Conoce al punk que rompió esquemas para fundar su empresa

Ésta es la historia de Daniel Legorreta: "Mi libertad individual no es la libertad del colectivo".

"Creo que después de 10 años Clash por fin empieza a madurar como producto".
Ciudad de México /

Daniel Legorreta -El Puaz, como le dicen sus amigos- creció en una casa ambientada con rock. Desde los nueve años escuchaba el programa de radio Los Cuernos de la Luna y el gusto de su papá por bandas radicales fueron una influencia para que en un futuro tomara la bandera del punk, aquella filosofía que lo sacaría adelante en diversas encrucijadas que la vida pondría en su camino. Con una sonrisa, su chaqueta tan característica de la vestimenta punk y cientos de anécdotas, El Puaz nos relata la historia de un joven lleno de inquietudes, un peleonero contra las injusticias sociales que hoy se volvió empresario.

“Musicalmente a mi papá le gusta mucho el rock por él conocí muchas bandas como ‘Sex Pistols’, ‘The Clash’, bandas radicales y de la movida española -que en ese tiempo ni sabía que se llamaba así- y tenía un primo que igual le gustaba esa música y con él iba mucho a “El Chopo”. En ese lugar evidentemente conocí música por los puestos, pero cuando escuchaba las letras de bandas de punk como ‘Interterror’, ‘La Polla Records’, ‘Eskorbuto’ -que es de mis favoritas- siempre sentía que el punk siempre debía ser más político o ser una acción, una forma de vida, no bastaba con escuchar música y vestir de cierta forma”

La rebeldía de la adolescencia detonó su salida de casa cuando tenía 14 años y tuvo que enfrentarse a un mundo voraz, pero no estuvo solo… encontró un refugio en el punk.

Esa hambre de hacer un cambio político y social lo llevó a conocer a otras personas con las mismas ideas para eventualmente vincularse con un colectivo donde colaboró muchos años, la J.A.R. (Juventud Antiautoritaria Revolucionaria). “En ese colectivo me sentía bien porque todas esas inquietudes podía llevarlas a la práctica, hacíamos tocadas y el dinero lo destinábamos a distintas causas como hacer un fanzine desde la comunidad punk, teníamos marchas todo el año, había un calendario para el 8 de marzo, 1 de mayo, 2 de octubre y eso también era acompañado con jornadas políticas a través de círculos de estudio, conferencias con expertos. Era un colectivo bastante activo políticamente”.

Daniel enfatiza que la comunidad al interior era de camaradería y hermandad porque todos “nos veíamos como compas, andábamos con los pelos parados y llenos de aventuras… recuerdo que siempre nos correteaban en los barrios chacas de noche después de las tocadas”. Lo cierto es que en este colectivo encontró un hogar con ideas afines.

Lleno de energía siempre le gustó trabajar y su largo historial de oficios da cuenta de ello pues tiene experiencia como mesero, armado de puestos en tianguis y hasta descargar tráileres por mencionar algunos, aunque el amor por el diseño de modas fue algo que llegó de manera inesperada.

Daniel cuenta que de su grupo él empezó a mostrar necesidades económicas más demandantes pues al independizarse desde muy joven los gastos cotidianos no tardaron en llegar, en ese momento reflexionó que “el sueño punk estaba bien chido pero también mucha banda no nos preocupábamos por tener qué comer o algo redituable para protegernos, en ese aspecto sí nos descuidábamos mucho. Recuerdo que vino un grupo español llamado Sin Dios y platicar con los integrantes me abrió mucho la perspectiva porque para empezar nos llevaban 10 años de edad y ellos siempre dijeron que el trabajo no estaba peleado con la lucha, en cambio nosotros sí teníamos una concepción bien pendeja del trabajo, es decir, los trabajos mal pagados eran muy glorificados en nuestro colectivo, esa abnegación, el sufrimiento”.

El discurso de aquellos españoles que venían del sindicato CNT, de un anarquismo que se llevó a la práctica en la Guerra Civil Española fue un antes y después para El Puaz, “su visión era diferente y si bien nosotros no podíamos generar puestos de trabajo sí teníamos nuestra propia economía, teníamos un sello de música con el cual editamos a distintas bandas extranjeras como Los Muertos de Cristo o los mismos Sin Dios, a estos últimos les editamos cuatro discos y dentro de esos su concierto en México. El único problema es que no nos fijamos metas para que todos pudiéramos ser partícipes de una ganancia real, porque había mucho voluntariado pero necesitábamos comer”.

Para 1999 fue el primero en comprarse un automóvil, la primera mitad fue en efectivo y el resto en pagos porque adquirió el vehículo de su papá. Aunque sus amigos empezaron a señalarlo de “fresa” por tener carro la realidad es que El Puaz llegaba a vender tortas veganas en El Chopo y asegura que eran un hit. “Mucho tiempo me dediqué a eso, traté de generar mis propios trabajos aunque igual colaboré con algunos amigos en la delegación como peón o limpiando coladeras, hacía principalmente oficios y no eran bien pagados, pero la venta de tortas digamos que fue mi primer autosustento”.

Tiempo después la vida hizo lo suyo y comenzó a separarse del colectivo, tomó otro camino donde entró a un grupo de teatro y danza en el Museo Universitario del Chopo, en los talleres los chicos de vestuario siempre tuvieron simpatía por él "un chavito todo flaco y ñango, pedero que nunca tenía qué comer -así era mi vida en ese tiempo-", así fue como empezaron a darle pequeños empleos y luego le pagaban una lanita, con ellos aprendió sobre hacer vestuario.

“A mis 21 años empecé a diseñar cosas pero todo era muy loco, venía de mi imaginación. El primer trabajo grande que tuve fue en Ocesa con la obra de ‘Un Violinista en el Tejado’ y estuve en el grupo que hacía todo lo de piel (polainas, cinturones, botones). Me empezaron a recomendar no para dirigir, si no para labores de chalán porque siempre fui muy movido con lo cual poco a poco me di a conocer. Para ese momento no tenía máquina de coser, dependía de que otras personas me prestaran su equipo y un amigo me regaló una Liberty, era una máquina casera muy lenta que terminé por vender pero me ayudó a completar para otra mejor”.

Las ganancias de un evento en el año 2002 serían el faltante para hacerse de un equipo más funcional. El Viva Glam, un evento nacionalmente conocido entre la comunidad underground nació con un grupo de amigos y el éxito de éste permitió a los organizadores sumar artículos para continuar con el desarrollo de otros eventos, por ejemplo “creo que Fer (Lord Fer) compró su primera tornamesa y yo mi primera máquina”.

Con esa máquina jamás volvió a pedir empleo “sólo estuve un tiempo a mis 30 en una marca, pero de ahí en fuera he sido autosuficiente”. Con una nueva experiencia y bastantes ideas comenzó a elaborar prendas salidas de su ingenio que con el paso de los años han evolucionado. Así surgió Clash Damage Denim hace 10 años con miras a ser una marca de lujo, ya que Daniel afirma que la elaboración de cada prenda podría competir con marcas nacionales e internacionales desde sus hormas hasta el ensamble.

“Siempre supe que no quería que fuera una marca punk, porque sé que los punks no pagarían los precios y aunque aparentemente mi ropa podría asociarse al punk, no lo es, mi ropa es mucho más que eso porque tengo distintos conceptos que no necesariamente van con esa filosofía, sí tienen la influencia pero es eso, tiene tintes de mis raíces mexicanas, lo precolombino y sí sé que es una contradicción el nombre de la marca con lo que expresamos pero el nombre en náhuatl no hubiera sido identificado tan fácil, porque lamentablemente somos malinchistas, entonces para balancear eso he integrado material gráfico de ocelotes, águilas… creo que después de 10 años Clash por fin empieza a madurar como producto”

Daniel Legorreta define a Clash como una marca con mucha rebeldía, irreverencia y provocación siempre cuestionando todo; “es una extensión también de mi persona, una persona callejera y peleonera con cosas que creo están mal. En algún momento sacaré playeras con nuestra postura por ejemplo sobre López Obrador y su nula vinculación con la lucha feminista, porque no tiene puta idea de lo que las chicas tratan de hacer. Y no sólo con él, con varias figuras públicas”.

Pareciera que 10 años son mucho, pero para él no es así y aunque ya tenía logros cosechados previos a Clash como su participación en el Fashion Week donde participó cuatro temporadas, las aspiraciones de Legorreta siguen al alza.

A pesar de la pandemia no nos hemos caído, se han hecho sacrificios pero Clash sigue en pie”.

Aunque podría decirse que el gusto por el diseño vino de familia, Daniel rechaza esa idea. “Mi mamá es modista, pero nunca me gustó su labor por ese servilismo con sus clientes, ella hacía ropa para gente de mucho dinero y el trato que tenían hacia ella jamás me gustó. Afortunadamente el punk me ha dado herramientas para fortalecerme y hacer de mi oficio una forma de cubrir mis gastos, de dar otros empleos y no tengo que darle nada a nadie al chile”.

Otra idea que poco a poco planea incursionar en su marca es la línea de calzado, que si bien ya hay unos cuantos pares de estos todavía no está oficialmente a la venta, pero va más encaminado a un público gótico y de la comunidad LGBTTTI.

Con altas y bajas aprecia los logros que su pasión ha sembrado y demuestra que el trabajo y el punk no están peleados, porque el éxito radica en la voluntad de la lucha.

“Tengo la secundaria terminada, de ahí en fuera no poseo más papeles de estudio, pero tengo el conocimiento de un ingeniero y he tenido empleados con licenciatura, los papeles no me interesan”.

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