Con huipil oaxaqueño, camisa y calzón de manta se veía a un grupo de jóvenes y adultos en la plaza Mexiamora en el Centro de Guanajuato. Se trataba de la primera presentación de personas con discapacidad en el Festival Internacional Cervantino, donde mostraron bailes oaxaqueños y michoacanos.
Con formación artística y experiencia de siete años, Corazón Down es una compañía profesional que ha encontrado en la danza y el teatro una veta de expresión.
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“Estos jóvenes tienen una gran trayectoria, han hecho varias obras de teatro. En Guanajuato presentaron el musical Callejón del beso durante el Quinto Encuentro Estatal de Teatro en 2023. Han hecho La bella y la bestia, Vaselina, Encanto, Aladino y Los tres cerditos”, dice Paulina Oliva, directora general de Corazón Down Centro Psicoeducativo, con sede en León.
La organización tiene siete años viendo las necesidades y las habilidades de sus integrantes. “Son muy artísticos, muy sociables, entonces empezamos entre nosotros a poner bailes, esto nos llevó a buscar profesionalmente apoyo con maestros con gran trayectoria y con ellos nos hemos estado apoyando diariamente en los ensayos, que son de 4 a 7”.
En el centro y en la compañía no hay límite de edad, son 26 personas con diferentes condiciones de discapacidad: síndrome de Down, intelectual y sordera.
Paulina dice que tienen una muy buena convivencia también entre el equipo de mamás. “Es muy importante que nos apoyen para darles a sus hijos una buena calidad de vida, un buen desarrollo emocional y social. Con este trabajo, además, ellos desarrollan habilidades motrices”.
La directora, quien tiene un sobrino con síndrome de Down, comenta que son una compañía profesional, pues dentro de la institución se dan talleres de danza folclórica, teatro, expresión corporal, danza contemporánea y baile urbano (hip hop).
El grupo obtuvo el distintivo Marca Guanajuato, que apoya al talento y emprendedores locales y así “representamos orgullosamente a nuestro estado y eso nos abre más espacios para presentarnos a nivel nacional e internacional”, y agrega que próximamente viajarán a Chile.
Gamaliel Plata tiene 43 y es líder del grupo, es decir, durante los bailes sus compañeros siguen sus pasos. “Somos artistas porque somos bailarines y las mamás apoyan a los hijos. Yo soy líder de mis compañeros porque soy mayor que ellos. Hay otro compañero de Corazón Down que está con los más chicos; y las chicas apoyan a las maestras y a los niños chiquitos”, dice.
Su compañera Celina Ramíres es la líder de las chicas, con quien hace pareja cuando bailan danzón.
Rompiendo esquemas
El maestro Fernando González Hernández es el director artístico del grupo. Su formación como licenciado en danza regional por la Universidad de Guanajuato y docente de secundaria ha sido clave en su trabajo con Corazón Down, desde hace año y medio que obtuvo el puesto.
“Como instructor de danza nunca había trabajado con personas con discapacidad, entonces rompí muchos tabúes y esquemas que tenía y fue para mí toda una enseñanza. Me encontré con un grupo muy preparado porque tienen clases de pasarela pues a veces son contratados para modelar zapatos y ropa en León. También tienen clases de expresión corporal, teatro; tenían un maestro de baile urbano y antes uno de folclor sin embargo se había quedado interrumpido este trabajo”.
Fernando dice que este bagaje ha sensibilizado a los jóvenes para el trabajo escénico. “He trabajado con niños pequeñitos, adolescentes, adultos mayores, jóvenes, todas las edades pero me di cuenta de que con ellos había que tomar una línea distinta.
“Son muy espontáneos, yo puedo enseñarles un baile de una manera y al final ellos, en el momento, lo presentan como lo sienten”.
El maestro comenta que los jóvenes trabajan mucho la repetición y si les establece una estructura de baile es muy difícil que la cambien, “entonces tengo que ser muy claro en las instrucciones, en las figuras, en las secuencias, porque lo memorizan con la canción y así se establece”.
Agrega que una de las características para considerar a este grupo como profesional es la autonomía. “Durante los bailes hay momentos en que voltean a verme y yo trato de recordarles algún giro o algo, pero realmente ellos lo hacen por sí solos. A veces por la logística del espacio no pueden verme y ellos tienen que reaccionar o guiarse entre sí, y creo que eso los vuelve más profesionales porque son capaces de improvisar y de solucionar”.
Fernando dice que hay ocasiones en que por ejemplo, no llega la pareja de alguno y entonces cambian de persona, salen y entran de escena, “solucionan en el momento. Si esto lo aplican en su vida se están volviendo más independientes, saben solucionar problemas y eso está sirviendo como una experiencia de vida más allá que solo la danza”.
PCL