Lo eterno y lo importante en Cumbre Tajín

En Cumbre Tajín el humanismo es lo importante, la conexión con la naturaleza, con los placeres sencillos pero infinitos de la alegría pura, sincera.

Esto es Cumbre Tajín, no únicamente sus conciertos. (Verónica Maza)
Verónica Maza Bustamante
Papantla, Veracruz /

Si el Parque Temático Takilhsukut fuera una población, sería ejemplo de cómo se puede convivir en un entorno en donde importa la vegetación, los animales, el cuidado de los espacios, la separación de la basura, la defensa del patrimonio indígena, el orgullo de pertenecer a un linaje y el acto de compartir las artes que cada quien sabe manejar. Sería un oasis en el que los árboles se transformarían en guardianes, techo y escenario, mientras los seres humanos buscarían el reposo o la curación poniéndose en manos ajenas pero amigas, atentas a los dolores del cuerpo y hasta a las penas del alma.

Cumbre Tajín jamás ha perdido su esplendor, porque más allá de posibles etiquetas que pueda tener al ser, al fin y al cabo, un espacio de consumo, nunca ha dejado de integrar a los protagonistas de la historia: los verdaderos totonacas, habitantes de esta tierra que guardan en su interior las enseñanzas de sus ancestros. Ellos van creando cada año la nueva historia del festival, aportando su cariño, su entusiasmo, a un proyecto que ha crecido durante dos décadas, ha avanzado y se ha adaptado a las nuevas generaciones con sus tecnologías.

El Nicho de la Sanación jamás pasará de moda porque la gente siempre buscará una cura para sus males y siempre habrá alguien que ofrezca sus saberes para lograrla, pero espacios como aquel que ofrece vivencias de realidad virtual sí representan una actualización de la reunión anual, por mucho que se sustente en la identidad indígena, pues sirven como nueva plataforma para exponerla.

De igual manera, el Nicho de la Música se ha ido conformando como ese espacio recurrente donde se puede disfrutar de una acústica buena y un sonido excelente, así llueva o se sienta tremendo calorón. Sin embargo, los sonidos están en todos lados: en el Nicho de la Luz, este año hay propuestas íntimas tanto con grupos y solistas reconocidos como emergentes: estarán El David Aguilar, Ro y los Mambotango, Mint Field, The Guadaloops, Pasarela y DJ Guagüis; en los espacios para cantos espirituales como los de Eblen Macari, Estusha y Deva; en los sones de Mono Blanco, de Los Cojolites, y el asombro de un proyecto vocal femenino como el de Mamasónicas.

Cumbre Tajín es La Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio demostrando, la noche del jueves, la forma en que un proyecto con trayectoria de décadas es capaz de trascender para hacer cosas nuevas basadas en las viejas, canciones que son lo que eran pero, a la vez, se han convertido en otra cosa, en un viaje introspectivo, alucinante, quizá inspirado por la medicina del sapo bufo alvarius de Sonora, pues horas antes de su concierto, Roco Pachukote —el vocalista— presentó el documental OTAC y la ceremonia ancestral de la medicina sagrada dentro del marco de la Muestra Internacional El Cine en la Cumbre, y contó la manera en que el 5-MeO-DMT que contiene el animal lo llevó a un viaje psicodélico de elevación mental y espiritual.

“En un momento de ventaja para el neoliberalismo donde lo importante es ganar y lo material, aunque eso te corte las alas, la idea de comunidad y la empatía, una medicina natural puede y debe ser entendida en toda su bendita dimensión; con conocimiento y medicinas de poder nos daremos cuenta de que la realidad que vemos es apenas una pequeña parte de lo que está ahí, de las maneras en que estamos conectados como seres humanos”, explicó. Horas después, dominando el escenario como cuando era un chico de barrio en busca de respuestas, enseñó junto con sus compinches de vida y carrera lo que puede ser pasar a otra fase en la labor creativa sin perder la nostalgia por lo de antaño.

Justo ésa es la idea general en Cumbre Tajín: el humanismo es lo importante, la conexión con la naturaleza, con los placeres sencillos pero infinitos de la alegría pura, sincera. Dormir en el camping escuchando el canto de los insectos y las aves, el murmullo de la lluvia.

El Centro de las Artes Indígenas, con todo el legado del pueblo totonaca, es un ejemplo de lo que el empeño y las iniciativas culturales pueden lograr: es hermoso ver a personas de todas las edades aprendiendo su lengua originaria, a bailar sus danzas, a entonar sus cantos y a liberar su espíritu.

Y como monolitos que todo lo ven desde las alturas, los Voladores están en todos lados: en la plaza principal del Takilhsukut, en el atrio de la iglesia en la ciudad de Papantla, en la entrada a la zona arqueológica El Tajín, en las calles de este pueblito temporal en donde el que rifa es el Modelo Tajín, que salvaguarda el patrimonio totonaco, con su deseo por compartir una cosmovisión inundada de gastronomía, teatro, poesía, acrobacias, alfarería, danzas…

Las Mujeres de Humo, en su Nicho de los Aromas y los Sabores, cocinan para todos con el sazón de sus abuelas, de sus bisabuelas, de todas las mujeres que han caminado por estos valles y son, hoy en día, el alma de este proyecto, al que también se entra por la panza. Zacahuiles, bocoles, tamales, molotes, papas y chorizo, tacos de pollo, delicias diversas se transforman en experiencia gastronómica de la región.

Esto es Cumbre Tajín, no únicamente sus conciertos; es la voz de los abuelos y las abuelas que comparten conocimientos, es el espíritu de quienes se empeñan en respetar el entorno, en mostrar sus saberes, en identificar sus quereres. Por eso, aunque hayan pasado ya 20 años desde su creación, es un encuentro anual que se antoja eterno, pues todo aquello que ayude a la gente a reflexionar sobre lo verdaderamente importante de la vida debería estar destinado a la inmortalidad.

RV/RL

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