El escritor británico Charles Dickens, autodeclarado como un autor global, fue más un ciudadano del mundo que de un lugar concreto, y ahora su faceta como viajero incansable en busca de inspiración centra la exposición Para cada nación sobre la tierra, abierta ayer en Londres.
“Todo viajero tiene un hogar, no importa dónde”, citó en una ocasión Dickens (1812-1870). Y es que para este novelista de la época victoriana cualquier sitio podía ser considerado hogar, incluso si se encontraba más allá de sus fronteras.
En el número 48 de la calle Doughty, el Museo Charles Dickens explora los países y ciudades en los que residió el escritor, así como la forma en la que sus obras consiguieron captar a una audiencia universal.
La exposición aspira a situarlo como “un hombre de Europa y del mundo” y busca “celebrar y recordar a la gente el interés que tuvo por conocer todo el globo terráqueo a lo largo de su vida”, destacó la directora del museo, Cindy Sughrue.
Cada rincón del planeta
El recorrido por la que fue la casa del literato entre 1837 y 1839 hace hincapié en su ambición por descubrir cada rincón del planeta y muestra varios de los objetos que le acompañaron en sus travesías.
Entre otros, sobresale su escritorio de viaje, el cual utilizó para escribir cartas a sus conocidos acerca de los destinos que quería visitar, algunas de las cuales alberga la muestra (entre los destinatarios figuran Georgina Hogarth y Thomas Beard). Además, destacan otros artículos tales como el monedero que portó durante muchos de sus trayectos por Europa.
Ambos fueron testigos de una de las anécdotas “más apasionantes” de Dickens, según apuntó Sughrue, cuando subió en pleno febrero al Monte Vesubio, en Nápoles, junto a su mujer Catherine, un relato que aparece en su trabajo Estampas de Italia (1846).
Es por hazañas como esta por lo que el inglés fue considerado, tanto entonces como ahora, como “un verdadero aventurero que no podía esperar a vivir la siguiente experiencia y que no se asustaba con cosas que generalmente daban miedo”, en palabras de la directora.
La mirada curiosa del autor no se limitó únicamente a la realidad europea, sino que traspasó el Océano Atlántico para aproximarse a la vida de América del Norte en el año 1842, cuando ya era una superestrella.
En este momento, Dickens ya contaba con una gran audiencia en Estados Unidos. No obstante, su primera visita no estuvo a la altura de sus expectativas. “No es la República de mi imaginación”, escribió entonces. Una de las cosas que le llevó a retratar negativamente la sociedad estadunidense fue el sistema esclavista que estaba instaurado y el cual crítico sin reparo.