¿Cómo se mide el éxito? ¿Cómo se encaja en este mundo? ¿Cómo se afronta la presión de nuestro entorno familiar, de nuestro círculo social, que está al pendiente de nuestra productividad, nuestros logros, nuestras posesiones?
Cuando se termina una carrera universitaria las expectativas se centran en obtener un buen trabajo, en ascender, escalar. Pero quien pone una pausa a ese frenético maratón, a la competencia sin respiro y decide trabajar en un negocio de comida rápida, quedarse en la casa materna y soñar, trastoca el orden prestablecido, altera a las buenas conciencias.
La película Cha Cha Real Smooth (Apple TV) centra su atención en alguien que renuncia a ser el más rápido, el más alto, el más fuerte. No tiene más ambición que sonreír, soñar con su ex novia que estudia en España, ser amable, bailar y ser un animador de fiestas Bar Mitzvah.
Cooper Raiff, quien escribe, dirige y protagoniza el film, logra desarrollar un personaje (Andrew) que, al renunciar a los valores que reclaman la acumulación de diplomas, títulos, dinero, propiedad, encuentra motivaciones que lo hacen contactar con los otros.
Andrew es el único que alza la voz ante el bullying contra Lola, una niña autista (rechazada por el grupo, “tiene un atraso de cuatro años”), el único que escucha a la madre de Lola sin juzgarla.
Lola no habla con extraños, no puede mirarte a los ojos, cuando se agobia de la convivencia (la agota) le gusta encerrarse en su cuarto. Pero Andrew logra entrar en ese mundo, conecta con ese ser humano. ¿Cómo se mide eso? ¿En qué parte del currículum vitae se incluye?
Acostumbrados a medir los resultados en números y papeles nos olvidamos que la circunstancias (la suerte) pueden ofrecer la oportunidad de tomar decisiones que nos nutren más que un aula universitaria. En su libro Manifiesto en contra de la autoayuda, Marian Donner escribe: “Pero lo que necesitamos no son pastillas, yoga o diarios de gratitud, sino darnos cuenta de que nosotros no somos el problema. Si sientes que no encajas en el mundo, decía Virginia Woolf, quizá no deberías preguntarte qué problemas tienes tú, sino qué problema tiene el mundo”.
Y Andrew lo sabe, por eso no duda en romper el aburrimiento de las fiestas acartonadas que anima. Logra que todos bailen y sonrían, porque como escribió Marian Donner: “El que baila se sacude la vergüenza, se olvida de todo lo que debe y puede hacer, apaga su racionalidad y se entrega a la embriaguez. No se puede detener a un cuerpo que baila: no tiene una forma fija, no tiene núcleo, sino que bota de arriba abajo. El que baila es libre”.
ledz