Cristina Rivera Garza, primera escritora en ingresar a El Colegio Nacional

La poeta ostenta desde ayer el título de Maestra Emérita de México; Juan Villoro respondió su discurso de ingreso en el Aula Mayor.

La escritora al ingresar a El Colegio Nacional | Foto: Juan Carlos Bautista
Ciudad de México /

“Es una noche importante para mí, estoy muy emocionada y es un gran honor poder hablar aquí para todos ustedes”, dijo conmovida Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 1964), en la lección inaugural en su entrada a El Colegio Nacional, que la convierte en la primera escritora en ingresar al selecto grupo.

En el Aula Mayor de El Colegio Nacional, que estuvo repleta de público y amigos, la escritora, poeta y académica, arrancó con la historia de una pareja de migrantes, abuelos paternos de Rivera Garza, que dejan el campo para trabajar en las minas de Real de Catorce.

“Inicié con una historia de ancestros, tal vez, escribo para vengar a los míos y a las mías, es traerlos al presente y que no queden en el olvido como tantos migrantes”, señaló.

En la ceremonia participaron el médico Adolfo Martínez Palomo, presidente de El Colegio Nacional, y el escritor Juan Villoro, quien respondió a su discurso de ingreso, titulado Escribir con el presente: archivos, fronteras, cuerpos.

En su lectura, la autora habló de ancestralidad, de la violencia, la injusticia, el duelo y recordó al escritor José Revueltas en un relato documentado con fecha, lugares y citas: “Es mi discurso inaugural, no puedo evitarlo”, sonrió Rivera Garza, arrancando algunas risas en medio de la solemnidad de El Colegio Nacional.

“Una de las grandes potencias de la escritura es producir realidad. Y lo digo menos en el sentido grandilocuente de los libros que podrían o no cambiar al mundo, y más en relación con lo que acontece en los horizontes interiores, ahí donde lo íntimo y lo cotidiano se conectan con el conflicto y la destotalización. Los que han leído El invencible verano de Liliana y, después o mientras tanto, han marchado en la ciudad con su nombre a cuestas, los que han pintado murales con su rostro, los que la han incluido en su altar de muertos, los que conversan en salones de clase o charlas de café sobre su destino, tratándola como a una igual, como su ancestra o su descendiente al mismo tiempo, no sólo están comportándose como lectores generosos sino que también están participando de una realidad construida en estrecha relación con la escritura: la realidad, por ejemplo, de la comunidad de un luto ahora compartido con tantos otros y por tantas otras, lejos ya del silenciamiento y la soledad”, explicó.
Foto: Juan Carlos Bautista

Rivera Garza fue elegida integrante de El Colegio Nacional por la originalidad de su voz, el aliento poético de su escritura y la sugerente mezcla de lo literario con las ciencias sociales.

Escribir sobre y contra la violencia nunca es fácil, especialmente cuando las narrativas hegemónicas, en este caso las narrativas patriarcales, han probado una y otra vez su eficacia para generar y luego justificar, cuando no absolver, las agresiones mismas. ¿Cómo escribir contra la violencia utilizando el lenguaje que le da pie y la normaliza? Escribir es una práctica fundamentalmente crítica. La escritura creativa tiene la capacidad de despertar y activar un lenguaje que, desde el poder y dentro de los parapetos del poder, se entumece y paraliza. Mi tarea como escritora en estas y otras materias es, luego entonces, explorar y desbrozar, subvertir y complicar esas narrativas que se presentan como cosa dada o como condición de existencia. Pero esto no es algo que se logra aisladamente”, argumentó.

Como miembro de El Colegio Nacional, Rivera Garza ostentará el título de Maestra Emérita de México.

La escritora detalló en su discurso: “Empecé estas notas que ahora comparto con la historia de mis abuelos migrantes, y la concluí, más bien debería decir la pausé, con la de feminicidio mi hermana, porque son experiencias profundamente personales que han cuestionado de múltiples formas mi tarea como escritora y porque son, también, por desgracia, experiencias que comparto con muchos otros en un mundo signado por una guerra sin cuartel contra las mujeres y contra los migrantes por igual”.

Agregó: “No creo en una literatura autónoma, en su propia torre de marfil, y sí, junto con Josefina Ludmer, entre tantos otros, en escrituras capaces de producir presente y, aún más, con el presente. Aunque los trabajos que he examinado aquí parecen apuntar o venir del pasado, me anima, sin embargo, una urgencia que reconozco en mi entorno. Los enigmas que me impulsan a colocarme una y otra vez frente a la pantalla de la computadora vienen de mi presente y aquejan tanto a mi intuición como a mi intelecto”.

Además, aseguró: “Yo no escribo de lo que sé, como reza el dictum, sino para saber; y aún más, para complicar lo que se presenta como sabido o como resuelto. Lejos de ofrecer un viaje hacia un pasado que se ostenta como estable o ya hecho, un contexto en el que se suceden acontecimientos específicos, todos estos artefactos o ejercicios se proponen un recorrido y una relación contraria: desde y hacia el presente, en las inmediaciones de la presentidad del pasado mismo, e incluso del futuro, en una relación dinámica, de reactivación en todo caso, con las fuerzas vivas que otras más poderosas o más perversas interrumpieron o acallaron”.

Finalmente, la autora comentó: “Solo así, argumentaba el filósofo Jalal Touffic, podremos enfrentarnos al desastre insuperable, ese que no solo ataca la infraestructura y la vida material, sino también el legado inmaterial de su fuerza crítica. Walter Benjamin lo llamaba redención; yo lo llamo seguir aquí, insistentemente, testarudamente, incómodamente, en la comunidad que es toda ubicación y toda pertenencia”, un discurso que recibió aplausos de pie por parte de los asistentes.

La respuesta de Villoro

El escritor fue el encargado de responder a la lectura de Garza Rivera, y habló de la trayectoria de la escritora:

“En su travesía literaria, Cristina Rivera Garza ha decidido seguir huellas, rastros, signos que podían perderse en el olvido y el desierto. Nada estimula tanto su escritura como la ausencia, lo que no está ahí, los movimientos de quienes buscan algo que no han visto ni conocen. Con frecuencia, el impulso migratorio determina la psicología de sus personajes. En su primera novela, Nadie me verá llorar, publicada en 1999, comenta: “Para describir a Marcos Burgos todos usaban el futuro. Siempre era más fácil adivinar adónde llegaría que saber quién era”. Sus personajes se suelen definir por el horizonte al que se dirigen, ya se trate de traslados físicos o de las transmigraciones del alma.

Foto: Juan Carlos Bautista


“Los migrantes tienen destino incierto. En forma apropiada, al escribir sobre ellos, Rivera Garza trata la página como una tierra inexplorada; no escribe para comunicar lo que ya sabe, sino para saberlo”.

Y cerró su discurso: “El horizonte de los desplazados es desconocido, pero nuestra literatura tiene una singular manera de contarlo. Rivera Garza es la gran autora de los desplazamientos forzados y voluntarios, físicos e intelectuales, producto de la necesidad o de los trabajos en la mente. En tiempos digitales recupera realidades y escucha a los que van a pie. Como historiadora, pero sobre todo como escritora, sabe que el pasado siempre está a punto de ocurrir. La nueva Tira de la Peregrinación tiene a su cronista.

“La larga caminata de Cristina Rivera Garza llega hoy a un breve momento de reposo. En su discurso, desplegó el arte esencial de los viajeros; encendió una fogata para contar su historia y confirmó que sus palabras están hechas de lumbre”.


hc

  • Vicente Gutiérrez
  • vicente.gutierrez@milenio.com
  • Periodista desde hace 25 años y especialista en temas culturales, la industria del entretenimiento y cinematográfica. Por su experiencia y conocimiento, también ha participado en temas de política y de negocios. Es reportero de cultura en Milenio y locutor en “La Taquilla”, programa de Radio Fórmula 104.1 FM.

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