Alguna vez Úrsula Hilaria Celia de la Caridad de la Santísima Trinidad Cruz Alfonso, mejor conocida en el mundo como Celia Cruz (1925-2003), proclamó: “¡No quiero que muera mi salsa!”. Su deseo se cumplió: 15 años después de su muerte la cantante cubana es referente insustituible en la música y la cultura popular.
Ya lo había dicho Carlos Monsiváis en su libro de ensayos Escenas de pudor y liviandad, cuando, en voz de uno de sus personajes, escribe: “Ora que pa’ mi gusto, lo máximo es Celia Cruz. La Celia está cantando como nunca. La Celia está cantando como siempre”.
Para celebrar el legado de la Reina Rumba, la cantante cubana Lucrecia estelariza Celia: el musical. Acompañada por una banda de 12 músicos y un cuerpo de 12 bailarines se presentará el 16 de junio en el Teatro Metropólitan para demostrarnos que la realeza de la salsa no ha muerto. Además en tres pantallas gigantes se proyectarán películas, videos, fotografías y documentos de la cantante nunca antes vistos.
En entrevista para M2, Lucrecia, cantante radicada en Barcelona afirma que para las mujeres de todo el mundo, “Celia representa la fuerza, la elegancia y el saber estar como una gran figura, llevando nuestra música latina por el mundo entero”.
Con una larga carrera discográfica, que incluye Mira las luces, un tributo a Celia Cruz, y Álbum de Cuba, en el que participó la propia homenajeada, la protagonista de Celia: el musical dice que encarna este papel “con todo el amor y toda la admiración que siento hacia la Reina de la Salsa, por lo que me sale desde el alma. Además tengo el honor de decir que fuimos amigas y que la conozco desde muy dentro. Lo hago con toda la humildad que puede tener un artista porque Celia Cruz es inigualable”.
Artista inigualable
Lucrecia refiere que Celia “tiene 78 discos y cantó con los artistas más grandes del mundo y llevó la música cubana por todas partes, una carrera que es inigualable. Tener el honor de poder interpretarla en el escenario para mí es maravilloso, aprendiendo siempre, escuchándola, viendo videos suyos, con las ganas de que se perpetúe su música. Ella siempre quiso que su música se perpetuara”.
La cantante habla del aprecio que Cruz sentía por México y lo que significó para su carrera. “Era su México querido, el país donde vivió muchos años y se consagró como cantante. A partir de ahí empezó a viajar por Estados Unidos, por Latinoamérica y por todo el mundo, pero México fue el primer país que la acogió con los brazos abiertos”.
Si algo le emociona de cantar las canciones de su maestra y amiga, es “ver cómo todo mundo se sabe su música. Poder interpretarla y sentir que ella está vibrando en cada corazón a mí me emociona mucho; siempre tengo la emoción a flor de piel”.
A su juicio, Celia Cruz no es única, “sino ¡requete única! Celia no tiene parangón en la historia de la música por lo que nos ha legado, por su manera de ser como mujer, su sonrisa, sus atuendos, sus pelucas, su manera de pensar, de vivir y de expresar, además de ser tan fiel a muchísimas personas, a quienes les escribía cada año. Y es que todo mundo la quiere”.
Refiere una anécdota que ilustra esta afirmación. “Una vez estaba en un coche cuyo conductor era hindú; sonó la música en el radio y era Celia Cruz, y el conductor le gritó: ¡Azúcar!, sin saber más castellano, pero sabía quién era Celia”.
Larga es la experiencia de Lucrecia, cantante egresada del Instituto Superior de Arte de Cuba que formó parte de la legendaria orquesta femenina Anacaona. Desde principios de los noventa radica en Barcelona, donde además de dedicarse a difundir la música cubana ha colaborado con la banda de sonora de películas como Balseros, nominada al Oscar en 2003.
Colaboró en el disco Cubáname, en la que también participaron Chavela Vargas y Paquito D’Rivera y ha cantado en cintas como Ataque verbal, El gran gato y en cintas de animación como P3K Pinocho 3000.
Una vida intensa, llena de éxitos
Con más de dos horas de duración, Celia: el musical cuenta la historia de la cantante. Como en un concierto, enfundada en vistosos trajes, pelucas y zapatos de tacón a la usanza de la maestra (porque Celia estudió para maestra), Lucrecia interpreta canciones que le han dado la vuelta al mundo, como “Quimbara”, “La negra tiene tumbao”, “Tu voz”, “Bemba Colorá”, y “La vida es un carnaval”, al tiempo que recuerda fragmentos de su vida. El musical escrito y dirigido por Gonzalo Rodríguez es un ardoroso homenaje a un símbolo de la música popular del siglo XX, revivido por una actriz que nos convoca al inolvidable grito de: “¡Azuuúcar!”