Los mexicanos le tenemos cariño al circo. Pese a que ha ido desapareciendo del panorama cultural, los payasos, los trapecistas y los domadores nos traen recuerdos de nuestra niñez y nos preguntamos cómo ven las nuevas generaciones este espectáculo tan tradicional, siendo que muchos nunca han pasado por esta experiencia. La respuesta la tiene Cirko de Mente, una compañía que se ha empeñado en que estas artes se sigan cultivando en el país.
Andrea Peláez, cofundadora de la compañía, participó recientemente en el Encuentro Latinoamericano Libre de Ser, organizado por la fundación alemana Friedrich Naumann para la Libertad, en donde compartió con todos los asistentes digitales, de México y Latinoamérica, su experiencia de recuperar estos saberes ancestrales pues, indica, hay expresiones circenses desde las culturas mesoamericanas.
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“En el encuentro hablamos de lo que implica llevar adelante proyectos hasta cierto punto revolucionarios, y hacerlo desde el ser mujer –indica–. Compartí que cuando yo comencé a interesarme por las artes circenses, hace 17 años, no había espacios de formación, ni festivales, ni foros de presentación, ni un circuito para desarrollarse profesionalmente. Por eso empecé a viajar a Sudamérica y Europa, para ver la realidad artística y escénica en otros países, y me di cuenta de que aquí faltaban muchos espacios”.
En efecto, aunque en México todavía quedan varios circos, son negocios familiares a los que no se puede acceder si uno quiere aprender esas disciplinas. Antes de Cirko de Mente, en pocas palabras, nadie que no viniera de una familia de circo se podía convertir en cirquero.
Además de sus viajes a Sudamérica y Europa, estuvo en Cuba y en Montreal, Canadá, aprendiendo y compartiendo experiencias, y de regreso, con todo ese bagaje fundó la compañía, junto con Leonardo Constantini. Abrieron talleres con especialistas nacionales e internacionales para que compartieran sus saberes.
Dividieron el trabajo en cuatro líneas: la primera es la creación de espectáculos de circo contemporáneo. La segunda es la formación, ya que son una escuela en donde se imparten talleres regulares de todas las disciplinas de circo, y a todos los niveles, pues cuentan también incluso con una licenciatura en artes circenses contemporáneas, con validez oficial, y como parte del proyecto de la Universidad de las Artes, las Culturas y los Saberes Populares (para esta licenciatura, comenta, acaban de publicar la convocatoria para alumnos de nuevo ingreso).
La tercera línea de acción es la difusión de las artes circenses, que hacen a través de su foro, en su sede de Fuentes Brotantes, en la alcaldía Tlalpan. La cuarta es la documentación, pues cuentan con una biblioteca móvil especializada en circo, con un acervo literario, bibliográfico y hemerográfico.
“Nos hemos venido reinventando y también, con los años, deconstruyendo, pues llevamos un buen camino recorrido pero aún nos falta mucho por descubrir y compartir con el público y con los amantes del arte en general”, comenta la artista, quien en medio de esta pandemia dice que no se pueden quedar parados, por lo que están realizando una serie de actividades en línea.
Circo contemporáneo
Cirko de Mente también ofrece clases en línea de circo, y tienen un programa de talleres permanentes y actividades gratuitas, que transmiten por la plataforma de la Secretaría de Cultura y Danzanet. Algunos de los espectáculos que quedaron sin presentarse por la pandemia van a retomarlos por esta vía. “Estamos experimentando estas nuevas formas de comunicación, tratando de aportar lo que podemos, porque en estos momentos hace falta más que nunca el arte y que nos reconectemos con nuestra esencia humana y creativa”.
En el encuentro de la Fundación Naumann, en el que participaron mujeres de diversos países latinoamericanos, Andrea Peláez compartió su experiencia de la puesta en escena de uno de los espectáculos más emblemáticos que ha tenido Cirko de Mente, llamado Cadáver exquisito, hecho por mujeres de todas las edades, desde una niña de 12 años hasta una bailarina de más de 70.
Consistió en escenas creadas a partir de un diario de sueños que hicieron entre todas, con lo que se conformó una atmósfera onírica que devino en un juego literario, dancístico, circense y surrealista: “Dentro de todo este crisol de edades y culturas nos adentramos al misterio del universo femenino, con la premisa de que ninguna tenía que tocar el piso, pues estábamos suspendidas en algún espacio dentro de la construcción escenográfica”, afirma Andrea.
“Uno puede crear y construir las cosas más maravillosas si nos concentramos en lo que amamos hacer”, sostiene esta soñadora, que ha logrado reinventar un arte de siglos para volcarlo en nuevas formas, adaptadas al siglo XXI.
amt