La ola de muestras machistas y homofóbicas por parte de aficionados latinoamericanos en el Mundial de Rusia 2018 ha sido condenada no sólo por la FIFA —que multó a la Federación Mexicana de Futbol por el grito de “eh, puto”—, sino también por organismos internacionales como el Ministerio de Turismo brasileño y la cancillería colombiana. Sin embargo, un sector de la sociedad defiende todavía con ahínco estas prácticas, al considerarlas simplemente festivas y parte de nuestra identidad cultural.
Se trata de una naturalización del machismo, pues lo cierto es que los videos que han circulado en redes sociales, donde los latinos se aprovechan de las barreras idiomáticas para que varias mujeres pronuncien frases como “soy bien perra” o “rusas pa’ la banda” hablan de un ritual de escarnio perpetrado en grupo por los hombres contra las mujeres, afirma Pamela Fuentes, feminista y doctora en historia por la Universidad de York.
“Este tipo de comportamiento esconde tras la careta de ‘broma’ una relación desigual en la que las mujeres extranjeras, creyendo ser partícipes de una celebración o de interacciones festivas, se encuentran envueltas en un ritual de escarnio en el que los hombres, actuando en complicidad y en grupo, las convierten en objeto de burla”, señala la académica.
Para Guillermo de León, egresado de la maestría en lingüística aplicada por la UNAM, lo sucedido estos días en Rusia “es una muestra más de que el machismo sigue siendo parte importante de nuestra cultura”, sobre todo en el contexto de la era Trump en Estados Unidos y la persecución de la comunidad LGBT en Rusia. “Con esto quiero apuntar —señala— a que hay una ola de neoconservadurismo abiértamente misógino, homofóbico, transfóbico y xenofóbico que ha ido encontrando legitimación en los discursos oficiales alrededor del mundo”.
Las expresiones machistas se han suscitado no sólo en las calles de Rusia, pues luego del triunfo de México frente a Alemania, un sinnúmero de chistes y celebraciones sobre la supuesta fiesta con scorts que tuvieron los seleccionados, previo a su viaje al Mundial, inundaron las redes sociales. Ello da cuenta, en primera instancia, de la cosificación de la mujer. “Hacen ver nuevamente a la mujer como un objeto”, afirma, Alejandra Arévalo, licenciada en letras por la UANL, quien manifestó su rechazo contundente a este y otro tipo de bromas en Twitter. “Hacer referencia a que los jugadores ‘se merecen’ a mujeres es dar a entender que no tenemos, nosotras, autoridad sobre nuestro cuerpo sino que estamos al servicio y placer del hombre”.
Las bromas sobre las scorts dan cuenta también de la masculinización del futbol. “El deporte consentido del mundo se ve como un deporte de hombres, mientras que las ligas femeniles son olvidadas, las jugadoras son malpagadas y expuestas a condiciones laborales que distan muchísimo de la opulencia que se llega a observar en las ligas varoniles”, subraya De León.
“Evidencia también que la masculinidad hegemónica sigue siendo tóxica, en la medida en que vincula la competencia con la violencia sexual y dibuja a las mujeres como objetos para recompensar a los vencedores, vencedores no del partido del mundial sino de las olimpiadas de la masculinidad (…) Esto está vinculado con la cultura de la violación, con la idea de que el comportamiento de los hombres los hace meritorios de favores sexuales por parte de las mujeres y que, peor aún, las mujeres deben otorgarlos aunque no quieran”, agrega.
Además de las redes sociales, el machismo —uno que parece inofensivo— también ha tenido su despliegue con la cobertura que algunos medios le han dado a la Copa del Mundo. Es el caso de la participación de Facundo con TV Azteca, pues en sus intervenciones, “hay claramente una objetivización de las mujeres, una sexualización de sus cuerpos a través de la mutilación simbólica con fines lúdicos. En un video habla incluso de filetearlas y partirlas por la mitad”, apunta De León.
¿Es posible tener un Mundial sin machismo?
Ante este despliegue de ejercicios machistas, ¿basta la condena de organismos internacionales?, ¿es correcta la sanción de la FIFA por el grito homofóbico de la afición mexicana?, ¿cómo caminar hacia celebraciones libres de misoginia?
Ana G. González, especialista en comunicación social egresada de la UdeG, señala que para empezar debemos notar que “el futbol es uno de los pocos contextos donde los hombres tienen oportunidad de expresar emoción”, por lo que es importante preguntarnos “qué más podemos hacer para que los hombres tengan espacios seguros para demostrar emoción y para que no usen estos espacios para demostrar su sexismo”.
Pamela Fuentes —quien trabaja en la Pace University, en Nueva York—, sostiene que, efectivamente, otras celebraciones son posibles, “pero el camino es largo”, sobre todo porque “la afición futbolera es diversa y entre ellos te encuentras tanto hombres como mujeres que defienden el grito de 'puto' a capa y espada como una marca de identidad nacional, despojándolo (de manera muy cómoda) de sus orígenes y carga ofensiva”. Por ello, la académica considera que las medidas coercitivas implementadas por la FIFA pueden no funcionar en el corto o mediano plazo.
En ello coincide De León, quien subraya que no deberíamos “tener instituciones ni mecanismos de control que regulen cómo debemos celebrar nada, mucho menos las victorias mundialistas”. A su decir, este tipo de medidas sólo propician “la sensación por parte de los hombres de que están siendo oprimidos por el resto de la sociedad; esta sensación es completamente ilusoria, pero provoca que se cierren a la reflexión y al cambio”.
Como una vía posible para alcanzar celebraciones mundialistas sin misoginia y homofobia, De León apuesta por “la reformulación del futbol como un deporte igualitario e incluyente (…), es importante que las asociaciones de futbol promuevan las ligas femeninas y garanticen la igualdad salarial para sus jugadoras con respecto de sus pares masculinos”. De igual modo, considera fundamental que “los futbolistas profesionales salgan del clóset y se hagan visibles; como en cualquier comunidad, el cambio de una cultura misógina y homofóbica no puede ser resultado de una imposición, tiene que venir desde el interior”.
Ambos especialistas coinciden también en que la congruencia de la FIFA con sus políticas de inclusión y respeto a la comunidad LGBT debe ser revisada. “Me parece que, si la preocupación de la FIFA es la homofobia, el Mundial de este año nunca debió haberse llevado a cabo en Rusia. En este sentido es absurdo que haya sanciones por la homofobia simbólica de la afición mexicana cuando se accede a celebrar el torneo en un país con políticas en contra de la gente LGBT”, subraya Fuentes.
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