Uno de los sistemas de salud más sofisticados y poderosos que existen es el ayurveda, considerado una ciencia de la vida por la etimología de su nombre y, también, porque no busca “curar” en una primera instancia, sino prevenir y ver al alimento como una medicina que, acompañada tanto por la meditación como por el ejercicio o una doctrina física, lleven a desarrollar el potencial humano dado que se trabaja en todos los ámbitos que envuelven al ser y no únicamente teniendo como objetivo eliminar los síntomas de un mal.
Los principios básicos del ayurveda son la mente y el cuerpo están conectados, y nada tiene mayor poder para sanar y transformar el cuerpo que la mente.
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Pareciera que los alimentos de la India son muy picantes, todos llenos de especias, de ingredientes raros, de sabores contrastantes, algunos familiares, otros desconocidos. La sorpresa es que los platillos del país de Ganesha encierran en su colorido la posibilidad de nutrir, reparar y proteger el cuerpo.
Son seis los sabores ayurvédicos: dulce, salado, agridulce, picante, amargo y astringente. Cada uno de ellos se lleva “bien” o “mal” con quien los consume, pues el carácter de cada quien será lo que marque aquello que va a fortalecer su fuego digestivo.
En la zona de comida y artesanías de la delegación india, ubicada frente a la Expo, una combinación de aromas aparece. Lo mismo huele a incienso que a curry. Suena la música y el tin-tin de la ropa femenina. En el pequeño escenario improvisado, Sattar Khan y su grupo sacan la voz, hacen sonar los instrumentos, mueven el cuerpo.
El día de la inauguración ellos abrieron el Foro FIL, ganándose el aplauso de la gente tras mostrar un espectáculo novedoso y magnético. Hoy, que es ayer, están ahí, como si fueran una banda de novatos buscando promotor, sin importar su gran nivel de fama en la India. No hay ego por aquí.
Al profundo y aromático sabor del curry se unen el olor a biryani, el de los bocadillos de pañora y samosa, más el curioso regusto del lassi, bebida hecha a base de yogurt condimentada con especias y cardamomo. La leche Badam, con almendras y nuez de la India, espera su mejor momento.
Ahí, en ese remanso rodeado por el murmullo de la gente, más que orar, se vale hojear: Nueve vidas. En busca de lo sagrado en la India de hoy; Vastu. El arte de la geomancia india; El todo y la nada, de Meher Baba; Vislumbres de la India, de Octavio Paz; La ciencia yógica de los órganos y los sentidos, una selección de Norberto Tucci de los Upanishads y la novela Intimidad, de Hanif Kureishi, se despliegan sobre la mesa.
Comer, amar y leer. Como si de eso se tratara vivir.
La voz de Aditya Prakash
Pero, ¿y el amor dónde está, después de tener la barriga llena? Cuando se entiende que es una emoción y, a la vez, un sentimiento que puede inundar todo el tiempo y ser generado por muchas personas, en lugar de únicamente profesarse a la pareja, entonces el panorama se abre, el corazón se hincha, el alma vuela.
Un poco de las bayas que conforman el triphala para desintoxicar, una cucharadita de ashwagandha para relajar y bien dormir, un vaso de amor desbordado por Aditya Prakash, el vocalista de música india nacido en Estados Unidos, que hizo brillar el Foro FIL la noche de antier, es lo que se necesita para finalizar un buen día.
Él, con su ensamble que logra fusionar dos mundos en una sola amalgama en donde los sentidos explotan, ofrece una canción basada en la idea sufí del sentimiento a nivel místico, en donde el amor es el propósito de la vida. Buda permite que se escuche esto en Guadalajara, porque de otra manera habría que recorrer demasiados kilómetros para toparse con una belleza semejante.
Lakshmi, la diosa de la buena fortuna, símbolo de la belleza, la bondad y la salud, engalanada con flores de loto, se aparece en la fiesta de los periodistas de la Mansión Magnolia, donde tanta gente se funde en un solo corazón al ritmo de un popular son o, cuando menos, de un solo y rico ron hasta que comience un nuevo día.
ÁSS