La mayoría de los sectores económico y social sufrieron ante el paro producido por la pandemia, aun cuando ello también se convirtió en una oportunidad para reinventarse en distintos escenarios, como sucedió en el caso de los artistas populares, en especial con el apoyo de organismos de la sociedad civil, como se dio con la aparición de Ensamble Artesano.
“Surgió con el objetivo de reactivar la economía de los grupos artesanales a nivel nacional, mediante la búsqueda de aliados que pudieran estar en contexto de esta emergencia y, obviamente, apoyar la actividad productiva de los grupos y fortalecer su economía a través de una compra anticipada de producción de piezas de edición limitada para insertarlas en mercados competitivos”, explica Fabiola Pérez Solís, líder en Comunicación en Fundación Haciendas del Mundo Maya con plataformas como Taller Maya, Traspatio Maya y Ensamble Artesano.
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Desde su surgimiento, en 2020, Ensamble Artesano ya logró abarcar a 18 estados del país, conectando con más de dos mil 700 artesanos y artesanas, siendo un objetivo primordial lograr que las comunidades no tuvieran que migrar de actividad profesional y “darle el valor del acceso a los mercados a estas maravillosas piezas”.
“Así empezamos a buscar organizaciones que tenían esta relación con las comunidades artesanales de buenas prácticas, con reconocimiento a sus trabajos, buena comunicación en temas de producción y, en especial, en toda la parte de desarrollo humano”.
Edición especial
De esta manera, desde noviembre pasado y como parte del movimiento Me quito el sombrero, se lanzó una edición especial del Tequila Don Julio 1942 con una vestimenta de arte wixárika “como una ofrenda a las manos artesanas mexicanas, en una señal de tributo a nuestras tradiciones”.
La serie se conforma con mil 200 botellas elaboradas a mano a partir de hilos de estambre y lana, a cargo de 38 artesanos y artesanas quienes participaron en la reproducción del diseño de don Pablo Reza, en un proceso en el que resultó “muy importante involucrarlos en el proceso de creación de las botellas conmemorativas”.
“Para nosotros es muy importante poner nombre y apellido a los creadores: la disyuntiva entre artesanos, artistas o diseñadores no existen, simplemente son creadores y creadoras. Con Don Julio se buscó el reconocimiento al diseñador de la botella, Pablo Reza, y en todo el material que acompaña a la botella se rinde homenaje al trabajo wixárica de cuatro comunidades, dos del estado de Jalisco y dos de Nayarit, las que participaron en la reproducción del diseño”, en palabras de Fabiola Pérez.
Identidad comunitaria
Entre las instituciones y empresas que se dieron a la tarea de mantener el movimiento, en especial en aquellos sectores de la población que podrían resultar más afectados por la circunstancia, en 2020, Tequila Don Julio lanzó el proyecto Me quito el sombrero, nacido con dos propósitos: impulsar al sector de bares y restaurantes, pero también enaltecer a la tierra, “el trabajo creativo de todos los mexicanos, para que sus obras sean vistas y reconocidas como tal”, en palabras de Cynthia Espinoza, Head Tequila Don Julio.
“En México tenemos demasiada riqueza cultural, pero si nos remontamos al origen de nuestro tequila, hacemos una coincidencia perfecta con el arte wixárika, porque desde Jalisco y Nayarit surgen las manos de artesanos que colaboran en esta edición. Para nosotros fue una coincidencia mágica encontrarnos con las comunidades para desarrollar esta creación única”, explica la representante de la tequilera.
La idea fue, al mismo tiempo, reconocer la identidad del fundador de la marca, don Julio González, quien empezó a desarrollar el tequila con “una gran devoción y pasión, características vinculadas con su amor a la comunidad, la pasión por el trabajo, el respeto y la honra a la tierra”.
En ese proceso, se dieron a la tarea de buscar un aliado que les permitiera tener un diálogo más cercano con los creadores, con las distintas comunidades, siendo Ensamble Artesano el elegido, una organización impulsada desde la Fundación Haciendas del Mundo Maya, cuya experiencia les ha permitido tener una colaboración muy estrecha con distintas organizaciones de artesanos y artesanas.
Los valores del diseño
Don Pablo Reza empezó su trabajo con gran libertad creativa, aunque con un objetivo: que el diseño representara ciertos simbolismos de la marca, con lo cual hay una “flor central que representa los frutos de la tierra; las grecas que están alrededor de la botella reflejan la unión de las comunidades, y las estrellas muestran la idea del éxito como fruto del trabajo y de los grandes esfuerzos de emprendimiento que vienen de las comunidades”, a decir de Cynthia Espinoza.
hc