Carlos Pellicer: “En la pintura afloran todas las vivencias pasadas”

Colección Milenio Arte

Con paciencia y deleite nos muestra cómo “cocina” su encausto y derrite ceras y pigmentos para crear sus propios colores.

En su pintura habita la poesía que vivió desde niño, el paisaje y la abstracción son sus puentes de interpretación de la realidad.
"El tiempo" Encáustica sobre madera prensada. Carlos Pellicer
Ciudad de México /

Paisaje y abstracción

En un principio cuando empecé a pintar, lo que me interesaba era el paisaje, pero había que llegar a tercer año, porque paisaje era optativa de tercer año en la Academia de San Carlos. En primer año mi maestro fue el paisajista Héctor Cruz, entonces salíamos en grupo a pintar paisaje. Nunca tuve problemas, en la escuela te daban todas las facilidades para pintar, te regalaban el material, había pigmentos y papel gratis para pintar, cartón preparado, tenías derecho como a dos telas al año.

Abstracción y encausto

Mi primer maestro Alfonso Ayala me enseñó cómo preparar encáustica, fuimos a conseguir cera al centro, pigmentos a una tlapalería en 16 de Septiembre y luego me invitó a su casa a comer. Ahí hicimos los colores y pinté dos cuadritos a la encáustica. Dejé caer ese interés, pero guardé en la memoria sus clases. Muchos años después, se me antojó un material con más textura y cuerpo que el óleo, y me acordé de mis colores a la encáustica. Ahora es la técnica que más uso, la encáustica, de vez en cuando uso temple, eso lo aprendí en San Carlos, porque ahí solo se pintaba al temple, no se pintaba con óleo porque era muy caro. El temple era mucho más económico, se hacía con un huevo, con una barniceta, los pigmentos te los daban, en cambio pedir un estuche de óleos era muy caro.

El tiempo en un soneto

Al conocer el tema me vino a la cabeza este soneto de mi tío don Carlos Pellicer que empieza: “Tiempo soy entre dos eternidades”, dije ya está con el soneto que es maravilloso, en ese momento vi, imaginé lo que podía pintar. Luego empecé a hacer unos apuntes y a darle figura a esa idea que quedó finalmente en el cuadro. Pensar en que nosotros somos una línea de vida entre dos eternidades, lo que quedó atrás de nosotros y lo que se abre por delante y que nosotros no somos más que esa línea. Esa fue la inspiración y me halaga muchísimo que te acuerdes de Rothko. Por la forma geométrica tiene que ver con los cuadrados de Josef Albers, que es un abstracto purísimo, al contrario de Rothko, él no tiene ninguna textura, es más limpio. La misma cera, en un principio me molestaba que después de haber cubierto toda la superficie con una capa de un color homogéneo, y al cauterizarla con la pistola de aire caliente, surgía otra vez lo que ya había quedado anulado en el fondo, me he dado cuenta que eso enriquece la pintura, igual que afloren todas las vivencias pasadas, porque vivimos en función de los recuerdos.

  • Avelina Lésper

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