Cada vez es más complicado formar lectores, hacer que los jóvenes se interesen en la lectura y hagan de esta actividad parte de su vida cotidiana. Por ejemplo, la generación de los millennials creció esperando ansiosamente leer cada título de Harry Potter; J. K. Rowling tuvo un gran acierto: logró incubar el gusto por la lectura. Los nuevos lectores se enfrentan a una serie de distracciones que antes no había. Quizá es injusto referirse a las nuevas tecnologías solo como distractores, porque en realidad pueden enriquecer con información alterna la lectura de un libro si se les canaliza de esa manera.
Lo cierto es que los nuevos lectores necesitan una guía que los ayude a discernir qué sirve y qué no para lograr fijar su atención en la lectura, y no desviarse en el camino. Ese ha sido el propósito de Daniel Cassany, autor de esta caja de herramientas o consejos para poder asimilar mejor la lectura.
Detrás de estas reflexiones, sugerencias y hasta juegos visuales hay toda una investigación en torno a la importancia de la lectura en nuestra vidas. ¿Se la otorgamos? ¿Cómo padres de familia la incentivamos o dejamos que los maestros se hagan cargo? ¿Qué estamos haciendo al respecto? Cassany recuerda que la lectura es uno de los mejores ejercicios que podemos realizar para mantener en forma nuestro cerebro y las capacidades mentales. Aquí se abordan estrategias, cómo hallar ideas principales en un texto, intenciones del autor, los derechos del lector en la aldea digital, el uso de Wikipedia, el plagio, entre otros asuntos que dan sentido a la frase de Miguel de Unamuno: “Cuando menos se lee, más daño hace lo que se lee”.
Ignacio Morgado se refiere a las razones científicas que sustentan el beneficio que trae consigo la lectura: “Las narraciones y contenidos sentimentales del escrito, sean o no de ficción, activan la amígdala y demás áreas emocionales del cerebro. […] La activación regular de esa parte del cerebro fomenta no solo la capacidad de razonar, sino también, en cierta medida, la inteligencia de las personas”.
Libros como Laboratorio lector deberían editarse cada cierto tiempo, porque es necesario actualizar datos que contribuyan a fomentar el gusto por la lectura.