En palabras de Amália Rodrigues, una de las glorias del canto del siglo XX, “el fado es un misterio, como el flamenco. Tiene profundidad y hace pensar, sufrir, llorar... Tiene raíz y por eso se mantiene puro, sin grandes variaciones. Solo cambian los cantantes, los guitarristas y los poetas”.
Mariza, cantante cuya carrera empezó a despuntar luego de participar en los homenajes póstumos a Amália Rodrigues en 1999, afirma que “el fado representa a una cultura, un pueblo y un país. No necesitas hablar portugués para sentirlo porque es una música que habla de las emociones y los sentimientos de la vida”.
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La cantante que ha llevado este género de la música portuguesa por distintos rincones del planeta encabeza las actividades del segundo Festival Internacional de Fado, que se llevará a cabo en Ciudad de México el 15 de noviembre. El festival que incluirá conferencias de especialistas en este género y la proyección del documental Fado, dirigido por Sofia de Portugal y Aurélio Vasques, concluirá con la presentación de Mariza en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris a las 20.30 horas.
Nacida en Mozambique, hija de madre mozambiqueña y padre portugués, Mariza se enorgullece de sus raíces africanas. “Siempre aparecen inconscientemente en la música que yo hago, aunque en mi casa siempre se escuchaba música de varios países y estilos, eso hizo que mi mundo musical fuera muy vasto”, dice en entrevista. Su infancia transcurrió en Lisboa, en el barrio de Mouraria, cuyo ambiente musical definió el camino que tomaría como cantante. “Es un barrio en el centro de Lisboa donde el fado es tan natural como respirar, es como un tatuaje. Vine de Mozambique con mis padres y crecí en Mouraria. Éramos muy pobres y yo no tenía muñecas y entonces el fado fue como mi muñeca, porque yo andaba por las calles y toda la gente cantaba y yo escuchaba. Mis papás tenían una pequeña taberna para hacernos más parte del barrio —porque veníamos de fuera— y crecí en medio de los cantantes y músicos de fado más puristas. Todos frecuentaban la casa de mis padres”.
La intérprete de discos tan exitosos como Fado em Mim (World Connection, 2001), Mundo (Nonesuch, 2015) y Mariza canta Amália (Warner Music, 2020), recuerda que desde adolescente cantó este género, “pero como tenía un universo musical muy vasto decidí tratar de entender otras sonoridades y en Lisboa cantaba otros géneros, pero siempre escuchando el fado, teniéndolo cerca”.
Tardío fue su descubrimiento de Amália Rodrigues, considerada la máxima intérprete del fado, dado que su padre, aunque se apasionaba por el género, solo escuchaba a los cantantes masculinos. “En mi casa no se oía fado cantado por mujeres, así que de mi infancia solo recuerdo voces de hombres y de las mujeres que escuchaba en el barrio. Un día, caminando en Lisboa de una tienda de discos escuché una voz proveniente de los dioses y pregunté quién era. El dependiente me miró como preguntándose de dónde venía yo que no sabía quién cantaba”.
Compró el disco, lo llevó a su casa y le dijo a su padre; “Mira descubrí a una gran cantante”. Y su padre le respondió: “Si, esa es la gran cantante”. Mariza había descubierto a Amália, aunque le tomó tiempo entender su repertorio, para luego caer bajo su inevitable influjo. “Muchos años después de tanto fado, de tanto viaje, de tantas emociones, decidí decir, a través de un disco: ‘gracias, Amália, por todo lo que nos has dado a los cantantes portugueses’”.
De acuerdo con Mariza, hay una nueva generación de cantantes que no conoce los temas emblemáticos de su repertorio, por lo que podrían olvidarse. “Para grabar Mariza canta Amália me inspiré en un disco en el que Frank Sinatra canta los temas de Jobim (Francis Albert Sinatra & Antônio Carlos Jobim, Reprise, 1967), que para mí es intemporal por la musicalidad que existe debajo de las letras. Con este tributo a la mayor cantante de fado que ha existido he querido hacer un disco intemporal, que continúe gustando con el paso del tiempo”.
Muchas han sido las colaboraciones realizadas por la cantante a lo largo de su carrera, lo que ha dado como resultado encuentros memorables, como es el caso del cantaor de flamenco Miguel Poveda. “Como ser humano es increíble y, como cantante, ¡brutal! Cuando estamos juntos es siempre una fiesta. Lo conocí cuando hicimos la película Fados de Carlos Saura y ahí nació una amistad. Nos queremos y nos respetamos mucho como artistas. Es increíble compartir escenario con Miguel”.
Ante la mención del nombre del jazzista cubano Gonzalo Rubalcaba, Mariza exclama: “¡Ay, Gonzaliiito! Da miedo cantar con él, porque saber que tienes un pianista tan brutal como Gonzalo y piensas: ¿cómo voy a cantar? Te pierdes en los encantos de la forma en la que toca; emocionalmente es increíble”.
También compartió escenario con Sting, lo que considera un honor. “Es una persona muy simpática y también me quedé casi muda de cantar cerca de él, pero tenemos estilos muy distintos, así que cada uno hizo lo suyo y todo corrió muy bien”.
Acerca de su trabajo con Saura en Fados, la cantante asegura que el cineasta español “es una persona maravillosa. Ya era fan de Saura y me volví súper fan porque es un hombre con una visión de la vida, una visión del mundo, una visión artística que yo no había conocido en nadie. Pude compartir poco tiempo con él, pero la forma en la que habla, tan suave, cómo se explica, es única. Nos hemos encontrado otras veces y cada vez que lo veo sentado frente a mí en un concierto me quedo como una niña, me siento muy pequeña porque es un hombre con una cultura musical increíble. Me espanta que venga a un concierto mío y vaya a disfrutarlo”, dice entre risas.
La música para Mariza “es un acto de amor porque tiene que hacerse con el corazón, no puede ser algo cerebral. Si es algo cerebral no funciona, no tiene vida. La música es un alimento del corazón, del alma. Si no haces música desde el corazón no vale la pena”.
Al preguntarle si ante la fama alcanzada siente la responsabilidad de llevar el fado al mundo, responde: “Si dijera que no estaría mintiendo. Son 23 años de muchos éxitos, 23 años de pisar las salas más importantes del mundo como el Carnegie Hall, el Disney Hall, la Ópera de Sidney… Me siento responsable de abrir las puertas a la cultura de mi país, siempre en mi nombre y con un estilo muy personal”.
Proveniente de una familia de escasos recursos, Mariza dice que si ha triunfado es porque desde niña aprendió que para salir adelante “no se puede caminar para atrás, sino siempre hacia adelante. Hay que saber vivir y aprovechar cada momento. No te voy a decir que ha sido un camino muy fácil: ha sido un camino difícil, pero de mucho placer, maravilloso”.
A través de su música, de sus conmovedoras interpretaciones del fado, Mariza quiere que la gente “reciba un mensaje de amor, paz y cariño. Un mundo sin música es como un mundo sin amor. Sin amor y sin música el mundo no funciona”.
PCL