David Huerta, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances

Filias 2019

El poeta mexicano recibirá el galardón en el acto inaugural de la feria, el 30 de noviembre, a las 11:00 horas.

David Huerta/ Foto: UdeG
Diego José
CDMX /

Diversos y ramificantes resultan los senderos poéticos que ha recorrido David Huerta, Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019. Destaco, al vuelo, dos itinerarios que por instantes se alinean para luego continuar con sus propias estelas bajo la bóveda amplísima de su literatura: el primero —y acaso el de mayor resonancia para las generaciones de poetas mexicanos nacidos entre 1960 y 1980— corresponde a un recorrido elíptico sobre la correspondencia entre lenguaje e imaginación. 

El instante poético se desenvuelve sobre un cauce intempestivo de metáforas y asociaciones que permiten la libre sucesión de ideas que a su vez replican o contienen el tema, la intención y el acto de la escritura. Dentro de este itinerario poético, la palabra o la imagen se vuelca sobre sí misma para nombrar la febril conciencia del viaje. 

Lo que pasa, lo que sucede en el poema como experiencia solo puede explicarse, para David Huerta, si es materia poética, es decir, si el acto escritural y su estrecha relación con el lenguaje como vehículo del poema lo registran: “Cada tema entra alguna vez en el claroscuro de la palabra que lo convoca,/ la cosa, la mera cosa rala y directa, cede a la ola del lenguaje,/ la frase recortada termina en el agua de la página como un pedazo de madera para el naufragio tenaz”.

 La memoria para David Huerta es construcción del poema en permanente cambio, desbordamiento del lenguaje en su tentativa de contener el universo: “Adivinar en los almacenes de las palabras dónde se esconde el rayo, el escondrijo del mundo en la bolsa del día”. Pertenecen a esta vertiente de su poesía algunos de sus libros más emblemáticos: Cuaderno de noviembre (1976), Versión (1978) e Incurable (1987). 

Por otro lado, pero sin distanciarse demasiado de la rica configuración metafórica a la que se ciñe su lenguaje, ni de la persistencia de las palabras como entidad poética, se extiende una vía que apunta hacia la concreción del poema en cuanto referente de la vivencia del mundo, en versos que apelan a una decisiva contundencia que permite a las palabras aludir a su esencial función de significar y retener el tiempo, tal como se nombra con sencilla claridad en el poema “Plegaria” del libro La música de lo que pasa (1997): “Señor, salva este momento./ Nada tiene de prodigioso o milagro/ como no sea una sospecha/ de inmortalidad, un aliento/ de salvación./ Se parece/ a tantos momentos”. Y, sin embargo, la singularidad a que alude el poema que “sabe a mar, a manos amadas” perdurará por la escritura “aunque apenas la toque”.

 Y es que probablemente el afán distintivo de David Huerta, más allá de la exploración formal de su poesía, radica en resistirse al olvido, en no permitir que las cosas se desvanezcan. De ahí su pasión por el lenguaje como continente y como posibilidad. Su vocación no es otra que aquella en que celebra a su admirado José Gorostiza cuando dice en “El poema”: “Él quiso nada más la claridad/ de observar a través de la ventana/ del poema los seres y las cosas”.

Premio FIL de Literatura en Lenguas Romance

Participan: David Huerta, Teresa González Arce, Luz Elena Gutiérrez de Velasco Romo. Sábado 30 de noviembre, 11:00 horas. Auditorio Juan Rulfo.


LAS MÁS VISTAS