Con la exhibición La Poética del Regreso, el artista contemporáneo Mario García Torres presenta una retrospectiva de su trabajo en el Museo de Arte Contemporáneo (Marco).
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La muestra abrió al público este 12 de marzo, que coincide con la reapertura del museo tras el cierre invernal a causa del incremento de casos por covid-19 en la entidad.
En entrevista con MILENIO Monterrey, Mario García Torres (Monclova Coahuila, 1975) habla sobre los cambios culturales en nuestra ciudad, del proyecto Museos Uno en Uno emprendido en Ciudad de México, así como de la pieza “Kokoloco” que exhibe en Marco.
Tomando como referencia el nombre de la exposición La Poética del Regreso, ¿Cómo te toma este regreso a la ciudad en el desarrollo de tu carrera?
Nunca me he despegado de la ciudad, podría decir que la ciudad ha crecido enormemente en términos de estética, en acceso a un pensamiento que se puede ver hasta en una tienda, hay cosas en el diseño que no parecieran importantes pero que van cuestionando ciertas costumbres.
Por otro lado, en términos culturales, es una discusión complicada, este museo (Marco) que tiene una presencia y nos ha permitido tener acceso a pensamientos muy sofisticados, el verlo en crisis es algo difícil de imaginar. En ese aspecto siento una desconexión, yo mismo soy un producto de un trabajo cultural de muchas décadas, que tuvo un momento importante.
Es difícil ver la pérdida del Museo Monterrey, a Marco en una crisis, son como unos desbalances complicados.
En Monterrey, y México, estuvieron detenidos los museos un año por el tema de la pandemia, ¿Qué reflexión te deja esto?
Ha sido un año difícil, sobre todo en términos humanos. Los museos nos dan, como usuarios, un espacio de pensamiento, de retiro de la sociedad. Cuando entras a un museo hay un número de cualidades que te permiten sentirte alejado a la cotidianidad del espacio y sus atmósferas, más allá de las piezas que eso sería otro tema. Pero el espacio como tal es algo que ha sido una pena que no lo tuviéramos, sobre todo, porque creo que los museos pudieron haber jugado un papel importante durante la pandemia, tuvimos un daño emocional importante.
En la Ciudad de México creé una idea que resultó en un programa al convencer a dos museos para que abrieran por media hora para una persona, le llamamos “Museo Uno a uno”. Lo hicimos pensando en esta dinámica de la Ciudad de México, de estar encerrado todos los días en el departamento, con la familia, con sus tensiones, y los museos están ahí, donde no creímos que se originara un riesgo.
Logramos convencer a los museos Frida Kahlo (La Casa Azul) y el Anahuacalli (Casa Diego Rivera), fue muy interesante, hubo mucha gente que quiso entrar, varios colegas artistas fungimos como guardias para no exponer al personal. Fue una estrategia que funcionó muy bien y en beneficio de la sociedad.
Viendo la pieza del Kokoloco, como artista ¿qué te genera recuperar la memoria de este tipo de espacios?
El Kokoloco, y creo otros centros nocturnos en el mundo, nos abrían la posibilidad a tener acceso a cierto tipo de producciones culturales como la música y videoclips, que hoy sonaría muy básico, pero que en ese momento nos abrían la mente a los usuarios, con música rara que no sonaba en la radio o en la televisión a la que tenemos acceso. Y son esas pequeñas cosas que es la misma función del museo, traer un objeto que consideramos de una manera distinta y que nos permite ver la realidad de una manera distinta. Y así un centro nocturno se vuelve otro espacio cultural, el Kokoloco parecía ser el centro cultural regio de todos los que estábamos en activo, de los que pretendíamos estar activos en la escena.
Y ahora vemos como el narcotráfico acabó con todos esos centros nocturnos, los cuales creo hay que rescatar.