Todo visitante al pueblo mágico de Tula lo escucha, es el monumental reloj que se encuentra en la plaza central, modelo del que solo hay dos en todo el país, el otro está en la bella airosa de Pachuca, Hidalgo.
En Tamaulipas el reloj que cuenta con un detalle, está en una torre de la Iglesia de San Antonio de Padua, en el Pueblo Mágico de Tula, iglesia edificada en 1617 por Fray Juan de Mollinedo.
La historia
Fue en el tiempo del republicano ayuntamiento en 1888, presidido por Anselmo Sustaita Mares, cuando se tomó la decisión de adquirir el reloj.
En noviembre de ese año se adquirió para que todos los habitantes de esta bella tierra tuvieran presente el tiempo que transcurre.
Para ello se necesitaban 1 mil 500 pesos, por lo que la primera dama del país, Carmen Romero Rubio puso 500 pesos y para los mil pesos restantes se cooperó todo el pueblo con donaciones de hasta 50 centavos.
El reloj se compró en Londres, Inglaterra y lo instaló el ingeniero francés, Josset Passot, residente de Matehuala, San Luis Potosí, con lo que el reloj fue inaugurado el 15-16 de septiembre de 1889 a la hora del tradicional grito de Independencia comenzó a marcar el tiempo del Pueblo Mágico de Tula.
El relojero
Para subir al reloj hay que tener buena condición y gusto por la adrenalina, ya que hay que subir por cuatro escaleras flotantes de madera angostas, sin piso entre una y otra.
No hay pasamanos y una de ellas no tiene el último escalón y hay que estirarse un poco más para alcanzar la escalera de al lado, cualquier error caería en directo al fondo y dejaría de escuchar el sonido del reloj.
Don José Luis Gallardo Rodríguez realiza esta acción diariamente, sabe de dónde “agarrarse”, dónde “apoyarse” y dónde “descansar” para subir a donde está la máquina del tiempo y cumplir con su trabajo.
Él es el encargado de cuidar, atender y resolver cualquier problema que presente el antiguo reloj, sube solo pues nadie se anima a subir.
Comenta que a pesar de su edad no quiere abandonar la reliquia, porque está seguro que cuando él deje de subir, van a dejar perder este hermoso reloj.
Por eso lo cuida lo más que puede, “subo con cuidado y checo cómo va, dónde está acumulándose polvo, que todo funcione milimétricamente”.
Dice que en una ocasión sufrió un leve accidente pues un “fierro” se desgranó y metió la mano para que no afectara otras piezas y la maquinaria del reloj lo jaló, afortunadamente solo quedó en un gran rasguño y el reloj sigue funcionando.
Uno a uno mostró la manera en que da cuerda, tiempo y una más para los cuartos, así como la espiral, todos similar a los primeros relojes de pulso.
Al contar la historia de cómo se adquirió el reloj afirma que tiene la lista de todos los que cooperaron para comprarlo.
Destacó que en una ocasión vinieron a arreglar la rueda de escape, gente especializada, pero fallaron los que sabían y terminaron haciendo el arreglo en Tula. Señaló que ha marcado el tiempo para la ciudad desde hace más de un siglo.
EAS