Una noche mágica, o cualquiera descripción similar, es la que se vivió en el primero de los dos conciertos de la famosa cantata del compositor alemán, Carl Orff, “Carmina Burana”, interpretada de manera excepcional por la Camerata de Coahuila, con los coros del Instituto de Música de Torreón, la Escuela Municipal de Música Silvestre Revueltas y del Colegio Cervantes.
El Teatro Nazas de Torreón recibió a cerca de mil asistentes que disfrutaron una velada de ópera que se engalanó con la actuación magistral de las voces invitadas, con la calidad de la soprano Anabel Mora, el barítono Carlos Sánchez y el tenor regiomontano, Enrique Guzmán.
Tras la tercera llamada para comenzar el concierto, la expresión acústica y vocal de los protagonistas estremeció desde el primer segundo al respetable, al invocar las voces medievales con la introducción "O Fortuna".
Con 25 poemas traducidos frente al público, Carmina Burana abordó temas en sus letras desde la llegada de la primavera y sus flores, que en repetidas ocasiones se comparan con la mujer, hasta versos que iban de lo romántico a lo gracioso, de lo burdo a lo sublime.
Las percusiones tomaban protagonismo y generaban explosiones de sonido, acompañadas de la vibración de las cuerdas y los instrumentos que adoran el viento, mientras más de 60 voces eran detonantes de emociones en vivo como la llamada "piel de gallina".
Las sensaciones se multiplicaban en cada aparición de las voces predilectas de la soprano de la Mora, del tenor Guzmán y del barítono Sánchez, quienes estremecían con su capacidad de voz que llagó a tocar cuerdas sensibles.
Los asistentes entrometían sus aplausos en cada oportunidad, fue visible que buscaban reconocer la calidad de concierto que estaban presenciando.
De la obra, estrenada en junio de 1937, tiene como base aquellos manuscritos en latín y fragmentos en alemán elaborados en la edad media y encontrados en 1803, poesía con un enfoque crítico y con algo de sátira hacia la sociedad de aquel entonces.
Tampoco faltaron aquellos poemas con reclamo social, de amor y desamor, de la juventud hermosa, invitaciones a disfrutar de los placeres carnales y sobre todo, el gusto por la bebida se ve reflejada en sus versos.
La obra maestra del alemán Orff cerró de manera espectacular tal como inició, con la O Fortuna, "cambiante como la luna", lo que desató un mar y lluvia de aplausos duraderos con el público de pie.
CALE