Conservo aún la tristeza que me dejó su desaparición: Divinsky

Quino

Un acercamiento al creador, al artista que dejó su legado para otros humoristas o caricaturistas.

El caricaturista falleció en septiembre. Jesús Quintanar
Jesús Alejo Santiago
Ciudad de México /

A dos meses de su partida física, el humorista argentino Joaquín Salvador Lavado Quino fue evocado en la Feria Internacional del Libro (FIL) Guadalajara mediante una conversación entre Daniel Divinsky, su editor en Ediciones La Flor; la caricaturista colombiana Adriana Mosquera Nani y el escritor mexicano Martín Solares, quien no solo fue su editor en Tusquets México, sino incluso se encontraron, casi vecinos, en una estancia en París.

Un acercamiento al creador, al artista que dejó su legado para otros humoristas o caricaturistas, pero también en esa parte un poco más íntima, como un personaje que se daba tiempo para compartir con sus lectores, más allá de que en su timidez, no creyera el impacto que había tenido entre los lectores del mundo de habla hispana.

“Contestaba personalmente muchas cartas que le enviaban sus lectores, no tenía secretario ni asistente que contestara por él. En algún momento, una muchacha de 13 años le mandó una carta preocupada porque no dibujaba ya a Mafalda: su respuesta fue contundente: ‘imagínate vos, desde tus seis años hasta ahora, haciendo la misma cosa. ¿Hubieras sido capaz? Lo dudo. Vivir es ir cambiando. Además, la vida nos cambia queramos o no’”, recordó Divinsky, quien tuvo una amistad de más de medio siglo con Quino, periodo en el que también se encargó de publicarlo en Argentina.

La charla fue una oportunidad para rememorar al ser humano y al artista, “el filósofo y humanista, que tenía una gran empatía con la gente poco habitual”, pero también para coincidir que, más allá del título de la mesa —Aquí no hay tristeza: homenaje a Quino—, en realidad “aún conservo la tristeza que me dejó su desaparición física”, en palabras del editor argentino. O en las del mexicano: “no se ha inventado una palabra para despedirse de Quino”. 

Valoraba el tiempo para dibujar

A Quino le ofrecieron diversos doctorados honoris causa a lo largo de su vida. Prefería rechazarlos, porque le quitaba tiempo para dedicarse a lo que más le gustaba: dibujar, pasear con su mujer y recibir a los amigos.

Lo mismo pasó cuando un empresario mexicano, con la idea de ayudarlo, le ofreció comercializar a Mafalda. Tampoco lo convenció, le importaba tener el tiempo para dibujar, cuando menos una viñeta a la semana, pero cumplir siempre con la investigación para que el dibujo quedara bien, recordó Martín Solares durante la sesión de homenaje al caricaturista en la FIL Guadalajara.

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