Cómo las sillas mexicanas nos cuentan la historia del país

La curadora Ana Elena Mallet reunió más de cien años de historia del diseño en México a través de sus asientos en un libro editado por Arquine.

Ana Elena Mallet
El libro surgió tras la exposición homónima en el Museo Franz Mayer
Ángel Soto
Ciudad de México /

Detente un momento a pensar cuántas veces te sientas durante un día. ¿Dónde lo haces? ¿Tienes un lugar favorito, lo usas para leer, para descansar? ¿Prefieres una posición reclinada o más bien vertical? Cierto: no solemos dedicar muchas horas a la reflexión sobre el mobiliario con el que convivimos a diario, pero desde los ojos de una apasionada del diseño como la curadora Ana Elena Mallet, las sillas —los asientos, como ya nos explicará ella—narran las historias de su época. Eso es lo que nos cuenta en Silla mexicana, libro publicado por Arquine.

En poco más de 250 páginas, Ana Elena nos embarca en más de cien años de historia del diseño mexicano a través de la silla, desde 1900 hasta 2017.

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[OBJECT]El libro —nos cuenta Ana Elena, también conocida en la comunidad tuitera como Madame Mallet, en entrevista para Milenio Digital— se empezó a cocinar hace poco más de un año, después de montar la exposición Silla Mexicana. Diseño e identidad, que conmemoró 30 años del Museo Franz Mayer.

En realidad, tanto la exposición como el libro son producto de una forma de la vanidad mexicana:

“Hace unos diez años, en el Franz Mayer hubo una exposición que incluía sillas, lámparas y carteles que reflejaban 100 años de diseño español. Durante la inauguración, un arquitecto se acercó y dijo ‘Qué maravilla son estas sillas, apuesto a que en México no podríamos juntar ni diez’. Entonces Héctor Rivero Borrell, director del museo, me dijo: ‘Ana Elena, esto es un desafío’”.

Así empezó el viaje a este hilo de la historia del diseño mexicano. Una historia que, asegura Ana Elena, “está en construcción y es mayormente oral, porque hay pocos archivos”.


—Empecemos por lo elemental, porque hay varios ejemplares en el libro que no lucen precisamente como sillas, ¿cómo definimos una silla?

La concepción era llamarlos asientos; piezas de mobiliario que sirven para sentarse. Le llamamos silla mexicana, no la silla, porque es más genérico y se refiere a toda esta familia.

Las sillas cuentan una historia. No nacieron de manera espontánea, se generan en una época para una cierta necesidad, un contexto social, una experimentación de materiales, de tecnologías, eso era importante reflejarlo porque es parte de la historia del diseño.

— ¿Ha cambiado el concepto que tenemos de la silla en cien años?

Esa es una de las mejores partes de contar esta historia: la función de la silla no cambia, sirve para sentarse. En cambio, la manera en que se construye, los materiales que se usan, las tecnologías que se aplican sí cambian conforme va cambiando la necesidad y el contexto.

En la parte de atrás del libro hay catálogo que muestra las sillas con sus créditos y en muchos casos hay comentarios que tratan de contextualizarlas.

[Portada del libro editado por Arquine]

— ¿Cómo fue tu búsqueda, cómo hiciste para desenterrar estos ejemplares?

Tengo la pésima costumbre de cargar un flexómetro en mi bolsa y fotografío todo con el celular. Parte de este oficio se convierte en parte de tu vida cotidiana. Vas a una cena, a una visita o a una casa y de repente hay una pieza que le tienes que pedir al anfitrión: ¿Me dejas medirla? Al principio les parecía raro, ahora les parece curioso, porque ya saben lo que hago.

La metodología fue dividir el material por décadas —así está dividido el libro—y entender qué obras arquitectónicas había habido en la época,si los arquitectos o empresas habían hecho sillas para cada obra, y luego qué diseñadores, empresas o arquitectos trabajaron en esas épocas y ver si habían hecho sillas.

—¿Qué pasa con las sillas tradicionales, que no son creadas por diseñadores?

Es una parte increíble que me encantaría investigar. El mobiliario vernáculo en México es parte esencial de la historia del diseño, es parte del lenguaje de los diseñadores. Me encantaría hacer una investigación del asiento vernáculo mexicano, porque el petate, por ejemplo, es un asiento. En la época precolombina, los sacerdotes eran los que se podían sentar en ciertos asientos y otros no tenían acceso.

—¿Cuál es tu silla favoita?

Hay muchas que me encantan: el Alacrán de Van Beuren, que es asiento y sirve para acostare; las variaciones del butaque, Clara Porset, Spratling.

[Alacrán, por Michael van Beuren | Cortesía: Arquine]


La edición a cargo de Arquine es también un regalo para bibliófilos: la portada se despliega y se transforma en un cartel con todas las sillas que están incluidas en el libro. “Nos da la posibilidad de convertir este libro en un objeto de diseño gráfico”.

Al final, el orgullo mexicano triunfó:

“El reto era que no íbamos a encontrar ni diez y encontramos más de cien”, remata Ana Elena Mallet con ojos centelleantes.


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