé en la Camerata, siempre había sido un sueño para mí, creo que para cualquiera que desde chico creció en una ciudad con una orquesta así”.
Entre otra de las satisfacciones está el presentarse en la Camerata con quien fuera su primer maestro de violín, Tatul Yeghiazaryan (quien falleció en 2014), alguien que le enseñaría algunos atajos y esos ingredientes secretos de todo buen chef, que le formaron una base sólida en su preparación como violinista.
“Tatul fue alguien muy importante para mí, que sigo estimando mucho al igual que a su familia. Fue muy emotivo y significativo llegar a tocar con él en la orquesta, siempre me jaló a que algún día tocara en la Camerata”. Ocampo Vázquez está seguro que tanto la familia, los amigos y todo lo mexicano, es lo que lo ha mantenido en tierras laguneras para desarrollarse de manera profesional.
EGO